miércoles, 5 de febrero de 2025

El horno de ladrillos de Faisca es la referencia. Es la manzana que, años después, los vecinos denominan ‘sagrada’, porque ahí… planifican la instalación de una escuela.

A mediados de la década del ’50, los trabajadores del horno se ubican a su alrededor, después llegan otros y se establecen “a ojito… había 6, 7 casitas, todos a la orilla del horno, hacían pan para los ladrilleros… mortadela para los ladrilleros, hacía falta un negocio y por eso se puso el almacén La Floresta”, recordará un vecino en el año 2000.

Las familias Pinto, Pinilla, Cárdenas, Espeche y Díaz están entre las que tienen el honor de ser las primeras. En la ciudad hay gente, como ellos, que busca donde vivir y así llegan los carpinteros: “Unas 60 personas con ese oficio se establecieron alrededor de la ‘manzana sagrada’, la mayoría trabajaba en Edil Sur; también había albañiles y muchos petroleros””.

Los almacenes se multiplican. A la despensa La Floresta se suman bar El Titino, El Pato Loco, La Perla, La Rosita y el Bar Oro Negro.

El agua, un problema

El horno de ladrillos tiene una cisterna con agua de Y.P.F. “Le largaban el agua para hacer los ladrillos, para nadie más; le decíamos Agua Verde porque era peor decir ‘agua podrida’; uno tenía que buscarla donde sea o nos arreglábamos con esa o íbamos a la canilla que estaba en la puerta del cementerio; también estaba la aguada Matías, pero había que comprarla”.

De todos modos los vecinos, en su mayoría chilenos, exigen agua hasta que “pusieron una canilla en la calle Los Robles, arriba de la cañería de YPF la bajaron un poco y nada más, había una válvula cerrada con candado… un día, viendo que había tanta miseria de agua, le hice un agujero, inventé un mecanismo para cerrarla, todas las noches los vecinos acarreaban el agua para llenar tambores y así…”, recordará, 40 años después, el artesano autor de la ‘travesura’.

A los chilenos que viven en el barrio se suman catamarqueños y un grupo de holandeses que trabajan en Diadema y así, hasta que el horno desaparece en el año ’62.

“En una hoja cuadriculada”

Los vecinos se reúnen para planificar el barrio: “Manzana por manzana la dibujamos en una hoja de cuaderno, cuadriculada… lote por lote colocamos el nombre de cada vecino, el que quería lote venía para que lo ubiquemos; en el centro del plano hicimos un cuadrado para la escuela y dijimos ‘esos terrenos no se tocan’, pero todas las noches teníamos que cuidar o vigilar para que no se roben las estacas o que nadie levante rancho ahí porque después… no se podía sacar a nadie, el que se instalaba… listo, ahí quedaba. Cada vez que aparecía un vecino nuevo le avisábamos que esa manzana era sagrada”. Entre 1960 У 1965, los terrenos están todos ocupados.

Fragmento libro “Crónicas del centenario”

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