miércoles, 5 de febrero de 2025

En 1872 se estableció en el Cañadón de los Misioneros, sobre la margen sur del río Santa Cruz, Ernesto Rouquaud. Al mismo tiempo Leandro Crozat de Sampére había obtenido del Gobierno Argentino la concesión de una considerable extensión de tierras, también al sur del río Santa Cruz, para instalar una colonia agropecuaria. Este empresario, en su solicitud, no dejaba de destacar “su utilidad máxime cuando a la penetración del Congreso no se le esconde que al plantar por este medio el Pabellón Argentino en aquellas regiones, levanta una muralla altísima a las pretensiones que otra Nación pueda concebir sobre la posesión de aquella olvidada zona.”

Chile elevó al Gobierno argentino una formal protesta y declaró nulas ambas concesiones. El 23 de junio de 1873 le comunicó que su ocupación abarcaba todo el territorio situado al sur del río Santa Cruz. Al mismo tiempo la presencia de naves chilenas en las costas de Santa Cruz indicaba que ese país no se quedaría en meras declaraciones. Tal actitud exigía el ejercicio de algún acto efectivo de soberanía, pues las pretensiones chilenas sobre la Patagonia se hacían por esos años cada vez más osadas.

Fue entonces cuando el presidente Sarmiento hizo armar la goleta Chubut, que hacía los viajes entre la colonia galesa y Buenos Aires, y la envió a ocupar el Río Santa Cruz. La misión fue confiada al teniente coronel de Marina Guillermo Lawrence, como segundo fue nombrado el teniente Demetrio Pietrowich quien falleció mientras se efectuaban los preparativos para el viaje; en su reemplazo se designó al teniente Juan S. Walker, pero este tampoco pudo partir, ya que fue desembarcado poco antes de zarpar la nave, lo sustituyó el teniente Valentín Feilberg. Parece que el cargo era de mal presagio, pero la tercera fue la vencida, y un acierto.

El 21 de agosto de 1873 el comandante Lawrence recibió, bajo sobre cerrado, las instrucciones a las que debería ajustar su acción, con orden de no abrirlo hasta alcanzar la altura del cabo de San Antonio. Al día siguiente, temprano, soltó amarras. Al llegar al punto indicado reunió a sus oficiales y abrió el sobre de las instrucciones. En lo fundamental, establecían que debía navegar directamente hasta el río Santa Cruz, sin escalas, para proceder a la ocupación de sus orillas. Sobre ese particular, decían las instrucciones dadas por el presidente Sarmiento: “Si al llegar la Chubut a Santa Cruz encontrara buques chilenos en la parte sur del río, sin comprometer el honor de la bandera tomará posesión de la parte norte”. Resultaba bastante difícil conciliar el honor de la bandera con dejar en tranquila posesión de otro lo que se consideraba territorio nacional. Así debieron entenderlo algunos de los oficiales, a quienes disgustó esta restricción.

Más de 50 días duró la travesía. Al llegar a su destino, la goleta recorrió ambas márgenes del estuario, hallando pruebas de la reciente presencia chilena en el lugar. Efectivamente, hasta una semana antes había estado allí el poderoso navío Covadonga, y cerca de la orilla los marinos argentinos encontraron estacas clavadas y materiales de construcción, testimonio evidente de que el lugar había sido ocupado con la intención de levantar una casilla para alojamiento de gente.

Ante la presencia de estas huellas chilenas, Lawrence interpretó que debía ocuparse la parte norte. El teniente Feilberg se opuso, pues las instrucciones consignaban que si se “encontraba buques chilenos en la parte sur” se ocupara la ribera norte. En las circunstancias consideraba deprimente para su dignidad de marino, y además un grave error, no proceder a la inmediata ocupación de la ribera sur.

La discusión entre el comandante y sus oficiales fue larga, terminando por imponerse el criterio sustentado por Feilberg y se decidió ocupar los terrenos situados al sur del río, en el cañadón de los Misioneros. La construcción de la casilla donde se instalaría la Capitanía de Puerto fue confiada al propio Feilberg, quien la erigió en el mismo lugar donde los chilenos habían iniciado la construcción de la suya. Concluida, fue ocupada por quince hombres a las órdenes del teniente Bribadiaciu se izó la bandera argentina.

Este acto implicaba la toma de posesión efectiva de las tierras situadas al sur del río Santa Cruz, por lo que se le dio toda la solemnidad posible. Se preparó uno de los cañoncitos que la  Chubut guardada desmontado en su bodega, mientras en tierra se levantaba el mástil que debía enarbolar nuestra bandera. Cuando el pabellón nacional llegaba al tope, veintiún cañonazos quebraron el silencio en la lejana costa austral argentina para afirmar la bandera sobre aquellas tierras.

En enero de 1874 la Chubut se dirigió a Patagones para reaprovisionarse. Entretanto la Capitanía se cerró, “no quedando nadie en ella” hasta su regreso, en el mes de marzo.

Según una nota de Félix Frías (embajador argentino en Santiago) al ministro de Relaciones Exteriores argentino del 8 de abril de 1874, “la bandera argentina quedó encerrada en el cuarto que se había construido para la Capitanía por el comandante de la Chubut”. En otra nota posterior Frías refiere que “desde la partida de la Chubut, el oficial no enarboló una sola vez la bandera argentina que le dejó el comandante del buque”. El oficial al que se refiere Frías era Brigth, un inglés que prestaba servicios en la Armada, como tantos otros, incluido el capitán Lawrence, algo muy frecuente en aquellos tiempos en que nuestro país no contaba con marinos profesionales.

Durante la ausencia de la Chubut, aparece en el río Santa Cruz la goleta chilena Covadonga. Su misión parece haber sido de observación, pues unas tres semanas después se alejó. En los primeros días de noviembre, asoma la corbeta chilena Abtao. Al encontrar el lugar ocupado regresó casi de inmediato a Punta Arenas; pero el 22 de noviembre arribó la corbeta Chacabuco fuertemente armada y con tropas de desembarco. La Chubut levó anclas y se dirigió a la isla Pavón por no contar con los elementos adecuados para resistir un enfrentamiento. La tripulación de la Chubut era muy heterogénea: “en los momentos de apuro que no permiten ni escoger ni organizar, se echa mano de lo primero que se encuentra, marineros extranjeros que han sido despedidos de los buques que arriban a nuestro puerto. Querer exigir de ellos lo que solo puede ser el resultado del amor a la patria simbolizado en la bandera, es desconocer la historia”.

En la Chacabuco venía el gobernador de Magallanes, Oscar Viel, quien desembarcó para tomar posesión del lugar; mandó construir dos casas de madera y un mástil donde se izó la bandera chilena. El escritor chileno Martinic Beros comenta así el hecho: “El libre flamear de la bandera tricolor en las orillas del gran río austral marcaba así un hito más que señalaba la indiscutible soberanía de Chile en la Patagonia”.

La Chacabuco, que venía a las órdenes del capitán Enrique Simpson, traía instrucciones de trasladar al empresario Rouquaud a Punta Arenas; éste, desanimado por el fracaso de su empresa y la falta de apoyo de las autoridades argentinas, aceptó. Lawrence no sólo no ejecutó ningún acto para impedir la evacuación de la familia Rouquaud, sino que se prestó al pilotaje de la Chacabuco hasta fuera de la barra. Cuando, poco después, llegó Guerrico al frente de la División Naval del Sur, lo arrestó por ello.

Fragmento del libro “Patagonia azul y blanca”, de Clemente Dumrauf

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