viernes, 14 de marzo de 2025
Foto del cacique Pincen ya detenido a finales de 1878.

Su tribu vivió en la zona de la laguna de Toay, a 180 km al oeste de Guaminí.

Según Estanislao Zeballos: “Hubo un indio, de la plebe, que creyéndose con todo el aliento de los hombres de gobierno, negó obediencia (…) fundando su propia tribu y una nueva dinastía (…) clavó sus toldos entre Leuvucó y Salinas Grandes, cual si provocara las iras de ambos soberanos”.

Este indio se llamaba Vicente Pinthen, nombre formado de Pin, profesar cariño, y Then abuelos, antepasados. Pinthen equivale pues, a hijo amoroso, buen nieto, hombre de familia.

Allí creció su pequeña tribu de montoneros, alcanzando a unas 1000 almas con 300 guerreros, en 1872 (…)”. Pincén había nacido en Carhué; por ello, cuando lo entrevistó Zeballos en la prisión, le dijo que se había separado de Calfucurá “porque yo soy indio argentino y Callvucurá es borogano de Chile, usurpador de nuestra tierra”.

En 1872, el coronel Hilario Lagos, jefe de la frontera oeste de Buenos Aires, derrotó a la tribu. El cacique escapó gracias al excelente caballo que montaba.

Pincén atacó el Fuerte Lavalle, hoy General PInto, y tuvo un durísimo combate con las tropas de Villegas, con muchas bajas para ambos bandos, en los campos de La Picaza. El lonco ya reunía aliados como referente de la intransigencia, y para esta incursión había juntado mil lanzas.

Siguió un nuevo malón a Junín y, junto a Calfucurá, un ataque que terminó en dura derrota a manos del general Rivas en San Carlos, en marzo de 1872. Calfucurá quedó golpeado, pero Pincén siguió atacando mientras se le iban sumando más y más capitanejos que abandonaban a Calfucurá. Para el invierno se volvía a enfrentar con Villegas, otro empate, y unos días después le hacía una emboscada al comandante Estanislao Heredia y lo mataba junto a una partida.

Pero el evento del año fue el malón a Los Toldos, base operativa de los Coliqueo, “indios amigos” del gobierno. Los hombres de Calfucurá y Pincén llegaron de noche y despacito, en un día de fiesta, y básicamente se encontraron a todo el mundo mamado y dormido. Los arrearon prisioneros, pero alguno se escapó y le avisó al coronel Francisco Borges, el ancestro de Georgie. Los milicos al galope llegaron justo a tiempo y rescataron a los prisioneros, que iban de a pie.

El ejército ya estaba ofendido y armó una expedición contra Pincén al mando del coronel Hilario Lagos. Cuando los aborígenes se enteraron de que iban a avanzar las fronteras sobre sus territorios, Pincén, junto con Baigorrita y Namuncurá, gestó la rebelión más grande que se conoció contra el hombre blanco, en una sucesión de terribles malones que fue bautizada, por el mismo aborigen, como Invasión Grande. Pero tras una seguidilla de encuentros negativos, la tribu de Pincén fue reduciéndose y, en diciembre de 1876, efectuaron la última avanzada en el norte de Buenos Aires.

Por último, el 02/11/1878, el coronel Villegas emprendió una expedición contra sus tolderías apresándolo a él y a sus familias.

Pincen, junto a su esposa e hijos

El 6 de noviembre, un joven teniente Solís se le presentó a Villegas con Pincén y su familia entera, rendidos por falta de caballos. El colérico coronel no se dio el gusto ni de capturarlo él.

Los prisioneros fueron llevados a Buenos Aires, al cuartel del Retiro donde Antonio Pozzo hizo las cinco famosas fotos del caudillo y su familia. De ahí los marchan como siempre a Martín García donde lo  tuvieron un año engrillado. Pincén tuvo un doloroso cáncer de rodilla, y es posible que lo mandaran unas semanas a un hospital en la capital. Es lo último que se sabe con certeza.

A partir de 1884 reaparecieron los misterios. Unos dicen que se murió y está en la fosa común de la isla con tantos otros. Otros que lo liberaron por pedido de Ataliva Roca, el hermano del ya presidente Roca y uno de los coimeros más famosos de la época. Carlos Martínez Sarasola recoge una versión de los descendientes que dicen que se fugó agarrado a una yegua blanca que nadaba y lo llevó al Uruguay.

Pero allá en el sur cuentan que lo vieron saludando parientes en Trenque Lauquen años después, o que terminó asentado por Bordenave, cerca de Puán, a orillas de una laguna que por algo se llama Pincén y que tiene buena vista de las sierras de Curamalal, sagradas ellas.

Y quien te dice que no ande por ahí todavía, ofendido por la misma idea de firmar un tratado con la parca, que por algo es blanca.

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