
Para remontar la crítica situación creada por la inundación fue nombrado Superior de la misión del Chubut el padre Mario Luis Migone a principios de 1900. Había nacido en Montevideo el 13 de diciembre de 1863. Al terminar sus estudios en el colegio salesiano “Pío IX” de Villa Colón, sus padres lo premiaron con un viaje a Europa. Visitó el Oratorio de Don Bosco en Turín y el Santo lo invitó a almorzar en su mesa. Este gesto lo impresionó profundamente y al regreso de su viaje pidió ser admitido en la Congregación Salesiana. Cumplidos los años de preparación recibió la ordenación sacerdotal en junio de 1887 de manos de Mons. Cagliero en Buenos Aires.
Cuando Mons. Fagnano se hace cargo de la Prefectura Apostólica, que incluía también las islas Malvinas, viaja con él al sur. A fines de 1889 llegó por primera vez a las Malvinas, permaneciendo hasta octubre de 1891, en que vuelve a Viedma como secretario de Mons. Cagliero y director de la casa de Viedma.
En 1900 el padre Migone fue destinado a Rawson para reconstruir los estragos causados por la inundación del año anterior. La realidad que debió afrontar al llegar el 7 de mayo lo traza un lacónico renglón de la crónica: “Bien recibido en Trelew, ya noche, llega a Rawson en donde no hay comida y con gran dificultad se prepara para dormir”. No obstante las penurias y la imposibilidad de obtener recursos, porque todos estaban en la misma situación, reconstruyó el colegio ampliándolo, reacondicionó el de las Hermanas y levantó un amplio salón para hospital. En los meses de verano recorría el extenso territorio del Chubut para llevar el consuelo de la religión a los diseminados pobladores, especialmente indígenas. Debe señalarse que los misioneros, junto con su labor apostólica, cumplían también las funciones de encargados del Registro Civil, contribuyendo con ello en la argentinización de los dispersos habitantes. En el informe de su gira realizada en los primeros meses de 1903 consigna: “En el Registro Civil he anotado más de 600 criaturas y he legitimado cerca de 300, y he registrado como 100 matrimonios”.
Cuando se retira de Rawson el 31 de octubre de 1904, la crónica anota: “Su traslado fue sumamente sentido por algunas familias de Rawson, Trelew, Gaiman, Puerto Madryn y en general por los habitantes del campo, entre los que gozaba de agradable simpatía por su saber y prudencia. Va acompañado por dos peones, lleva un carrito con tropilla para llegar hasta Santa Cruz. Dios le sea propicio”.
El 3 de enero de 1905 llegaba nuevamente a las Malvinas, prolongándose su permanencia por más de treinta años, interrumpida solamente por un viaje a Italia en 1913 con motivo de sus bodas de plata sacerdotales. Su trabajo consistía en atender a los católicos de las islas; fundó y mantuvo una escuelita; enseñaba castellano y visitaba periódicamente a los pocos pobladores que residían en el interior de las islas.
Obra suya fue la instalación del primer cine en Puerto Stanley el 2 de agosto de 1913, para lo cual tuvo que adquirir la maquinaria necesaria para producir energía eléctrica que aún no existía en las islas. Los jóvenes, y los que ya no lo eran, tuvieron así un lugar donde pasar las horas libres de los fines de semana. Al principio una vez por mes y luego quincenalmente se daban funciones educativas (educational shows) a las que se invitaba a los padres de los alumnos del colegio salesiano y del Estado. Se explicaba previamente la película que se exhibía, a cargo durante muchos años del “director de la escuela del Estado que lo hacía bien, sabiendo despertar el interés de sus pequeños oyentes, y aun de los grandes”. Durante la Primera Guerra Mundial se dieron también funciones de beneficio en las que se recaudaron £ 1.500 que fueron entregadas a la Cruz Roja.
Por su preparación intelectual, su entrega generosa, su caridad y vida ejemplar adquirió un gran ascendiente moral tanto entre los pobladores -católicos y no católicos- como ante las autoridades, lo cual le permitía expresar con mucha libertad sus opiniones, aun en el delicado tema de la soberanía sobre las islas.
Cuenta el padre Migone en su libro 33 Años de Vida Malvinera, que en una visita efectuada al gobernador, “señor Arnold Hodson, quizá el mejor de los gobernadores ingleses de las islas”, la conversación recayó en el tema de la soberanía. Advirtiendo el gobernador que el padre Migone no conocía la obra de Julio Goebel The Struggle for the Falkland Islands, editada en 1927, le entregó un ejemplar. Leyó con creciente curiosidad el voluminoso libro y le llamó la atención que “apoyado en muchos documentos, algunos inéditos, demuestra, con fina argumentación, lo insostenible del alegato inglés en el litigio de las Malvinas, y pone en evidencia la justicia del derecho argentino en lo que concierne a la propiedad de las islas”
Cuando fue a devolver el libro al gobernador, le dijo con su habitual franqueza: “Usted me entregó este libro de Goebel, que acabo de leer con sumo interés, aunque dudo mucho que por su parte haya hecho lo mismo”. “¿Por qué?”, le preguntó. “Por la sencilla razón que, de haberlo leído, hubiera tenido forzosamente que dar por muertos y enterrados los pretendidos derechos de los ingleses a la posesión de las islas. Ahí es (me dijo) donde está usted equivocado, ya que, por lo visto, no toma en cuenta que la posesión constituye las nueve décimas partes del derecho”.
A raíz de la lectura de ese libro y la conversación con el gobernador, el padre Migone estudió exhaustivamente el problema y se convirtió “en franco paladín del derecho argentino. Para poder defender con justicia y razón mi tesis, me dediqué al estudio de la cuestión; y de él salí profundamente convencido de que el mentado derecho inglés, no tenía más apoyo que la fuerza”.
En el prólogo de su libro mencionado, escrito al término de los festejos del “centenario de la toma de posesión de las islas por la Corona británica”, el padre Migone afirma: “Paréceme más oportuno que nunca una publicación que, entre otras cosas, reivindica justos derechos ajenos. Y más porque al celebrar ‘cien años de ocupación’ fundando en ellos el derecho exclusivo de propiedad a una tierra ocupada antes por franceses, españoles y argentinos, podrá en verdad, dar a los festejos resonancia y despertar entusiasmo, pero de ningún modo afianzar la verdad y la justicia”. La opinión del padre Migone tiene particular valor por tratarse de un uruguayo, por haber abrevado en fuentes inglesas y conocer como pocos la realidad de las islas.
El padre Migone murió en Puerto Stanley (Puerto Argentino) el 1º de noviembre de 1937 y allí descansan sus restos. Pienso que la Patagonia (y el país) está en deuda con él. Su nombre no figura en ningún lugar público de la Patagonia, no obstante haberle dedicado 50 años, prácticamente todos sus años de trabajo, de los cuales 35 en las Malvinas.
Fragmento del libro “Patagonia, tierra de hombres”, de Clemente Dumrauf