martes, 29 de abril de 2025

Dos casos de reparto aborigen tienen por protagonistas a los indios Mariano Molina y Ceferino Llancapán. El primero de ellos, a la edad de seis años, fue llevado desde la localidad de Azul por Juan Francisco Font, un caracterizado vecino del pueblo de Lujan del que llegó a ser intendente municipal siendo además dueño de un importante saladero ubicado en las cercanías de Jáuregui. El niño bautizado Mariano Molina, a la par que aprendía a leer y escribir prestaba servicios como cocinero y en tareas generales.

En 1890, en ocasión de producirse el movimiento revolucionario contra el presidente Juárez Celman, Molina acompañó a su tutor en la intentona sediciosa, y tratando de protegerlo resultó herido en un brazo en uno de los tantos combates que se suscitaron. Luego de morir Juan Francisco Font, Mariano Molina siguió sirviendo en la casa, pero ahora bajo la tutela de los descendientes de aquél, y al alcanzar la mayoría de edad pasó a desempeñarse en el cuidado de la huerta y de los animales. Víctima de una enfermedad circulatoria murió en 1935, a la edad de sesenta y cinco años.

Por su parte, Ceferino Llancapán fue, siendo niño aún, entregado al alférez Guillermo Pechman, quien, aprovechando la presencia del Vicario General monseñor Espinosa, lo hizo bautizar inmediatamente con el nombre de Eduardo Pechman. Fue sirviente del alférez mientras duró su destino en la frontera, y luego llevado por éste a Buenos Aires desde donde, terminada su formación escolar, fue trasladado a la Provincia de Entre Ríos y de allí de regreso a la Patagonia, al pueblo de General Roca, donde se reencontró con sus progenitores, prosiguiendo con ellos su vida.

Fragmento del libro “Estado y cuestión indígena”, de Enrique Hugo Mases

 

 

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