domingo, 8 de junio de 2025
Acto de jura de la primera bandera

Corría el año 1956, cuando el entonces jefe de Policía, Capitán de Corbeta Alberto Failo decide incorporar una Bandera de Ceremonias para la Repartición, que fuera bendecida y jurada por el personal policial.

Entonces, la Policía no contaba con instructores militares y consecuentemente, tropas adiestradas para un desfile. La noticia, de que el Jefe de Policía había dispuesto la preparación de un grupo de hombres para rendir honores a la Bandera, cundió entre el personal, especialmente sorprendió y entusiasmó a los más jóvenes. Por aquellos tiempos, prevalecían los hombres de edad madura, sobre todo suboficiales de ya larga trayectoria.

El Jefe de Policía, mientras que por un lado obtiene la colaboración del Colegio María Auxiliadora, para que pupilas confeccionen y borden la BANDERA, por otro se abocó a la búsqueda del hombre con las condiciones necesarias para organizar, adiestrar y comandar el desfile que él aspiraba sea brillante.

Decide que el entonces oficial principal Don Carlos Segundo Leske se encargara de la tarea. Recuerdo, porque con la jerarquía de Escribiente formé parte de la dotación del desfile, que el principal Leske nos hacía practicar en la antigua cancha de Racing ubicada sobre la calle Edison de Trelew. Me vienen a la memoria infinidad de anécdotas y de rostros de compañeros, la mayoría desaparecidos, que forman parte de la historia de nuestra Institución, que no debe olvidarse y por el contrario recrearse en todo momento que sea posible. Las horas de práctica con el Jefe del Desfile, eran en sí mismas, una mezcla de situaciones en que la jerarquía era aplicada en todo su rigor y otras jocosas por la impericia de algunos, al efectuar marchas, giros y manejos de armas.

No sé si por aquello tan dicho de que uno suele pensar que todo el pasado fue mejor o porque en realidad lo era, al analizarlo después de tantos años, me hace decir con satisfacción cuanto respeto que nos debíamos los unos con los otros y cuanto también el espíritu de cuerpo que existía para sobrellevar situaciones que a veces nos superaban, todo en procura de no defraudar, en primer término al Principal Leske, nuestro Comandante, a la Jefatura y a sentir el orgullo que representaba nuestro paso ante la mirada que imaginábamos curiosa de la población de Rawson.

Es necesario y de estricta Justicia, creo yo, dedicar un párrafo especial al Oficial Principal Carlos Segundo Leske, con quién años después cultivamos una estrecha y linda amistad que perduró hasta su desaparición física. En efecto, lo notable del caso era que, nosotros los Paternos, desde antes, veíamos al Principal Leske como un funcionario duro con el cumplimiento del servicio y muy apegado a la disciplina. Esa imagen se robusteció en la época que vengo citando de las prácticas de desfile pero, el conocerle más profundamente, hizo que aquel temor y desconfianza se convirtieran en admiración y respeto. El paso del tiempo no hizo más que confirmar esa imagen y se consideró lamentable cuando, alrededor de 1960, decidió dejar la Institución para dedicarse a tareas comerciales.

Para los que fuimos subalternos, nos dejó un recuerdo imborrable, y para los que después fuimos sus amigos, despertó un afecto sincero, que perduró en el tiempo.

La Jefatura de Policía se dio a la larga tarea de lograr contactos para posibilitar la venida de Monseñor Borgetti, Obispo de Viedma, para el 20 de Junio, Día de la Bandera, en que estaba previsto el acontecimiento. La tarea aunque pueda parecer sencilla, en estos tiempos, hace 56 años no lo era tanto, ya que los medios de comunicación, distaban de ser los de la actualidad.

Logrado el objetivo, y avanzado que estaba ya el entrenamiento de la tropa del desfile, sólo quedaba la conclusión de la confección de la BANDERA DE CEREMONIAS.

Recuerdo como hecho que aún me hace gracia, las prácticas que realizábamos para acompañar el ritual religioso en el momento de la Bendición de la Bandera. Debo aclarar que al no existir entonces Banda de Música de la Policía, se contaba con el apoyo de los Exploradores de Don Bosco, que si no me equivoco, dirigía el maestro Geronazzo.

El entonces Oficial Martínez (“Rucho”), había sido designado para que con un par de banderines en sus manos, luego de recibir la orden en clave que le transmitía el sacerdote que debía retransmitir moviendo sus brazos, al Jefe del Desfile y banda para que se rindieran los honores que correspondían al momento. Lo curioso era que, sea porque Martínez se equivocaba o porque era mal recibida la señal, las órdenes que llegaban a la tropa eran distintas de las que correspondían al momento de la ceremonia; no obstante, de a poco, se logró sincronizar los movimientos, y llegar al día del desfile perfectamente organizados.

Fue designado como abanderado el entonces Escribiente Emilio Alberto Molina, por su prestancia y porque habiendo sido voluntario en el Ejército durante varios años, era dueño de un desplazamiento acorde a las circunstancias. Las escoltas fueron los Sargentos Primeros Juan Luis Bru y Núñez, cuyo nombre no recuerdo, pero sí que provenía de la Policía de la Pampa, a la que luego regresó y lamentablemente encontró la muerte en acto de servicio. Los Jefes de Grupo y únicos oficiales en la formación eran Francisco Malik y el autor de estas líneas. Seria largo de enumerar los nombres y apellidos de los integrantes del grupo de desfile por lo que me remitiré a las fotografías que acompañan este articulo y que por sí solas ilustran al respecto.

Concluidos los preparativos, ya con la Bandera bordada, en la Jefatura de Policía, solamente había que esperar que llegara el gran día.

El 19 de Junio se realizó el ensayo general con banda y aparentemente todo estaba bien por cuanto Jefe de Policía y el ppal. Leske nos arengaron en procura de que al día siguiente rindiéramos aún más, buscando la perfección.

El lugar de la concentración de la tropa fue la comisaría de Rawson, frente a la plaza. Recuerdo que ese día amaneció esplendoroso en cuento al clima y también que en la inspección previa a la formación, el principal Leske nos envió a lustrar mejor las botas –porque a su juicio- no estaban como debían. Así era de riguroso el orden y la disciplina del jefe del desfile

La ceremonia y la misa de campaña correspondiente se realizarían frente al monumento a la bandera, que aun existe cerca de gobierno. El palco de autoridades se había emplazado en el acceso a la misma.

Llegada las 11 de la mañana, comenzamos el desplazamiento hacia el lugar de la ceremonia. Me parece ver aún al jefe del desfile y su ayudante, el agente, José Rubén Aranea, avanzar con paso firme y elegante seguido por la tropa.

El obispo de Viedma realizó la bendición y el jefe de policía entregó la bandera al abanderado. Después de los discursos de práctica todo estuvo preparado para el desfile, que, como es de imaginar, era esperado por toda la población de Rawson que aguardaba sobre las veredas.

Retomamos la ubicación al fondo de la diagonal, a la altura del colegio salesiano, y ansiosos iniciamos la marcha pasando frente a las autoridades rindiendo los honores de estilo que tanto habíamos practicado.

Fragmentos del libro “Para que la huella no se pierda”, del comisario retirado Mariano Héctor Iralde

 

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