
En México nadie presentó como un premio a los gobiernos de turno cuando el Tesoro norteamericano lo ayudó en tiempos de Ronald Reagan a contener una fuerte crisis de deuda, y luego, con Bill Clinton en la Casa Blanca, lo ayudó a salir de “la crisis del tequila”.
Tampoco en Brasil se presentó como un premio el salvataje que recibió en los años 90. Lo mismo en el 2002, cuando esa ayuda para crisis económicas graves fue concedida por el gobierno de George W. Bush a Uruguay. Igual que cuando el Tesoro norteamericano acudió en ayuda de Corea del Sur y de otros aliados en crisis.
Sin embargo, en Argentina hay sectores que muestran el swap de Estados Unidos como un premio a Javier Milei. Algo absurdo. Es obvio que si te tiran un salvavidas es porque que te estás ahogando.
Más curioso aún que la lectura triunfalista con que se recibió la noticia en Argentina, es la condición que, tanto en el ámbito político como el económico, muchas voces norteamericanas reclamaron a la Casa Blanca: exigir al presidente argentino que se comprometa a establecer consensos para garantizar la continuidad del modelo que impulsa.
Es difícil imaginar que Donald Trump plantearía una condición de ese tipo. No está en su naturaleza. Es más fácil imaginarlo condicionando el balón de oxígeno que proporcionó a las asfixiadas finanzas de argentina, a reducir la influencia de China sobre su economía. De hecho, que el swap otorgado sea por la misma cifra que el swap chino con que ya cuenta el país, parece sugerir que el magnate neoyorquino entregó a su mayor admirador en Sudamérica el instrumento para reemplazarlo.
No fue en la Casa Blanca ni en el Departamento del Tesoro, sino en el Congreso y en los medios de comunicación, donde se escucharon muchas voces reclamando exigir a Milei que dialogue para lograr consensos que garanticen la continuidad de sus reformas. En el Despacho Oval nadie habló de reclamar al presidente argentino que deje de insultar y empiece a conversar y a negociar el profundo cambio de modelo que propone.
Es necesario hacerle tal reclamo porque, teniendo una minoría exigua en el Congreso, Milei se dedicó a maltratar a toda la oposición, mostrando especial ensañamiento con aquellos opositores que quisieron ayudarlo. Y si necesitando ayuda el presidente insultó y humilló a quienes lo ayudaban, cómo actuaría si en la elección de octubre obtuviera una cantidad suficiente de bancas como para no necesitar ayuda de nadie.
Esa pregunta que curiosamente nadie plantea en Argentina, se la hacen muchos norteamericanos a Trump, porque saben que el cambio de modelo económico y su continuidad necesitan de consensos. Si no es por consenso, una reforma de ese tipo debe hacerse por imposición. Pero en una democracia la imposición no garantiza la continuidad porque un próximo gobierno de signo diferente podría virar abruptamente la dirección y Argentina seguiría derrapando de banquina en banquina.
La única posibilidad de continuidad que tiene un modelo establecido por imposición, o sea sin consensos, es reemplazando al mismo tiempo la democracia por una autocracia.
Sólo un autócrata puede garantizar la continuidad de un sistema que impuso sin haber alcanzado acuerdos con el arco opositor.
Por eso habría sido prudente que se condicionara el salvataje al reemplazo del confrontacionismo de altísimo voltaje y total inutilidad, por el diálogo y los acuerdos que requiere una democracia para garantizar continuidades. Y exigir eso no está en la naturaleza de Trump. Está a la vista que, tal como lo señala buena parte de los estadounidenses y un número creciente de dirigentes republicanos, su gobierno está debilitando la institucionalidad vigente para reemplazar la democracia con la que nació Estados Unidos por un modelo autocrático.
A eso parece apuntar la condición de ganar la elección legislativa de octubre que se le puso a Milei para recibir el Swap. Una condición absurda, porque un presidente no puede garantizar un resultado electoral. Puede garantizar, por ejemplo, que la elección sea limpia, pero la única forma de comprometerse a triunfar es estando dispuesto a cometer un fraude si el resultado le resulta adverso.
En rigor, el condicionamiento que puso Trump no es a Milei, sino al electorado argentino. La condición extorsiva de ayudar a estabilizar la economía y evitar crisis profundas, sólo si a la elección de octubre la gana el oficialismo.
Si en lugar de aduladores y fanáticos, Trump tuviera alrededor la calidad y el profesionalismo que normalmente tienen los equipos gubernamentales en Estados Unidos, le estarían explicando la cantidad de estropicios y negligencias con que el gobierno de Milei se auto-saboteó hasta quedar medio grogui por los cachetazos electorales que recibió en las provincias de Corrientes y Buenos Aires. Y que, por lo tanto, debería condicionar la ayuda a que construya consensos.
También que arme las listas con personas idóneas y lleve al Congreso lucidez y pragmatismo, en lugar de fanáticos sin inteligencia ni conocimiento ni decoro.
Por Claudio Fantini para Los Andes