Lo que estaba siendo un rato de diversión viendo redes sociales entre amigos acabó con la muerte de un niño de 13 años en Ohio (EEUU). Jacob Stevens era un chico cariñoso, divertido y educado, según describe su padre. Jugaba al fútbol americano en la Greenfield Middle School, donde estudiaba. Estaba con algunos amigos en su casa cuando se sumaron al Benadryl Challenge, un peligroso reto que circula por TikTok que consiste en ingerir numerosas pastillas de ese antihistamínico para supuestamente tener alucinaciones. Cuando empezó a convulsionar, sus amigos que lo estaban grabando salieron corriendo asustados, según cuenta la abuela del muchacho. Tras una semana en coma conectado a un respirador, Jacob moría hace unos días.
No es el único caso que ha habido por esta causa. Una chica de 15 años murió en Oklahoma en 2020 tras realizar este reto y otras tres tuvieron que ser ingresadas en Texas meses antes por el mismo motivo, llegando a tener una de ellas una frecuencia cardiaca de 199 pulsaciones en reposo.
Según un estudio del grupo de investigación Ciberpsicología de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), uno de cada 10 adolescentes españoles reconoce haber realizado retos virales peligrosos. Elaborado el año pasado entre 417 menores de entre 10 y 14 años de Aragón, Asturias y Castilla y León, el estudio distingue entre retos sociales, con un componente familiar o social de diversión como bailes o bromas inofensivas (todos recordamos el famoso hace 10 años Harlem Shake); retos solidarios, cuyo propósito es ayudar a los demás o fomentar buenas conductas (como el Ice Bucket Challenge en favor de la ELA); y retos peligrosos, que ponen en riesgo la integridad de la persona que lo hace o de otras personas.
El abecedario del diablo, Condom Challenge, Rompebocas, Rompecráneos, Cereal Challenge, inhalar ‘gas mechero’ (causó la muerte el año pasado de una joven de 16 años en Toledo), el reto del hielo y sal, la cicatriz francesa que se popularizó hace poco, Jonathan Galindo (provocó el suicidio de un niño italiano de 10 años), Blackout Challenge (por el que han muerto varios jóvenes, entre ellos Archie Battersbee, de 12 años, que fue desconectado por orden de la Justicia británica tras varios meses con soporte vital), Momo, la ballena azul (consistía en 50 tareas, la última de las cuales era quitarse la vida. Solo en Rusia se cree que provocó más de 100 casos de suicidio), la caza del pijo… Golpes, caídas, quemaduras, cortes, asfixia… La mayoría incitan a lesionarse uno mismo, aunque los hay que promueven lastimar a otros. Pero, ¿qué lleva a un adolescente a seguir estos desafíos que ponen en peligro su propia vida? ¿Qué pasa por su cabeza para que cada vez haya más casos?
El doctor en Psicología y presidente de Psicología sin Fronteras Guillermo Fouce no cree que esto sea algo nuevo, propio de esta generación. «Las conductas imitativas de riesgo se llevan produciendo siempre. Otra cosa es que las nuevas tecnologías las hayan potenciado, a la par que una conectividad internacional. Tal como funciona internet, en este caso para mal, si uno busca determinados contenidos como violencia, muerte o anorexia después van a aparecer todo el tiempo, el buscador lo genera como cuando buscas información de viajes y luego te saltan todo el tiempo. Entonces entras en un bucle en el que te empieza a parecer normal lo que no lo es. Las nuevas tecnologías cambian la dimensión de este fenómeno y lo complican mucho».
EL EFECTO WERTHER Y LAS CONDUCTAS IMITATIVAS DE RIESGO
El psicólogo habla del efecto Werther, «donde surgió esta cuestión de la imitación que ha hecho que no se hablara de los suicidios en los medios, por ejemplo». En Las penas del joven Werther, una obra de Johann Wolfgang von Goethe, el protagonista sufre por amor y acaba suicidándose. También menciona el pánico colectivo que generó la emisión radiofónica de La guerra de los mundos de H. G. Wells. Quizá no nos demos cuenta, pero la televisión ha utilizado también la violencia y la crueldad para conseguir audiencias en programas cada vez más extremos.