Se la conoce como la batalla sin humo. Toda la lucha fue a sable, lanza y cuerpo a cuerpo. Ocurrió el 6 de agosto de 1824.
Se enfrentaron las fuerzas de Simón Bolivar y el general español Canterac. Este ultimo al frente de su caballería realista, logró al principio arrollar a la patriota, que se puso en precipitada retirada con sus principales jefes a la cabeza.
El general argentino Mariano Necochea batiéndose como un león había tomado el ala derecha a su cargo, bañado en sangre y presentando a la vista horribles heridas, cayó y se le dio por muerto.
El general Bolivar, que creyó todo perdido, se retiró, trasladándose a más de una legua a retaguardia. Pero el teniente coronel argentino Manuel Isidoro Suárez, que mandaba un regimiento de húsares peruanos con gran valor y patriotismo, ordeno “a deguello” a los clarines y atacó violentamente a la caballería española, empezando así una nueva lucha, “la mas sangrienta y atroz que pueda imaginarse”, así decía el parte de batalla, logrando quebrar la acometida enemiga poniendo en desorientada huida a las aguerridas tropas de Canterac.
La gran victoria de Junín, aunque ya no estaba el general San Martín, puede decirse que fue de el también, pues los jefes, tropas peruanas, chilenas y granaderos a caballo recientemente puestos al mando de Bolivar, entrenadas y disciplinadas por él, fueron los que lograron el éxito de tan importante contienda, donde las provincias antiguas del Alto Perú se declararon independientes de todo poder extranjero, europeo o americano.