martes, 11 de marzo de 2025
Balseros del establecimiento maderero de don José Graziano, mediados de los 80

Luego de limpiar todos los rollizos reuníamos toda la madera sobre la playa del lago para armar la balsa de cajón. Primero se reunía con los bueyes en los canchaderos, se tiraban por los botaderos y luego los reuníamos abajo en los vallecitos pegados al lago. Se trabajaba mucho con los bueyes que eran muy baqueanos para arrimar la madera y para cargar la balsa.

Los bueyes trabajaban solos enyugados para arrastrar la madera, no habían carros, era todo faldeo y roca en el cerro y entonces buscaban las huellas, a veces hecha por la misma madera que caía.

Para la balsa primero se hacía como un cajón rectangular, luego se hacía la primera cama de rollizos que eran los más gruesos que iban abajo y adentro del cajón, esos eran los flotadores. Después, a lo largo de la balsa, en la balsa de 40 metros o más se ponían 10 o 12 largos de rollizos y después se le cruzaban arriba de ese marco entonces por lo general la balsa era más chica que los tantos metros de largo de los rollizos, luego se ponían atravesados se seguían estivando los rollizos a 3 o 4 metros de altura o más y la balsa se iba sumergiendo y esos rollizos grandes que se ponían al principio debajo de todo hacían de flotadores, así la balsa no se desarmaba hasta llegar al puerto en donde la misma ola desarmaba la balsa. La balsa sobresalía un metro y medio o dos metros del lago y nosotros íbamos arriba. Recuerdo que solíamos llevar un fogón arriba de la balsa sobre cáscaras de coihue que usábamos para cocinar ya que a veces nos teníamos que quedar un par de días al refugio de la Puntilla de Cuevas, cuando llegábamos a ese lugar y había mucho viento desde Chile hacíamos campamento afuera, en tierra, hasta que se calmaba y volvíamos a la balsa para reanudar el viaje hasta llegar.

Algunas veces solían venir 2 o 3 balsas juntas, una detrás de la otra o hacia los costados. Era divertido venir así, cuando teníamos que parar por el mal tiempo en la Puntilla de Cuevas, nos solíamos juntar para jugar al truco.

La jornada iniciaba cuando aclaraba y se terminaba cuando oscurecía, trabajábamos todo el día. Uno se acostumbraba a esa soledad, a veces los días domingos que no trabajábamos, nos visitábamos de un campamento a otro, íbamos por los senderos de la cordillera o bien en bote a remo. Ese día lo usábamos para divertirnos, descansar o lavar la ropa.

A los campamentos para trabajar llevábamos desde Puelo las cosas para las comidas, cosas comunes como harina para hacer la masa, papas, arroz, fideos, y algo también había para comprar en El Turbio que estaba más cerca.

Para armar la balsa y hacer viaje teníamos que tener entre 400 y 500 rollizos y en oportunidades más, según el tamaño de la balsa. Preparar esa madera nos llevaba meses, hacer la balsa y cargarla nos llevaba unos 15 o 20 días, hacíamos una balsa por año, había que descansar un poco también.

Riestra de rollizos trasladada desde El Turbio al muelle del Lago Puelo, año 2001

En esos tiempos se sacó mucha madera y yo estuve del año 1944 a 1952. La balsa llegaba a destino, al lugar donde hoy está el muelle pero en ese tiempo no había muelle. Antes de que la balsa chocara con la orilla nosotros empezábamos a sacar todo en el bote, clavábamos las hachas en los mismos rollizos, bien firmes, y sacábamos las trozadoras y todo porque en unos minutos se desarmaba la balsa, enseguida por el viento y las olas. Cuando se corría un rollizo de abajo salían todos. Con buen tiempo demorábamos desde el campamento al destino, a la orilla del Puelo, dos días y medio a remos, era muy lento. Si el clima era malo demorábamos unos 15 días o más porque teníamos que parar en la puntilla. Para remar se solía sumar más gente, la gente de otros campamentos colaboraba mucho, a veces tenían que traer de otros campamentos algo o tejuelas y entonces ayudaban a remar. Veníamos 7 o 8 ahí arriba, la balsa llevaba 3 o 4 remos por lado y 1 atrás de timón. Con una balsa, al desarmarse, la madera era arrastrada por el agua y el viento hasta la Rinconada de Muñoz (hoy La Playita). De ahí se sacaba afuera con los carreros que la recibían y trasladaban al destino final, algún aserradero.

Eran carreros de toda la zona, del Puelo, El Mallín Ahogado, El Bolsón y tiraban la madera para Azcona. Esos carros traían tres yuntas de bueyes con ruedas comunes con rayos.

Dependía del tamaño la cantidad de rollizos que trasladaba cada carro, generalmente los primeros rollizos que se elegían para llevar eran los más gruesos porque ganaban más, por ejemplo, un rollizo de 40 pulgadas Azcona lo pagaba a 40 centavos por pulgada, en cambio un rollizo de 10 pulgadas lo pagaba a 10 centavos por pulgada. Entonces llevaban 4 rollizos de 10 pulgadas para hacer cuatro pesos, mientras que con los otros ganaban más. Azcona pagaba por pulgada, tanto por los rollizos que llegaban en la balsa como también por lo que trasladaban los carreros.

Venía mucha gente a buscar la madera que se ganaba la vida ahí, porque Azcona le cambalacheaba por harina, por trigo. De Mallín Ahogado habría unos 15 o 20 carreros que tenían hasta dos carros a veces y Azcona en oportunidades les facilitaba los bueyes suyos.

En esos años era lo único que había como trabajo, había agricultura y ganadería pero esta zona de Puelo era chica. Hubo familias que nunca se dedicaron a la madera pero ellos vivían de otra manera.

Llegaban carreros del Mallín, de El Hoyo, de las Golondrinas, de todos lados. Estaban las familias Soria, Bocada, Blanco, Flandes del Desemboque, la mayoría de la gente tenía sus carros y los adaptaba para la tarea, había que sacarle la caja tipo camión por otra caja para tirar rollizos, más sufrida que si se rompía podían repararla ellos mismos.

Los carros salían del lago hacia El Bolsón hasta lo de Azcona, él tenía un molino harinero y un aserradero con la misma agua trabajaba de noche el molino y por el día el aserradero. Hacía de todo, tablas para vender acá y también afuera las que trasladaba en el Ferrocarril desde El maitén, también las tejuelas (…)”.

El relato de Don Sabino Muñoz, como el de otros antiguos madereros que tuve la oportunidad de entrevistar muestran un oficio que en esta región fue uno de los principales, obrajeros e industriales que dieron años de su vida en esta explotación que aún continúa con los mismos procedimientos pero ya con herramientas más modernas como la motosierra y el camión en lugar de los carros.

Esta nota será ampliada con los aportes y experiencias que me brindaran en diferentes entrevistas vecinos como: Don Cancaleo Molina, don José Eleazar Cárdenas, don Venicio Ficha Fuiche, Ricardo Prieto, Tatín Fernández, Tani Contreras, Isidoro Millaldeo, José Graziano, entre otros. A ellos mi reconocimiento a través de esta nota.

 

Por Marcelo Daniel Giusiano para La Voz de Chubut

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