sábado, 6 de julio de 2024
Patiño y miembros de su banda al momento de ser arrestados

En 1924 el padre Juan Muzio emprendió otro de sus recorridos misionales, esta vez con rumbo a Telsen y no a caballo sino en su “forcito”, mote con el que él mismo denominaba a su Ford T. Los pobladores en cuya casa pernocta le comentan un hecho ocurrido recientemente que con posterioridad tuvo mucha prensa en todo el territorio.

Dice Muzio: “Salimos de Trelew, pasamos por Dolavon siguiendo el camino a Dos Pozos, bajando el arroyo Chasicó donde empalma el camino a Telsen, a la derecha del arroyo y camino hacia el oeste, que pasa por el arroyo Ranquil Huau, y sigue para la Católica. Esta es una casa de negocio, situada al pie de una pequeña colina de la que brota una fuente de agua cristalina y dulce. Hacía unos pocos meses, una pandilla de bandidos había intentado asaltar la casa, produciéndose un fuerte tiroteo. Vi las balas incrustadas en los troncos de árboles de tamariscos y álamos que la rodean, también los agujeros en las puertas y ventanas, de varias balas que habían cruzado en diferente dirección para matar a la familia. El dueño, Emiliano, herido salió por la puerta que daba al fondo de la casa, y puesto tras un álamo, de un tiro mató al jefe de los bandidos y entonces los otros se fueron. Fue también herida la suegra del dueño y ambos fueron traídos a Trelew maltrechos pero se salvaron”.

El padre Juan Muzio no da los nombres de los bandidos, pero presumimos por diversos indicios que se trata de los hombres de la banda del “rubio” Patiño, quien deambulaba junto a ellos por la meseta de Somuncurá y zonas aledañas entre 1925-1933, año en que fue capturado por la acción conjunta de las policías de Chubut y Río Negro. De acuerdo a la información que se encuentra en las actas policiales, Eugenio Ovando Patiño nació en Chile, más concretamente en la ciudad de Valdivia en 1901. Era analfabeto y posiblemente haya pertenecido un tiempo  al cuerpo de carabineros, en su prontuario constan varios arrestos por robos, actos de violencia y ebriedad. También estuvo preso en la cárcel de Rawson, de la que intentó evadirse sin éxito. Entre los integrantes de su banda figuraban Aquilino Justiniano, de origen boliviano, y José Cecilio Troncoso, quienes con anterioridad se habían desempeñado como miembros de la policía.

Otro caso famoso es el de Froilán Medina. Escuchemos al respecto el relato de Lidio Pérez: “…se hablaba mucho de Medina, de Patiño y de varios bandoleros más… una vez mi mamá se quedó sola con nosotros en el almacén que teníamos en Arroyo Verde, ahí abajito del Somuncurá… estaba atendiendo cuando apareció este Medina y tres más. Le pidieron harina, yerba, vino, vicios y que le diera carne (que teníamos siempre a la fresca, recién carneada). La vieja se fue para el fondo y sacó un rifle y lo dejó cerca de la puerta que iba del almacén a la casa, que estaba dividido por el patio. Nosotros debíamos andar por ahí, o durmiendo seguro porque fue de mañana… pero todo muy correcto, le dio la comida y le dijo que no tenía más, dinero no había (se lo había llevado el viejo porque estaba en Sierra Grande con el carro para comprar mercaderías). El peón estaba recorriendo el campo y cuando llegó quería ir a perseguirlos pero no lo dejó la vieja, le dijo que estaban armados y que eran tres, y habían estado tranquilos. Hasta le dejó a la vieja de regalo un cuchillo y unos pesos por haberla atendido bien… era mejor tenerlos del lado de uno y la policía no era de confiar, muchas veces porque muchos eran peor que los bandoleros. Los policías tomaban y sacaban a cuenta, no pagaban y también se ponían bravos a veces… eso sí, siembre me acuerdo que la vieja decía que si los bandoleros daban la vuelta por el mostrador o iban a la casa no dudaba en tirotearlos… era brava la vieja,  estaban muy acostumbrados a esto y sabían defenderse… Después se supo que a Medina lo tirotearon… poco tiempo después”.

El cuatrerismo fue el fenómeno delictivo más difundido y no podemos dejar de remarcar el hecho de que las haciendas robadas tenían por compradores a otros pobladores o bolicheros, que usaban a los bandidos rurales como proveedores, conformando una estructura ilegal de circulación de bienes, de la que no estaba exenta cierta connivencia policial.

Estos bandidos se movían en medio de una población rural temerosa y/o cómplice, depende del caso, que le daban alojamiento y los escondían de las razias policiales. Así el accionar del cuatrerismo tenía más posibilidades de desarrollo en zonas rurales como estas en las cuales las instituciones estatales de control y vigilancia eran débiles y se encontraban en proceso de organización.

Como consecuencia de la crisis a partir del 25 y con la caída progresiva del precio de la lana, crece la desocupación y aumentan los niveles de explotación de la mano de obra campesina y muchos de los expulsados del sistema encuentran en el cuatrerismo una forma de supervivencia.

Durante ese periodo el Estado intentaba con suerte dispar regular las relaciones sociales, y su presencia en esta zona de la Meseta Norte del Chubut  fue irregular cuando no funcional a este estado de cosas.

Fragmento del libro “Tels’en, Una historia social de la meseta norte del Chubut”, de Liliana Pérez

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