El bandoneón vue inventado en Alemania pero radicado definitivamente en la Argentina, habiendo desbordado lo porteño, buscano el interior del país para hermanarse con otras formas musicales, como por ejemplo el folklore.
Y el tango en especial está enlazado con el nacimiento de un singular instrumento musical, el bandoneón, al que aludiré luego especialmente.
Pero todos los instrumentos musicales, poseen -cada uno de ellos- una voz, un idioma propio y una personalidad nítida, hecha de sonidos.
Y cada instrumento es la expresión de un algo, de una forma musical, sin la cual ésta, no podría alcanzar su plenitud.
¿Qué sería del jazz por ejemplo, sin la trompeta o el saxofón?.
Qué de nuestro folklore sin la quena, el charango o la guitarra?.
¡Pero que sería de una orquesta de tango sin el bandoneón!.
Caso curioso el del tango.
Todas las músicas populares surgieron fuera de las ciudades, en ambientes rurales y campesinos.
El jazz, por ejemplo nació en los algodonales del sur de los EE.UU.; el samba brasilero en los cafetales poblados de esclavos.
El tango en cambio, es la única expresión popular que nació en una ciudad. Fuese esta Buenos Aires o Montevideo.
Pero quiero referirme específicamente al bandoneón.
¿De dónde surge su nombre?.
Parecería que lo habría ideado en Alemania en marzo de 1830 un Señor Uhlig. Y que un comerciante vecino lo perfeccionó y lo fabricó en escala.
El tango, que voló del arroyo al cielo porque nació puro ha entrado, en estos años en una etapa revitalizadora, afortunadamente.
Porque es sin duda esta música una de las más originales y fecundas muestras de nuestra cultura.
Por eso el triunfo –o el fracaso- del tango significaría el triunfo o el fracaso de algo plenamente nuestro.
Lo mismo cabe decir para el bandoneón, inventado en Alemania, pero radicado definitivamente en la Argentina, habiendo desbordado lo porteño, buscando el interior del país para hermanarse con otras formas musicales.
Por ejemplo el folklore lentamente va incluyendo el bandoneón para insertarlo en su propio decir.
Y Paraná arriba por ejemplo, los aires litoraleños incorporan al acordeón y también al bandoneón para convertirlo en un inmejorable transmisor del chamamé.
Y también tierra adentro, cruzando pampas y sierras se va incorporando en la chacarera.
Y allá en el norte, en la hermosa Salta, va en las procesiones donde la religiosidad se vuelca en las calles.
Allí el bandoneón está reemplazando al órgano en su acercamiento a Dios.
¿Quién pudiera decirle al alemán Sr. Band, que su instrumento de 44 teclas duplicaría las mismas y que 170 años después haría latir los corazones de hombres diferentes, en tierras diferentes.
Mencioné a Maffia, a Laurenz, a Troilo.
Y el recuerdo de estos inspirados gigantes del bandoneón que hoy nos miran desde el cielo, pero que la magia del disco nos acerca diariamente trae a mi mente este aforismo:
“Cuando los músicos ya no laten, siguen haciendo latir”.
JOSE ÑAROSKY