Los miles de millones de dólares que China ofrece a países emergentes tienen una contracara muy peligrosa: secretismo, tasas altas, impacto ambiental y social.
La creciente presencia del gobierno chino en el mundo es una gran ayuda para muchos países y una gran preocupación para otros. Sin embargo, incluso para quienes ven a China como una mano bondadosa que los ayuda a enfrentar crisis locales, queda cada vez más claro que la aparente ayuda representa más un peligro futuro que otra cosa. Es decir, lo que hoy es ayuda a partir de una necesidad, mañana puede transformarse en una amenaza para el país que recibe dicha cooperación.
El gobierno chino expande sin parar su presencia en el mundo a través de dos pilares, fundamentalmente. Por un lado, la ayuda financiera directa. Es decir, créditos o donaciones a países que deben enfrentar crisis económicas y financieras de magnitud. En el caso de los créditos, las condiciones de repago suelen ser muy perjudiciales para quienes los reciben: tasas más altas que las del FMI u otros prestamistas de la banca internacional, prioridad para China en el repago de deudas que contraiga el país y cláusulas secretas caracterizan a cada uno de los créditos que ofrece China. El segundo pilar, quizá el más utilizado, es la infraestructura. O, mejor dicho, la realización de impresionantes obras de infraestructura en países en vías de desarrollo o de desarrollo bajo. Son obras que los países, por sí solos, pasarían décadas antes de poder realizarlas.
La Nueva Ruta de la Seda es la estrategia china para conquistar el mundo, principalmente a partir de la realización de obras de infraestructura. Mal no le está yendo a Xi Jinping con su estrategia. Inaugurada en 2013, hoy ya cuenta con más de 140 países adheridos. Cada uno de ellos, recibe financiamiento para la realización de grandes obras de infraestructura o, directamente, recibe a empresas y trabajadores chinos para su realización y posterior operación. La BRI es, sin dudas, una estrategia que solo puede representar triunfos para China. Gana o gana. El desarrollo de obras de infraestructura, a cargo de empresas chinas con empleados chinos, asegura que China esté físicamente operativa en muchos de los 140 países que forman parte de la BRI. Y, por supuesto, logra un activo muy valioso: disponer de nuevas rutas y conexiones que, ante un eventual conflicto bélico internacional, pueden representar canales clave en cualquier estrategia militar. También, desde ya, gana en términos económicos. China no hace beneficencia, solo muy pocos de los acuerdos disponen préstamos no reembolsables.
La luz de alerta encendida por América latina
América latina es una de las regiones preferidas por China para la realización de obras de infraestructura. Son muy pocos los países de la región que no forman parte de la Nueva Ruta de la Seda de China. Sin embargo, es cada vez más evidente que la amplia mayoría de estas obras genera tantos problemas como beneficios, o más. Cuestiones medioambientales y humanitarias están poniendo en tela de juicio estas obras, que los países necesitan pero que al mismo tiempo pueden terminar sufriendo.
Recientemente, casi 150 organizaciones de la sociedad civil del continente, apoyadas por otras casi 50 instituciones de todo el mundo, presentaron una carta al Banco de Desarrollo de China (BDC), cuestionando la realización de muchas de estas obras. El BDC es la banca predilecta de China para ejecutar estas obras. Es una de varias instituciones y empresas locales involucradas en la gestión de estas monumentales obras, pero en nuestra región es la principal.
Fuente: Diario Río Negro