Con el vencimiento el convenio con la usina de Ibarguren, en 1949, se había iniciado el proceso para que la Sociedad Cooperativa brinde energía eléctrica a todo el pueblo.
Al comenzar la década del ’50, el alumbrado público ya tiene una extensión de 19.160 metros lineales en la “planta baja” y 21.377 en el barrio Oeste. El vecino de la parte alta paga 20 centavos el kw, mientras que abajo, en la ciudad, el valor es de 15 centavos.
El gobernador militar, Julio Lagos, pide a Ibarguren que la red conductora de energía eléctrica sea ofrecida en venta a la Cooperativa Popular, a lo cual el empresario responde que “hay problemas difíciles de resolver” para poder lograrlo.
Mientras se queja de que su actividad ya no es rentable y que incluso produce pérdidas, enumera la serie de inconvenientes para que la SCPL opere el servicio a pleno. El primero de ellos es que si ésta se hiciera cargo de todo el servicio no habría seguridad de una alternativa en caso de emergencia, al fallar “cualquiera de las máquinas”.
Otro argumento esgrimido es que Correos y Telecomunicaciones y el Hospital tienen equipos para corriente continua, así como dos barracas con motores de 50 a 60 HP, panaderías, talleres y “la fábrica de hielo y cámara frigorífica más importante de la ciudad”, que le pertenece, aunque es un detalle que no menciona en esta nota a Lagos.
Pero la SCPL no puede dotar esta energía, por lo cual sus autoridades proponen que Ibarguren se haga cargo de brindar corriente continua y la entidad, del resto de la red. El empresario asegura que “la venta de la red sería para mí una solución económica pues dejaría de prestar un servicio que actualmente produce pérdidas, pues no es posible ser competidor de una cooperativa”.
No obstante, tarda meses en cotizar un valor de alquiler de sus máquinas a la SCPL. Cuando lo hace, había afilado bien el lápiz para no seguir teniendo esas pérdidas de las que se lamentaba. Propone un alquiler del 8 por ciento mensual sobre el valor de las instalaciones. Es decir, al finalizar el primer año, iba a recuperar el dinero invertido.
Finalmente, logra mantener un contrato precario “por el tiempo que la Municipalidad lo estime conveniente”, aunque cambian nuevamente las condiciones con Ibarguren. Ya no va a percibir los gastos de cobranza y pese a sus lamentos, el precio de la energía no aumenta, como pretendía, en un ciento por ciento Pasan algunos años más, hasta que la Sociedad
Cooperativa Popular Limitada puede hacerse cargo de todo el servicio. La reinversión de los dineros ingresados en la entidad fortalece la infraestructura y en algún tiempo produce y distribuye toda la energía, tanto para las casas como para la incipiente industria y el floreciente comercio de Comodoro Rivadavia, que cada vez se acerca más a ese sueño de unos años antes: transformarse en la “gran ciudad” de la Patagonia.
La usina de Kilómetro 5, iniciada en 1950, es un fusible para la entidad cooperativa, a partir de 1954. Mediante un contrato firmado con Y.P.F., la empresa se compromete a suministrar un cupo de energía de 2000 kw mensuales producidos por aquella central.
Mientras tanto, la situación de la otrora rentable usina de Ibarguren se hace insostenible. En 1953, se retiran las columnas del centro de la calzada, en las calles principales del pueblo, por pedido de la Municipalidad.
Cuatro años más tarde, la SCPL se hace cargo de la prestación del servicio de alumbrado público (ya lo hacía en los domicilios de la planta baja). Para ello, utiliza la red de la usina privada, cedida en préstamo, ante lo no redituable del mantenimiento de la sucesión de Luis Ibarguren. La demanda de los vecinos de Laprida hace que, también en 1957, se inicie la prestación en dicho barrio.
Un año después, se agregarán al área de servicio Rada Tilly y los barrios Industrial y Presidente Ortiz. Más al Norte, Ciudadela y Próspero Palazzo verían llegar las redes de la SCPL en 1959. Casi toda la ciudad (a esta altura, es injusto denominarla “pueblo”) está conectada a la Cooperativa.
Esta, verá agotada nuevamente su capacidad de generación a finales de la década. Cartens recordará que se requiere 3.000 kw de potencia para satisfacer la demanda y “se resolvió que para este objeto debía recurrirse al mar, ubicando la nueva usina próxima a la costa”,
Nace así la Central Playa Sud, ubicada sobre la Ruta Nº 3, con la cual “la Cooperativa se encontró en condiciones de acceder a las solicitudes de energía pendientes en distintas zonas del conurbano, especialmente a fábricas textiles instaladas en el barrio Industrial”. En 1964, con el pleno funcionamiento de esta Central, queda fuera de servicio la Usina del Pueblo, ésa que estaba en el ex-cine Coliseo.
Fragmentos del libro “Crónicas del Centenario”