Patricio Prieto es un joven de 41 años, nieto de Rodolfo Prieto y Eva Fernández, antiguos pobladores de la localidad, que en el año 2016 por razones laborales se establece en la ciudad de Comodoro Rivadavia. Es allí, en su vivienda, que un escape de gas mientras dormía le provoca una intoxicación por monóxido de carbono que casi lo lleva a la muerte.
Patricio comenta sobre su salvación que se trató de un “milagro” y atribuye el mismo a sus primas de Lago Puelo que ante la gravedad de su estado subieron hasta la Virgen del Currumahuida para pedir por su salud y pronta recuperación, lo que efectivamente sucedió.
Es entonces que en su próxima visita a su pueblo natal, luego del accidente, decide convocar a las chicas para que lo acompañen hasta la Virgen y agradecerle por su recuperación. Así lo relata, hurgando en sus recuerdos: “Yo la verdad es que estuve al borde de la muerte, viví porque tenía que vivir, por un milagro realmente (…), al año de que yo salí de eso y me recuperé fui a Puelo, allí mis primas me comentaron entonces les dije ¡vamos a la Virgen a Agradecer! Ahí comenzó todo.
Patricio y su prima Mariela suben a la Virgen, y de regreso se encuentran con el sendero de la cruz y es entonces cuando deciden seguir ese camino ya que para ellos, la Cruz, representaba un emblema de Lago Puelo, siempre estuvo ahí y de pequeños solían ir a pasear en familia. Al llegar y observar que solo quedaba una cruz vieja muy maltrecha deciden construir una nueva. Patricio, a su regreso de un viaje corto a Comodoro Rivadavia, con la ayuda de aquellos otros familiares que quisieran involucrarse con la idea, impulsa esta cruzada. “(…) volví a Puelo y el día del cumpleaños de mi papá, estaba también mi hermano Pablo, así que el 17 de Enero del año 2021 salimos a las 6 hs. de la mañana rumbo a la Cruz. Allí cortamos unos palos de coihue seco de un zanjón que había y construimos la cruz de unos 4 m de alto y 3m de ancho (…)”.
En toda empresa de este tipo, en las que las condiciones topográficas suelen ser un impedimento para algunos, o por lo menos tornar la iniciativa un poco más complicada, la planificación y organización de la logística resulta fundamental ya que una vez que arriba falta algún elemento o herramienta no se puede ir a buscarla y luego subir nuevamente el cerro que ronda los 1200 m.s.n.m. Es así que el grupo de primos Prieto que estaba conformado por Patricio, Mariela, Fabiana, Daniela, Pablo y su hijo Mateo, armaron sus mochilas con una motosierra, pintura, pinceles, alambre, pedazos de hierro para hacer estacas, golondrinas y subieron. Construyeron la cruz y para el medio día, ya satisfechos con la acción emprendida y concretada regresan al pueblo para almorzar y festejar el cumpleaños del padre.
Pasa un año y esta vez solo Patricio sube con una escalera de aluminio, pintura y pincel para dar una mano de pintura blanca a la cruz que habían colocado el año anterior. Un atento vecino del pueblo, observa con su cámara fotográfica el momento en que Patricio está subido a la escalera de varios metros pintando el travesaño y decide retratarlo para el recuerdo.
En el año 2023 se corta la rienda de adelante, la que está de cara al pueblo, y la cruz se va hacia atrás pero no cae, seguramente por los fuertes vientos que suelen haber arriba. Un tiempito después, por esas cosas de la intolerancia o simplemente por vandalismo, alguien aprovecha la situación para empujar la cruz hacia el barranco y cae unos metros. Una vez más el cerro sin su emblema.
Recientemente, el 17 de Enero, esta vez de 2024, por iniciativa de Pablo convoca a su hermano Patricio que se encontraba en la localidad y a sus primas para volver a construir una nueva cruz ya que pensaban que algo importante le faltaba al Currumahuida.
En esta oportunidad se agregan al grupo anterior Luisina, Nuriel y Andrea para emprender el desafío y con ello, quizás un nuevo acto de fe. Esta vez la logística organizada cubre más al detalle las necesidades y el equipaje a subir, respecto de la vez anterior. Patricio comenta: “(…) en Comodoro compre cable de acero y lleve unas piquetas de varillas de bombeo para clavarlas bien y que no se salgan los vientos. Un día antes teníamos una lista con las necesidades y a medida que las guardábamos para llevar íbamos tachando la listita. Llevamos motosierra, tenaza, corta cable, alambre, rapibrik, balde, cuchara, llave francesa, maza, clavos, martillo, pintura, pinceles y grampas. Nos fuimos bastante cargados con 3 o 4 mochilas y dos bidones de agua de 5 litros cada uno (…)”.
Pronto el Curru, como normalmente se lo llama, estaría nuevamente albergando la cruz de cara al pueblo. Este joven equipo familiar de trabajo subió, cortó un par de cipreses del quemado de los incendios del 86-87, los pintaron color blanco, les colocaron unas luces en forma de cruz alimentadas por una pantalla solar, levantaron y la apoyaron como en la anterior oportunidad, sobre el suelo, pero esta vez también la rodearon de rocas a las que pegaron con un cemento preparado con agua para que se afirme, tensaron los vientos y luego de una ardua media jornada regresaron con la satisfacción de haber cumplido con su pueblo.
Patricio comenta que desde lo espiritual lo que lo motivo a toda esta movida fue agradecer a la Virgen Nuestra Señora de Fátima por su sanación. Con respecto a la cruz se trató más de un compromiso con el pueblo y su gente ya que siempre se vio la cruz allá en lo alto, y cada quien le dará un sentido o significado diferente, para él se trata de la Cruz del Puelo, y está bueno que siga estando.
El resto del grupo que protagonizaron la construcción de la última cruz coincidía desde sus sensaciones que se trató de una hermosa experiencia que pudieron compartir con sus primos, con sus hijos y amigos. Quizás es el relato de Daniela el que sintetiza y los representa: “tiene un significado valioso, lo siente así quien ama a su pueblo y por eso yo lo siente como un regalo a Puelo. Desde nuestra niñez siempre la vimos allá arriba y escuchábamos hablar de la Cruz del Currumahuida. Es una satisfacción muy grande haber logrado este desafío y te llena el alma estar acá abajo mirar al Currumahuida y verla a ella allá en lo alto. Como puelense es un orgullo grandísimo”.[1]
Pasaron años desde aquella primera vez en 1988 cuando un grupo de jóvenes fue protagonista, por lo menos en dos oportunidades más otros vecinos anónimos voluntariamente la pusieron de pie, quizás también con ese sentimiento de que no podía faltarles a los habitantes de Puelo.
Hoy en lo alto del Cerro Currumahuida, nuestro cerro protector, vuelve a erigirse ese estandarte de la fe, la Cruz de Currumahuida.
Muy cerquita de allí, en una gruta en el mismo cerro otro acto de amor y de fe se dio lugar cuando los vecinos y su sacerdote colocaron la imagen de la Virgen en una gruta, pero esa es otra historia…
Por Marcelo Daniel Giusiano