martes, 20 de mayo de 2025
Elaboración en base a datos tomados de los libros de bautismo de 10 parroquias de la Ciudad de Buenos Aires y de la División de Archivo del Ministerio de Defensa.

“Cuando llegaban los barcos con familias de indígenas prisioneros, las damas porteñas concurrían en masa a buscar sirvientes pequeños y grandes, lo que produjo la separación de padres e hijos […]”

Ernesto Stieben

 

Respecto de los indígenas distribuidos en casas de familia puede decirse que una vez entregados a su tutor comenzaba entre ambos una larga relación contractual que, si bien no estaba escrita ni formalmente explicitada, implicaba una serie de obligaciones por ambas partes: mientras el tutor debía vestirlo, alimentarlo y educarlo, el indígena debía trabajar como sirviente o criado. Pero, además, y reforzando estos mecanismos de control, aparecen en escena algunos otros métodos coactivos por parte del tutor que permiten extender los lazos de dominación sobre los indígenas, como, por ejemplo, el ejercicio de la patria potestad.

En efecto, era bastante común que el tutor, apenas le era entregado, hiciera bautizar al indígena -especialmente si era menor de edad-, ya que con ese acto no sólo lo incorporaba a la religión católica sino también le daba una nueva identidad, acreditando en la fe de bautismo, además, la tutoría sobre el recién bautizado.

Como la iglesia católica fue hasta fines del año 1884, cuando se promulgo la Ley 1419 del Registro Civil, la encargada de llevar los registros de nacimientos, casamientos y defunciones producidos en todo el territorio nacional, la ceremonia del bautismo a la par de registrar la existencia incorporaba a la grey cristiana, y su “certificación” o “fe de bautismo” -en la que figuraban los nombres de los progenitores o en su caso del tutor- hacía las veces de documento de identidad. Por lo tanto, la persona que tenía a su cargo un indígena, al bautizarlo obtenía la respectiva fe de bautismo y con ella los derechos de potestad sobre el mismo, mientras que, simultáneamente, para siempre por los padres biológicos, esa potestad era perdida.

Quiénes eran y qué hacían estos tutores o encargados es una pregunta de difícil respuesta, pues, como hemos señalado reiteradamente, la distribución de indígenas as entre las familias porteñas forma ordenada sino que fue desde un no se hizo en principio totalmente irregular, y es particularmente difícil saber con exactitud la cantidad de individuos repartidos y quienes fueron sus tutores o encargados. Incluso estas dificultades aumentan al no existir un padrón que indique la filiación y el destino final que tuvieron estos indígenas.

Las deficiencias también fueron señaladas en su momento por algunos periódicos en diferentes artículos, como por ejemplo el que a continuación transcribimos y que fue publicado en La América del Sur, en el que se atribuye la falta de tales registros fehacientes a que “el Gobierno, en vez de hacerlos instruir y bautizar [a los indígenas], los ha distribuidos como productos inanimados y curiosos de la pampa conquistada”.

Sin embargo, y a través de la pesquisa en fuentes alternativas, hemos podido confeccionar una primera lista con 475 indígenas incluyendo sus nombres, edades, el nombre del tutor o encargado y su profesión u ocupación en aquellos casos en los que se pudieron detectar.

De esta lista se desprende que la casi totalidad de los indígenas distribuidos en casas de familia o para el servicio personal fueron mujeres y niños, siendo muy pocos los varones adultos. Estas ausencias tienen su explicación en que estos, inmediatamente de ser sometidos eran separados del resto e incorporados al servicio de las armas para cubrir las diferentes vacantes producidas en el Ejército y en la Marina de Guerra.

 

Fragmento del libro “Estado y cuestión indígena”, de Enrique Hugo Mases

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1 comentario

  1. María Cristina Rey on

    Lo llamen como lo llamen, era esclavitud… Los “civilizadores”, sin el menor rastro de civilidad, sólo fueron apropiadores esclavistas.

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