miércoles, 4 de diciembre de 2024

El presidente electo quiere actuar cuanto antes para que los cambios sean efectivos, pero darle la vuelta al sistema será difícil y tendrá coste social.

La candidatura de Javier Milei, por extremista, era una apuesta loca, pero una mayoría de argentinos ha considerado más loco poner de presidente al ministro de Economía de un país con una hiperinflación del 140% interanual, una pobreza que alcanza al 40% de los ciudadanos, una moneda que en cuatro años ha perdido seis veces su valor respecto al dólar en el mercado oficial y una economía que ha caído un 2,2% respecto al nivel anterior a la pandemia.

Agravada la situación con los últimos presidentes peronistas –y no reconducida en el intervalo de derecha moderada que supuso Mauricio Macri (2015-2019)–, gran número de argentinos se han vuelto hacia La Libertad Avanza de Milei, a pesar de las advertencias de que sus recetas libertarias (reducción del Estado a la mínima expresión), en caso de funcionar, van a ser socialmente dolorosas, en el corto e incluso el medio plazo.

En la noche electoral, el vencedor Milei dijo que va a cumplir «a rajatabla» sus compromisos. «La situación es crítica, los cambios que se necesitan son drásticos, no hay lugar para gradualismos, medidas tintas», afirmó. Es consciente de que para que cualquier reforma económica pueda ser efectiva en su propósito, dentro de los cuatro años de mandato, debe ser aplicada cuanto antes, sin las demoras que inutilizaron el intento reformador de Macri.

Apoyo de Bullrich
Es posible que el apoyo ofrecido por este desde que su candidata de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, cayó en la primera vuelta, modere en algo las pretensiones de Milei; puede ocurrir en algunos extremos sociales, pero difícilmente sucederá en los estrictamente económicos, que Milei intentará sacar adelante, sin que esté claro cómo.

De entrada, la principal medida, la dolarización de Argentina –abandonar el peso y adoptar el dólar estadounidense como moneda de curso legal– no es posible aplicarla mientras la economía no mejore y se recupere la moneda propia. Sin apenas dólares en las reservas del Banco Central es imposible sustituir una divisa por otra, a no ser que haya una devaluación abismal que arruinaría a casi todos. El Banco Central solo tendrá más dólares en la medida en que aumente la exportación, lo que su vez sería resultado de una economía en ascenso que, en todo caso, no va a despegar de inmediato. También los puede comprar directamente, pero creando tal agujero en los presupuestos que dejaría al Gobierno sin agenda, por más que se busque justamente adelgazar un Estado pródigo en subsidios.

Decisiones como reducir el gasto social, recortando la jubilación y las pensiones y privatizando todo el sistema público (también en la enseñanza y la sanidad, dando a los ciudadanos en cheques el dinero que hoy el Estado se gasta en esos servicios para que sean plenamente realizados por la iniciativa privada) pueden concretarse en formulaciones moderadas por Juntos por el Cambio, pero afrontarán una tortuosa tramitación en el Congreso.

El peronismo no ha sido eliminado
En la Cámara de los Diputados, Milei solo tiene 38 de los 257 asientos. Con los 93 de Juntos por el Cambio supera por tres escaños la mayoría absoluta, pero el apoyo electoral a Milei ha roto esa coalición de derecha, con integrantes del Partido Radical, por ejemplo, que pidieron el voto para el peronista Sergio Massa (la coalición peronista Unión por la Patria es el mayor grupo, con 108 puestos). En el Senado, Milei solo cuenta con 7 de los 72 senadores y con los 24 de Juntos por el Cambio (Unión por la Patria es aquí también el primer grupo, con 33 senadores) no alcanza la mayoría absoluta. En ambas cámaras hay pequeños grupos y representantes sueltos que más bien actuarán en contra las iniciativas del nuevo Gobierno.

El peronismo no ha sido eliminado y aunque pueda considerarse que el resultado de este domingo cierra la etapa kirchnerista (Axel Kicillof, posible futuro líder peronista, ha formado parte de la corte de Cristina Fernández de Kirchner, pero marca un cambio generacional que supone un corte respecto a su mentora), la contestación en la calle –sindical y ciudadana– al Gobierno de Milei se prevé elevada.

Milei se enfrenta a la necesidad de operar con rapidez y también al caos que provoca cualquier programa altamente disruptivo, al menos hasta que las cosas quedan recompuestas en un nuevo orden. No está claro que la empobrecida sociedad argentina vaya a aceptar fácilmente un ajuste tan drástico, ni quienes evitaron votar a Milei (a los 11,5 millones de votos de Massa habría que sumar el millón de votos nulos y en blanco; es decir, solo dos millones menos que los obtenidos por el libertario) ni tampoco muchos de quienes optaron por él.

Por más que algunas medidas son objetivamente necesarias para generar riqueza –Argentina sigue inspirada por un modelo estatista–, la conveniencia de una sanidad y enseñanza públicas de calidad sería algo a lo que cualquier gobierno futuro tendría que volver, desandando parte de lo andado por Milei en una Argentina para entonces desquiciada.

Fuente: ABC

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