A finales de 1944, las bombas de los aviones aliados no dejaban de caer sobre la costera ciudad de Boulogne Sur-Mer, en el norte de la Francia ocupada por los Nazis. La cercanía del famoso Paso de Calais -lugar más cercano entre los territorios de Francia y Gran Bretaña en el Canal de la Mancha- ubicaban a la ciudad en una ruta obligada y la convertían en blanco constante de los incesantes bombardeos aéreos dada la cercana ubicación de un apostadero de U-Boots alemanes. Así las cosas, Boulogne Sur-Mer llegó a soportar estóicamente 487 bombardeos que la dejaron prácticamente en ruinas. Barrios enteros desaparecieron y a lo largo de toda la zona costera no había quedado ladrillo sobre ladrillo.
Cerca del apostadero naval de submarinos alemanes, a unos doscientos metros del lugar, se emplazaba -y sigue ubicada allí- una estatua ecuestre del General don José de San Martín; el militar argentino y libertador de América que tras un largo exilio pasó a la eternidad el 17 de Agosto de 1850, precisamente allí, en Boulogne Sur-Mer
Las bombas aliadas cayeron a un lado y al otro del monumento y, sin embargo, apenas unas pocas esquirlas lograrían impactar en su base casi sin dañarla. La magnífica estatua de San Martín, sobrevivió de un modo -que para los pobladores del lugar- resultaba sencillamente inexplicable. No habían pasado previamente los «Hombre Monumentos» norteamericanos por allí preservando obras dignas de toda admiración. Para muchos, tan sólo la providencia o la intervención de algo parecido a un verdadero milagro se había encargado de preservarla de la destrucción. Imágenes posteriores a los bombardeos dan cuenta de lo que muchos llegaron a pensar. No pocos fueron los que creyeron en «El milagro de la estauta del General José de San Martín». Desde entonces, así se lo conoce.
Por Miguel Ángel Martínez