En su reciente libro llamado “Las fuerzas del cielo”, Juan Luis González reproduce un posteo de Santiago Caputo en su cuenta llamada “milei emperador”, donde el super asesor define con meridiana claridad la estrategia con que convenció a Milei de ir contra Macri a matar o morir. Dice así: “La República Romana no fue otra cosa que una oligarquía privilegiada que vivió a costa del pueblo bajo la pátina de la representación. Exactamente igual a la democracia argentina los últimos cuarenta años. Ese modelo fracasó. Lo siguió un imperio que dominó el mundo por 500 años”. Pocos días, atrás, exactamente el 10 de diciembre de 2024 había escrito: “Ustedes no lo saben todavía, pero hoy se cumple exactamente un año del nacimiento del primer imperio argentino”….. Javier Gerardo Milei, Restitutor Orbis, César del Imperio Austral Argentino, Rey Filósofo, Ave, Milei”.
Santiago Caputo es, como él mismo lo explicita con una claridad supina, el encargado de transformar la República en imperio y al presidente en emperador.
Caputo postula pasar, como en Roma, de la república al imperio, y que para eso se necesita más un emperador que un presidente. Pero la verdad es que por más que se lo disfrace de una reconstrucción del imperio romano en el siglo XXI, lo del joven Caputo es algo mucho más trivial: es populismo puro, berreta y básico: hacer que desaparezcan lo más que se pueda las “corruptas” instituciones republicanas y que se profundice la relación directa entre líder y pueblo.
Sin embargo, eso no le quita a Santiago Caputo que fuera, después de Karina, el gran gestor del triunfo de Milei del domingo pasado. El mítico y místico consultor que, sintiéndose reencarnación de un patricio romano, le explicó al líder cómo había que hacer para convertirse de presidente en César, ya que él lo vio directamente en su otra vida. Y todo esto no es metafórico. Milei lo aceptó porque cree sinceramente en esa forma mística de entender la política, que, por otra parte, hoy encaja plenamente con el sentir mayoritario de una sociedad que quiere y necesita creer en algo, y para eso nada mejor que creer en quien auténticamente cree que vino del cielo para salvarnos, o que el cielo lo designó para salvarnos.
Karina y el partido único mileista
Milei con esta elección se terminó de convencer, en parte porque siempre estuvo convencido de eso, pero además porque su práctica como presidente amplió su convicción al hartazgo, de que el republicanismo no funciona (porque es débil para hacer transformaciones, y/o porque las instituciones son un obstáculo para hacer transformaciones). El triunfo en CABA confirmó todos sus prejuicios: que el modelo que predominaba en su cabeza, aún con las dudas que le metió Macri, siempre fue cierto. Y que su hermana Karina es el jefe que nunca tuvo dudas como él, por eso fue la persona que la construyó partidariamente el milagro porque ella es el milagro, ella es Moisés, la que recibió de las manos de Dios las tablas de la ley mientras que él es apenas su hermano Aarón, el divulgador.
Varios meses atrás hicimos esta comparación que ahora es válido repetir: luego de ganar las elecciones de 1946, Perón ordenó a todos los sectores con los que se alió para triunfar (laboristas sobre todo, pero también gente proveniente de diversas ramas del radicalismo, del socialismo y del conservadurismo) que debían disolver sus estructuras y pasar a pertenecer todos al Partido Único de la Revolución Nacional (vale decir, al naciente partido peronista). Quiénes no le hicieron caso porque querían colaborar, pero conservando su anterior identidad política, fueron expulsados, segregados, barridos, en particular los dos jefes del laborismo: a Luis Gay le inventaron una falsa causa para acusarlo de traidor, mientras que Cipriano Reyes fue encarcelado hasta la caída de Perón.
Hoy los métodos no son tan “expeditivos”, pero Karina Milei es la armadora exitosa del Partido Único de la revolución mileista. Para ella, que ama sinceramente a su hermano (como él la ama a ella), su forma de demostrarle ese amor en política es no dejar que nadie comparta el poder con él. Y destrozar a todo quien lo intente. O que pueda llegar a intentarlo alguna vez. Para Karina, Macri entra en las dos categorías, por eso es el primero que debía ser políticamente eliminado.
Para que. finiquitado el principal obstáculo para ello, se invite a la casta entera a participar del festín con el solo costo de firmar una afiliación de pertenencia a las fuerzas del cielo.
La tabula rasa es el equivalente al indulto. De ahora en más sólo serán acusados de formar parte de la casta política los que no acepten formar parte de LLA. La adhesión, no por alianza sino por simple afiliación, se ha convertido en algo así como bañarse en las aguas del río Jordán, un bautismo que perdona todos los pecados anteriores. Se deja de ser casta con la mera conversión en libertario. Vengan todos los que quieran, pero sin poner condiciones. Basta con llenar la ficha para pasar a ser parte de la libertad y renunciar a la casta. Es una prueba de fe, no de capacidades o convicciones liberales. Se es liberal por pertenecer al único partido que levanta las ideas de la libertad. El partido que lidera Javier, pero que fundó y conduce Karina.
Descastar a la casta
¿Pero no era que para acabar con la vieja casta había que convocar a nuevos políticos que representaran la nueva política? Ya no, ahora lo que se pretende es menos ambicioso: descastar a la casta. Y para eso existe una razón de fondo que MIlei quizá no sabía (o no sabía tan bien como sabe ahora) cuando ganó las elecciones: que más allá de la casta política no existen políticos, que no se tiene a nada más que la política tradicional para hacer política, o si hay algo por fuera, es peor de lo que hay por dentro. No queda entonces más remedio que recurrir a la casta, a toda la casta, incluso -con el tiempo- hasta a la peronista cuando se vaya eclipsando Cristina.
Por lo tanto, ser de la LLA no requiere demasiada conversión ideológica, sino principalmente actitudinal: no discutir jamás nada de lo que se dice el jefe, aunque hoy diga una cosa y mañana diga lo contrario. Lo único que no está permitido es el acercamiento crítico porque es lo mismo que infiltración demoníaca en las fuerzas del cielo. Pecado mortal cometido por cientos de funcionarios echados por opinar levemente distinto en cualquier tema por menor que sea. La disidencia no existe en la LLA. La vicepresidenta Victoria Villarruel primero y luego Ramiro Marra son claros ejemplos de dos expulsados de las fuerzas del cielo por expresar alguna discrepancia con el líder. Patricia Bullrich fue incorporada, en cambio, a las máximas alturas celestiales por haber devenido más mileista que Milei.
O sea, tabula rasa, indulto a todos los miembros de la casta que quieran ser perdonados no importa lo mucho o poco de casta que hayan sido ni sus conductas anteriores. Lo nuevo todo lo borra. El mileismo ha decidido intentar un experimento extraño: crear un nuevo modo de hacer política con los políticos de siempre.
Y nadie del pueblo que vote a Milei dirá nada, porque estas cuestiones, hoy por hoy, son meros debates cortesanos, de las elites, que no tienen que ver con lo que le interesa a la gente común. Milei podrá hacer políticamente todo lo que quiera mientras sepa mantener a raya la inflación, mientras el voto siga siendo motivado básicamente por “la economía, estúpido”.
Por Carlos Salvador La Rosa para Los Andes