viernes, 8 de noviembre de 2024
Lionel Messi y la selección argentina celebran el triunfo en el Mundial.

La Copa del Mundo volvió a su primer hogar. Así como Uruguay levantó en 1930 el trofeo inaugural, el que el presidente de la FIFA que inventó los Mundiales, Jules Rimet, había llevado a Montevideo escondido en una caja de zapatos durante su viaje en barco, Lionel Messi aterrizó este martes en Buenos Aires sujetando el objeto de deseo que Europa había acaparado en los últimos 20 años, una hegemonía septentrional a contramano de una historia más compartida, de alternancia. El 10 albiceleste tecleó F5, reactualizó los orígenes de los Mundiales y Argentina le devolvió a Sudamérica un orgullo que amenazaba con quedarse en el óxido del siglo pasado.

La taquicárdica final de Qatar 2022 también implicó una reivindicación al subcontinente que nunca dejó de aportarle al mundo los mejores futbolistas, en orden cronológico Pelé, Diego Maradona y Messi, pero que en las últimas dos décadas había cedido poder a nivel de selecciones, a imagen y semejanza del dominio de los clubes europeos. La Albiceleste llegó a su tercer título, el primero en los últimos 36 años, tras haber vencido en sus últimos tres partidos a selecciones europeas, Países Bajos, Croacia y Francia, el mismo recorrido que había hecho en México 86, cuando desde cuartos de final dejó atrás a Inglaterra, Bélgica y Alemania Federal. Polonia, en la primera fase, también se rindió ante Messi y sus muchachos.

Cuando Brasil se consagró campeón en Japón-Corea 2002, Sudamérica lideraba la tabla de Mundiales por continente, con nueve Copas ganadas contra ocho de los europeos. El aporte estaba repartido entre los cinco títulos brasileños de 1958, 1962, 1970, 1994 más el primero del nuevo siglo, los dos argentinos de 1978 y 1986 y los dos uruguayos de 1930 y 1950. Pero entonces Europa, con la autoridad económica del nuevo orden futbolístico y sus ligas nacionales abiertas a una enorme cantidad de comunitarios y extranjeros –la consecuencia final de la Ley Bosman, dictaminada a fines de 1995-, también comenzó a dominar los Mundiales del siglo XXI.

Las últimas cuatro ediciones previas a Qatar fueron para Italia en 2006, España en 2010, Alemania en 2014 y Francia en 2018. Con la excepción de la Argentina de Messi en 2014, tres de esas finales incluso se jugaron entre países europeos, que además concentraron a los cuatro primeros en el Mundial de Rusia. De los 16 semifinalistas entre 2006 y 2018, 13 habían sido al otro lado del océano Atlántico: sólo se infiltraron Uruguay en 2010, Brasil en 2014 –pero en el fatídico partido en el que recibió siete goles de los alemanes- y la ya mencionada aventura de Argentina hace ocho años.

“¡Es un triunfo sudamericano! Dejá Argentina, que fue una locura. Es un triunfo sudamericano, no solamente de Argentina. Era necesario que la Copa viniera para acá”, celebró el entrenador argentino Ricardo Gareca, el técnico que llevó a Perú a una Copa del Mundo, en Rusia 2018, después de 36 años. “Reivindicaron el fútbol sudamericano, la característica más importante de esta selección fue jugar como juega un equipo sudamericano. Cada uno respeta sus raíces, una manera de jugar”, agregó, con amor propio, el Tigre.

Una de las primeras preguntas que le hicieron al entrenador de la Albiceleste, Lionel Scaloni, el domingo después de la final, fueron las declaraciones que el francés Kylian Mbappé había realizado en marzo sobre una supuesta supremacía del fútbol europeo. “No quiero polémicas, el fútbol sudamericano es de primer nivel, tiene jugadores en todos lados”, defendió el técnico a su continente, aunque figuras de otros países, como el chileno Arturo Vidal, aprovecharon el triunfo argentino para cargar de manera directa contra el francés. “Aprendé de los que inventamos el fútbol: Sudamérica. No los busques que te sale el cuco”, le apuntó el chileno con orgullo continental, por más que su país no haya clasificado a Qatar.

“En Sudamérica el fútbol no está tan avanzado como en Europa. Y es por eso que, cuando miras las últimas Copas del Mundo, siempre los europeos ganan”, había dicho Mbappe, una frase que en su momento causó malestar entre los argentinos. “Bolivia en La Paz, Ecuador con 30 grados, Colombia que no podés ni respirar… Ellos juegan siempre en canchas perfectas, mojaditas, y no saben lo que es Sudamérica. Cuando un inglés va a entrenar con Inglaterra, en media hora está en el predio. Que vengan acá a ver qué tan fácil es”, le replicó el arquero Emiliano Martínez. Hasta Messi discrepó con su compañero de equipo: “Muchas veces lo hablábamos con los chicos de España, cuando volvíamos de una Eliminatoria y les decíamos ‘sabés lo difícil que sería para ustedes clasificar al Mundial si tuvieran que ir a jugar allá: Colombia, la altura, el calor, Venezuela’”.

La única alegria
La Copa del Mundo en manos de Messi, sin embargo, también puede ser interpretada como la única alegría para una América Latina que dejó Qatar 2022 con la sensación de haber dado un paso hacia atrás. Se multiplicaron las decepciones, encabezadas por el fracaso de México, por primera vez eliminado en la fase inicial desde 1978. Pero tampoco Costa Rica, Ecuador y Uruguay avanzaron de ronda, en los tres casos por detrás de europeos o asiáticos y africanos. En el combo puede incluirse el golpe que Perú recibió ante Australia, en el repechaje previo a Qatar, como otra señal de un estancamiento o retroceso de una parte de América Latina en relación a otras geografías del mundo, no sólo Europa. Visto desde el sur, Estados Unidos por encima de México tampoco fue una foto simpática del Mundial.

El Brasil de Neymar, Vinicius y Casemiro, entre otras estrellas individuales, llegó hasta los cuartos de final, instancia en la que volvió a quedar en evidencia que, en el siglo XXI, siempre impacta contra el mismo muro. Su último triunfo en la segunda ronda contra una selección europea fue hace 20 años, cuando salió campeón ante Alemania. Desde entonces perdió los cinco partidos que jugó en esa instancia y contra el mismo tipo de rivales.

El Mundial más mundial de todos habría sido el menos latinoamericano si no fuera por el título de Argentina y Messi, convertidos en los recicladores de la gloria sudamericana.

Fuente: El País

 

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