jueves, 20 de marzo de 2025

El 11 de diciembre de 1968, Comodoro es sacudido por un fuerte viento que supera con creces las acostumbradas ráfagas conocidas por sus pobladores. Ese día, desde la madrugada, el viento es una tormenta furiosa que arrastra árboles (los pocos que hay) techos y autos, con la soberbia que le permiten sus 240 kilómetros por hora de velocidad.

Las escenas se repiten infinitas, los vehículos detenidos, algunos volcados, en el infiernillo, la zona de mayor furia, un avión DC-3 que en el aeropuerto es levantado un metro sobre la pista y debe ser sujetado por tres camiones para evitar que la máquina sea arrastrada por la pista. Techos de casas y escuelas que literalmente vuelan.

“…ese viento voló la casilla del colectivo y la reventó la casa a un muchacho que se mudaba al otro día. Fuimos después y estaba el baño azulejado, nada más. El viento voló las chapas de los galpones del barrio… hizo daño. A Saavedra le voló dos o tres casas… No sabías si salir a la calle, por allí venía una chapa y te cortaba la cabeza”.

Un informe periodístico da cuenta de que tras el viento se recambian más de 1.500 parabrisas, además de una gran cantidad de lunetas y vidrios laterales de vehículos. Al anochecer la tormenta cede, dejando su paso a una ciudad seriamente dañada.

La primera gran rotura de la Ruta N° 3

Al año siguiente, en junio de 1969, el Chenque se desplaza hacia la ruta 3, provocando la rotura de esta y el impedimento para la circulación vehicular, por lo que los vecinos de la zona norte deben pasar a pie el trayecto del infiernillo. Se habla de la construcción de un camino de circunvalación para cambiar definitivamente del lugar la traza de la ruta, pero el problema queda rápidamente olvidado, pese a que a los pocos días un desprendimiento de tierra mata a una persona que regresaba a su casa caminando sobre la ladera.

En febrero de 1995, el Chenque volverá a advertir que no está dispuesto a quedarse quieto. En enero de 2001 se conoce el proyecto de una nueva traza de la Ruta Nacional 3. El problema de la ruta en ese momento afecta no solo el tránsito automóviles, camiones y ómnibus, sino que también corta el paso del tren, ya que las vías que circulan por el terraplén también quedan tapadas por la gran masa de tierra desplazada. En enero de 1970, un gran temporal de lluvia con enormes destrozos completará la mala racha climática.

Extraído del libro “Crónicas del Centenario” editado por Diario Crónica en 2001

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