viernes, 25 de abril de 2025

“Esto no es sólo un problema del productor, es una crisis que arrastra pueblos enteros”. Con esa frase, Alejandro Fernández, presidente de la Cooperativa Agropecuaria Lonco Trapial, resume el estado de emergencia que vive la ruralidad en la meseta central de Chubut. La reciente reunión de organizaciones productivas, que convocó a unas 80 personas, donde debatieron la crisis en esa  región.

El tema que dominó el encuentro fue el impacto devastador de los depredadores naturales -principalmente pumas, zorros y jabalíes- sobre la actividad ganadera. Según relató Fernánez, la falta de acción oficial ante esta amenaza está obligando a muchos productores a cerrar sus campos, y con ello se desmorona toda la economía rural.

“En un año pasamos de tener 500 ovejas listas para esquilar a apenas 200”, contó Alejandro, que además cría cabras criollas que trae del norte neuquino. La combinación de ataques de depredadores y sequía persistente ha generado una sangría productiva difícil de revertir.

Un problema que desborda lo productivo

La preocupación no es solo por la pérdida de animales o rentabilidad. El abandono del campo tiene efectos sociales profundos. “Está afectando a toda la comunidad. Donde se cierra un campo, se pierde trabajo para esquiladores, jornaleros, camioneros. Es toda una cadena que se cae”, advirtió el dirigente. A su entender, se trata de una crisis estructural que “arrastra también a las aldeas, a los pueblos”, generando desarraigo y empobrecimiento.

En la reunión, además, se abordarán otros problemas graves como el abigeato, el mal estado de las rutas y caminos vecinales, y la falta de agua. En varios parajes, los productores deben comprar agua y transportarla hasta 100 kilómetros para que sus animales puedan sobrevivir.

“Somos ciudadanos del mismo Estado provincial. Merecemos tener un camino transitable, igual que un turista que va a Punta Tombo”, reclamó Fernández, marcando el abandono que sienten en estas zonas alejadas.

A pesar del desánimo, las organizaciones rurales acordaron una nueva reunión para profundizar el tratamiento del tema depredadores y articular una propuesta desde los territorios. “Queremos colaborar con el Estado. No pedimos que hagan todos ellos, pero necesitamos respuestas”, insistió Fernández.

La vida en el campo: persistencia y dignidad

En los últimos 15 o 20 años, la actividad ganadera en la meseta ha perdido rentabilidad. Aun así, muchas familias permanecen por historia, por afecto, por forma de vida. “No se vive del campo, se vive en el campo”, sintetizó Alejandro.

Al cerrar la entrevista, el dirigente agradeció el esfuerzo de las organizaciones, la colaboración de la comuna de Lagunita Salada, y dejó una frase que lo dice todo: “Esto recién empieza. Es una guerra. O le damos vida al campo, o nos vamos a extinguir los productores”.

 

Nota elaborada en base a declaraciones a LU20

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