sábado, 27 de julio de 2024

Kilómetro 117 toma el nombre de la población allí alcanzada por los rieles.

Se situaba dentro de la pendiente de un cañadón con importantes vertientes. Se emplazaba a 755 metros sobre el nivel de mar.

Se utilizaba con el único fin de proveer agua a las locomotoras.

Su infraestructura estaba formada por un tanque de agua, dos aljibes y una casilla para el personal desde donde se manejaba la bomba de agua.

Tanque de agua con el que se proveía a las locomotoras

Actualmente –a excepción de las casillas y las vías- las instalaciones se encuentran en perfecto estado de conservación.

Colgado de la locomotora

Cuenta Jorge Gordillo:

“Trabajé muchísimo con el finado conductor Edmundo Perea; un gran compañero de quien aprendí mucho y todavía extraño.

Traíamos petroleros de la parada kilómetro 162, y al llegar a Valle Hermoso, a eso de la 01.30 de la mañana parábamos a revisar todo. Como teníamos un tanque de agua de alimentación, no era necesario parar en Kilometro 117. De Valle Hermoso empezábamos a darle velocidad a la ‘morocha’, había que ver lo bien que respondía esa maquinita.

Cuando llegábamos en invierno a la pendiente del kilómetro 117 comenzaba a patinar de las tremendas heladas que caían. Entonces pasaba por al lado del maquinista a la plataforma junto a la caldera, llevando un tacho con arena; me colgaba de un gancho al frente a la locomotora y desde ahí le tiraba arena a los rieles; así se evitaba que las ruedas resbalen.

A pesar de los años que llevaba trabajando sobre estas máquinas cuando estaba colgado me impresionaba escuchar la chimenea, por la fuerza que traía la locomotora que arrastraba 280 toneladas. Era un demonio.

Mi compañero iba manejando solo y no sabía si yo iba adelante o si me había pasado por encima. De esta forma pasamos muchísimas veces. Así nos evitábamos fraccionar los vagones para subir, así nos evitábamos un trámite que tomaba cerca de 3 horas.

Arreo trágico

Relata Fernando Chabrux:

“En el temporal del 26 de junio de 1936, venía un arreo de la Estancia Catalina, a dos leguas del 95; traían hacienda para carnear en Comodoro. Veían cinco arreando, con un chico de 9 años y los agarró la nevazón”.

“A la mañana, cuando se despertaron, ni quejas ni un carajo, tapados de nieve, perdidos, se largaron a caminar y se quedaron escarchados. Tres murieron ahí en la Pampa y el otro alcanzó a salir a una estancia en el 117, bajó por unos cañadones y llevaba en hombros al chico”.

“El pibe al no poder caminar más, le dijo al padre que lo alce y ahí, al quedarse quieto se congeló. Cuando llegaron a la estancia el pibe estaba duro, el hombre tenía las piernas congeladas, no le respondían ni le respondieron más”.

“Lo trajeron a Comodoro, tenía las piernas engangrenadas; se murió”.

Texto del libro “Aventuras sobre rieles patagónicos”, de  Alejandro Aguado

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