sábado, 27 de julio de 2024

Cuenta Fernando Chabrux:

“El 26 de junio de 1936 nos levantamos a la mañana, estaba tormentoso entonces comprendimos que el día se venía mal.

Siempre teníamos un caballo en la casa; fuimos a buscar otros caballos, porque cada vez que había un temporal así, todos los vehículos que venían de Las Heras o iban a Sarmiento tenían que pasar por el 96; era el único camino que había.

Le dije a mi hermano que tenía 20 años:

-“Qué te parece si vamos a buscar los caballos, las cosas se vienen medias bravas”.

Fuimos a buscarlos, los agarramos y nos fuimos a la estancia “La Oriental” a buscar carne, ya rajando porque estaba chispeando la nieve, pero nosotros siempre llevábamos los perros, y cuando ya nos veíamos perdidos en el campo, enganchábamos a los perros y les decíamos que nos llevan a casa. Los perros, al igual que el caballo, saben volver solos.

Fuimos y trajimos 4 capones y los colgamos en el galpón -al otro día amanecieron como piedra- y en eso que estábamos almorzando –era como la una de la tarde- ya se había levantado el temporal y sentimos gritos, agarramos pasamontañas, rodilleras y salimos con un perro encadenado, y a mil metros estaba un hombre casi congelado.

Era el chofer del corredor de cigarrillos que venía en coche con su señora y dos hijos.

Como el coche se mojó con la nieve voladora, se paró, se encajó hasta la manijas; como el viajante había pasado muchas veces, nos conocía entonces le dijo al acompañante que nos avisara. El hombre casi ni hablaba estaba medio duro, lo alzamos en el caballo, lo llevamos a la casa, y le dimos un poco de whisky y entonces nos dijo:

-“Yo soy el chofer de Vera, él está allá con la señora en el coche y me dijo que viniera para avisarles porque dijo que los conocía y que avise que ellos se quedaron ahí a ver si los podían ir a buscar”.

Le contestamos que no se aflija que íbamos a ir a buscarlo.

Agarramos cuatro caballos, cuatro buenas cuartas, agarramos los perros y salimos por el camino. Para eso la nieve ya estaba alta.

Cuando llegamos, el coche estaba tapado de nieve, no se veían los vidrios, no se veía nada;  la señora, el hombre y los chicos estaban llorando, se estaban muriendo de frio y nosotros  demoramos más de 4 horas entre que el hombre que salió a buscarnos a las 12 y nosotros que llegamos al auto a las 4.

Se asustaron cuando abrimos la puerta; como estaba escarchada la abrimos de una patada; cuando nos vio la señora lloraba y lloraba, no había forma de consolarla, decía que se iba a morir de frio, que no sabía andar a caballo

Le dijimos que se quede donde estaba, nosotros íbamos hacer andar el coche. Atamos los caballos al auto y mi hermano se subió al volante, yo le grité a los caballos, y cuando lo caballos se afirmaron, el auto se movió, le di rienda y fuimos por medio del campo hasta la puerta de la casa. Mi mamá les sirvió de comer y les dimos una pieza para dormir.

A las 5 de la tarde ya se había hecho de noche; a las 8 de la noche estábamos cenando y otra vez escuchamos griterío; nosotros habíamos dejado lo caballos porque sabíamos que esto podía pasar; ya nos había pasado muchas veces de auxiliar gente que se le había quedado el auto o se encajaba.

Quien gritaba era Adelino González, que ahora tiene más de 90 años, era chofer de Ibarguren, venía de Sarmiento, por el camino, y también se les quedó el camión, se les mojó y no quiso saber más nada, entonces el viejo González le dice a uno de los 3 peones que venían:

-“Agarrá la vía y anda hasta la casa de unos muchachos y la familia y deciles de parte mía que se me quedó el camión”.

El camión no tenía cabina ni nada, solamente una tabla para sentarse.

Llegó el tipo y otra vez agarramos los caballos; no los habíamos desensillados, los habíamos dejado dentro de un galpón y fuimos a buscar el camión.

Era de noche pero conocíamos el lugar como la palma de la mano; siempre con los perros, sin los perros no.

Donde se había quedado el camión, el camino era más fácil, por la costa de la vía no había como perderse; fuimos por la vía hasta un guardaganado cuando llegamos al alambre lo encontramos.

Lo atamos y llevamos el camión, llegamos y le hicimos de cenar; cuando estaban terminando de cenar, otra vez escuchamos gritos. Era Perales que venía de un pozo de petróleo de YPF y también se le había quedado el camión.

La cosa es que se juntaron cerca de 15 personas que estuvieron cerca de 20 días.

Al otro día, cuando amaneció, no se veía ni en techo, la casa se tapó de nieve, era nieve volada; cuando salimos a la mañana tuvimos que hacer caminos con palas hacia arriba, la nieve estaba escarchada, los pasillos para ir a las piezas donde estaban ellos tenían dos metros de altura.

A los 15 días se quedó atascado un tren, tuvieron que regresar a Comodoro.

El tren tardó dos meses para poder llegar a Sarmiento, la nieve estaba escarchada y no tenían topadoras para poder pasar, tenían que ir tirándole tierra a las vías que estaban congeladas.

Texto del libro “Aventuras sobre rieles patagónicos”, de  Alejandro Aguado

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