La guerra vuelve a Gaza y esta vez lo hizo con Hamás marcando el ritmo de los acontecimientos con una operación por tierra, mar y aire sin precedentes. En las primeras 24 horas de choques más de 200 personas perdieron la vida, cientos resultaron heridas, Hamás superó todas las barreras para penetrar en territorio enemigo y capturar al menos 57 prisioneros, según sus medios afines, y se lanzaron más de 2.000 cohetes desde la Franja, algunos de ellos alcanzaron Jerusalén y Tel Aviv. Los combates dentro de las localidades vecinas a Gaza se alargaron durante horas.
El comandante en jefe islamista, Abu Khaled Al-Deif, fue el encargado de anunciar el inicio de la operación ‘Inundación de Al Aqsa’ y adelantó que se trata de un movimiento nacido en Gaza que «se extenderá a Cisjordania y al extranjero, a todo lugar donde nuestra gente y nuestra nación esté presente». Al-Deif se refirió en todo momento a la necesidad de proteger la mezquita de Al Aqsa, en Jerusalén, el gran símbolo que sigue uniendo a todos los palestinos por encima de sus diferencias políticas y que en los últimos tiempos ha sido escenario de batallas campales con las fuerzas de seguridad israelíes.
Pasadas cinco horas, Israel respondió con el anuncio de la puesta en marcha de la operación ‘Espadas de Hierro’ y la aviación comenzó a bombardear la Franja con dureza. Benjamín Netanyahu compareció ante la nación para declarar el «estado de guerra». El general Ghassan Alian, enlace militar con los palestinos en los territorios ocupados, dijo que «Hamás ha abierto las puertas del infierno, ha tomado su decisión y ahora pagará el precio». En las primeras horas de los bombardeos los servicios médicos de la Franja elevaron a 190 los muertos.
Fallo de seguridad
Por primera vez desde que los islamistas se hicieron con el control de la Franja en 2007 y comenzó el bloqueo, las unidades de élite de las Brigadas Al Qassam, brazo armado de Hamás, lograron cruzar todas las sofisticadas barreras y sistemas de vigilancia y llegaron hasta una decena de localidades israelíes vecinas y una base militar, sembrando el caos y la muerte entre los vecinos. El movimiento táctico de Hamás sorprendió a las fuerzas israelíes, acostumbradas a llevar la iniciativa en las ofensivas lanzadas sobre Gaza, y las redes se llenaron de vídeos con ataques de drones palestinos contra tanques y vehículos militares, excavadoras destrozando la verja de seguridad, milicianos cruzando la frontera en parapente, furgonetas y motos y regresando a la Franja con soldados y civiles capturados.
Un escenario apocalíptico para un país que lleva más de una década levantado un sistema de seguridad con una inversión multimillonaria, que en el momento de la verdad hizo aguas. Cámaras, sensores de última generación, torretas armadas… nada pudo prevenir el mayor desastre de la seguridad israelí de los últimos años.
Este «fallo colosal» de seguridad, en palabras del analista David Horovitz en ‘The Times of Israel’, dejó en estado de shock a un país que se preguntaba «¿dónde están el Ejército, los servicios de inteligencia y la policía?» Muchas preguntas que Netanyahu y su gobierno no pudieron responder en las primeras horas. Consultado al respecto de cómo había sido posible semejante infiltración enemiga, el portavoz del Ejército, coronel Richard Hecht, se limitó a responder que «es una buena pregunta» y no hizo más comentarios.
En las operaciones militares de 2008, 2012, 2019 y 2021, siempre se había producido una escalada previa o algún acontecimiento puntual que había llevado a la explosión. En esta ocasión, Israel pensaba que había logrado disuadir a Hamás, pero ocurrió todo lo contrario. En los ataques israelíes de los últimos años contra Yihad Islámica, Hamás había permanecido al margen, sin lanzar un solo cohete, pero no era por disuasión, era porque esperaban su momento. Y ese momento llegó a las 6.30 de la mañana del sábado 7 de octubre, una fecha que pasará a la historia del conflicto.
Fuente: ABC