sábado, 27 de julio de 2024
Messi celebraba el tercer gol de Argentina ante Croacia en las semifinales del Mundial, el martes en Lusail.

Messi entero, Messi lastimado, Messi a balón parado, Messi imparable, siempre Messi. El 10 es el jugador universal en Qatar. Las distintas versiones del capitán de la Albiceleste se apreciaron y disfrutaron en su memorable partido contra Croacia. Ha aparecido el Messi más argentinizado y maradoniano en su quinto Mundial. El jugador más grande comparece en uno de los partidos más grandes para resumir una carrera iniciada hace 35 años en Rosario. Hay un Messi que camina, observa y diagnostica el partido, un jugador inteligente y, sin embargo, vigilado, como si se quisieran advertir signos de vejez, para ver quién anuncia antes que su fin está próximo en París, en Miami o en Barcelona. Y también hay un Messi que de vez en cuando se toca la pierna, pone cara de fastidio más que de dolor y hace temer por su salud y al que, sin embargo, el técnico no se atreve a cambiar, ni siquiera con un 2-0.

Messi, sin embargo, aguanta, despierta y desmiente a cuantos murmuran durante el entretiempo del encuentro, para reivindicar que no está ante su último partido. Ni siquiera se sabe si ante su último Mundial. Hoy es un futbolista sin fin que juega con la sabiduría de un veterano y la ilusión de un juvenil, más liberado y seguro que nunca, líder y capitán de la Albiceleste. La selección se ha contagiado de la confianza y autoridad de Messi.

A su juego virtuoso, el 10 agregó un carácter irreductible desde que en 2021 ganó la Copa América. No solo ha tomado la posta de Maradona, sino que lo evoca en cada cita con su juego y actitud; sin dejar de ser Messi. Así se constató en el 3-0. Messi eligió al mejor defensa del torneo, el central Gvardiol, para un mano a mano conmovedor por cómo cambió de ritmo, fijó después y regateó al final al central de Croacia para asistir a Julián Álvarez.

La jugada del Mundial. Algunos recordaron el gol contra el Getafe. También hubo quien revivió la final de Copa ante el Athletic en el Camp Nou. No ha dejado de ser un Messi artístico y además generoso porque para entonces Croacia ya estaba rendida y la hinchada sufría porque veía al 10 que se tocaba los isquios, se sabía de su dolencia en el sóleo y se temía por su caída camino de la final del Mundial. Messi acabó abrazado a Scaloni.

La diferencia es que desde hace mucho tiempo no se había visto a un Messi tan motivado como el de Qatar. No se trata de ganar un título más, sino de alcanzar la Copa. Y el rosarino disfruta, se siente a gusto con el equipo que el seleccionador ha armado a su alrededor, jugadores jóvenes que lo admiran, y se identifica con Argentina. Messi conjuga la pasión con la concentración con la que ejecutó los penaltis contra Australia, Países Bajos y Croacia.

Ha marcado en los octavos contra Australia, repitió en cuartos ante Países Bajos y anotó en semifinales ante Croacia. Nunca había sido tan fiable en los partidos de eliminación de una Copa del Mundo. Aunque en Sudáfrica 2010 se quedó a cero, en Qatar superó el récord de máximo artillero argentino que compartía con Batistuta (11, frente a 10). Ya suma cinco tantos, tres de penalti; y en el único partido que no marcó, falló una pena máxima ante Polonia.

Nunca fue un especialista desde los 11 metros y, sin embargo, ahora parece infalible por la determinación y variedad con que tira al arco, incluso cuando el portero es Livakovic, uno de los mejores del Mundial. Ya totaliza tantas asistencias mundialistas como Maradona (ocho) y ha igualado en número de partidos disputados a Matthäus (25). Ahora, después de la Croacia de Modric, le queda por jugar la final contra Marruecos o la Francia de Mbappé.

Aquel 3-0 a favor de Croacia en el pasado Mundial de Rusia 2018 ha dado paso al 3-0 para Argentina, que jamás perdió una semifinal del Mundial. Ahora aspira a conquistar la tercera Copa con los goles de la Araña Álvarez, el delantero de River que hace carrera en el City de Haaland y Guardiola, y el juego de Messi, a veces selectivo, en ocasiones omnipresente, siempre decisivo para suerte de la Albiceleste.

Messi ha convertido la presión y la carga emotiva de todo su país en combustible para su carrera hacia la conquista de la Copa del Mundo.

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