miércoles, 11 de diciembre de 2024

Por primera vez desde la llegada de los talibanes, Agiza Goonesh, de 19 años, superó el miedo y se sumó a una protesta de mujeres al grito de «educación, trabajo, libertad». Su tía, Laila Basim, es una de las figuras del activismo afgano, una de esas mujeres que ha optado por quedarse para combatir al Emirato desde dentro. Agiza estudiaba ingeniería en Kabul, pero su carrera ha quedado en suspenso tras la decisión de los talibanes de prohibir la entrada de mujeres a las universidades. La presión internacional, el embargo y el recorte de las ayudas no son suficientes para obligar a los talibanes a rectificar.

«No hables o te matamos y si te acercas por la universidad, te mataremos», así terminó la protesta para Agiza, que fue una de las seis mujeres arrestadas por los islamistas. Pasó dos horas metida en un coche de la seguridad antes de ser liberada. «El enfado es cada día mayor y por eso hay cada vez más mujeres, como el caso de Agiza, en estas movilizaciones.

«No hables o te matamos y si te acercas por la universidad, te mataremos», así terminó la protesta para Agiza, que fue una de las seis mujeres arrestadas por los islamistas. Pasó dos horas metida en un coche de la seguridad antes de ser liberada. «El enfado es cada día mayor y por eso hay cada vez más mujeres, como el caso de Agiza, en estas movilizaciones.

El problema es que vemos que estamos solas, ni los políticos, ni la comunidad internacional adoptan medidas para ayudarnos. Luchamos con nuestras voces y plumas contra sus armas», lamenta Basim, que una vez más ha documentado la marcha con su teléfono y las imágenes se han viralizado en redes sociales.

Seis mujeres y tres periodistas detenidos, este fue el balance de la protesta organizada por las mujeres en Kabul para mostrar su enfado por la decisión de los talibanes de prohibirles el acceso a la universidad. Esta nueva medida supone un paso más en la política represiva de las autoridades islamistas que persiguen invisibilizar a la mujer. Desde que retomaron el poder en Kabul, los talibanes consolidan paso a paso un emirato cada vez más parecido al de finales de los noventa. En los primeros días aseguraron que habían cambiado, pero los hechos demuestran que los sectores más conservadores del movimiento tienen el control y que borrar a la mujer de la escena pública es una obsesión. Los derechos y libertades que la mujer afgana ganó durante dos décadas se han ido esfumando cada día que pasan bajo el Emirato.

Represión creciente
Primero llegó la prohibición de hacer deporte, fue el primer paso en mitad del terremoto político provocado por la retirada caótica de las fuerzas de Estados Unidos. Después se cerró el ministerio de Asuntos de la Mujer y en su lugar los talibanes recuperaron el Ministerio para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio.

Pasado el verano, cuando llegó el momento de regresar a las aulas, las niñas vieron cómo se cerraron las puertas de los centros de educación secundaria y ahora es el turno de cerrar las puertas de las universidades para ellas y lo han hecho sin dar explicación alguna.

Estas decisiones han llegado acompañadas de otras medidas como la recomendación del uso del burka, la prohibición de viajar más de 72 kilómetros sin compañía de un hombre de la familia y la de aparecer en series de televisión o películas y hablar por la radio.

«Están haciendo todo lo posible para eliminar a las mujeres de todos los campos. Por ejemplo, en los bancos emitieron anuncios para excluir a las funcionarias, incluso en instituciones extranjeras dijeron que las empleadas deberían ser eliminadas», afirma Basim desde su apartamento en Kabul. Ellas no se cansan de demandar sus derechos, pero nadie las escucha.

Con esta última decisión del ministerio de Educación, las afganas del siglo XXI solo tendrán acceso a las escuelas de primaria y la educación secundaria, universidades y academias privadas no podrán acogerles en sus aulas. Al menos cincuenta profesores de todo el país han dejado sus trabajos en señal de solidaridad, pero hará falta mucho más para que los talibanes reconsideren esta prohibición que califican de «temporal».

Los sueños de jóvenes como Agiza, que aspiraba a convertirse en ingeniera y trabajar en Kabul, tendrán que esperar porque si algo cumplen los talibanes son sus amenazas y si las mujeres intentan acceder a una universidad de cualquier parte del país, aplicarán la mano dura sin contemplaciones. Las órdenes del líder islamista, mula Ajunzadá no admiten discusión.

Fuente: ABC

 

 

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