miércoles, 11 de diciembre de 2024

Toschke tenía instalada su escuelita en la zona de La Loma, en la esquina de 25 de Mayo y  28 de julio. Estaba la Escuela Nacional Nª 27 en un edificio parte de bloques y parte de ladrillos a la que acudíamos todos los chicos del pueblito.

Entonces no se usaba el guardapolvos blanco aunque el Consejo Nacional de la Educación nos proveía de unos guardapolvos grises, también nos daban unos buzos grises de cuello alto que de común se los llamaba “firpos”, posiblemente porque el boxeador de renombre los usaba en sus entrenamientos y era Luis Ángel Firpo.

El resto del equipo que se nos entregaba gratuitamente consistía en el libro de lectura, un cuaderno, un lápiz y un jarrito de aluminio con el Escudo Nacional grabado. En ocasiones nos solían repartir unos pantaloncitos azules, medias negras larguísimas y unas zapatillas de marca “Langosta”, a cuadritos grises y negros, con puntera y tacos reforzados en cuero y una especie de hebilla ajustable de chapa. Como eran clavadas casi siempre salía un clavo que teníamos que remachar con alguna piedra para no lastimarnos un pie.

Esta escuelita de la directora Calderón funcionó por muchos años hasta que fue destruida por un incendio allá por 1929 y la reabrieron en los edificios abandonados de la firma comercial “Webb y Cotton”. Estos señores eran dos ingleses que vinieron cuando empezó la guerra del 14. Cerraron las puertas del surtido comercio de la Av. Roca y de sus muy surtidos depósitos de la calle 20 de septiembre, Bartolomé Mitre, Sarmiento y el alambrado que dividía al pueblo de los campos pastoriles donde hoy corre la Av. Gales. Este edificio por muchos años fue cómodo y abundante para la cantidad del alumnado del pueblo. Con el tiempo quedó chico y más que eso, incómodo para el alumbrado de la zona de La Loma, pero la amistad existente entre el entonces intendente de Madryn Sr. Muzio y el filántropo Roger Ballet que donaba edificios de escuela tanto de Argentina como en Uruguay, hizo que este obsequie a Madryn un magnífico edificio sobre la calle Domec García y así comenzó a funcionar la Escuela Tomás Espora.

Para esa época, y ya muy anciano, dejó de dar clases Don José Toschke, y para la fecha que Chubut se provincializó se hizo la Escuela de la zona sur, más conocida como la Escuela de Villa Padilla.

Este crecimiento de la población infantil de Madryn, hacía que los chicos que deseaban seguir un estudio secundario, debían trasladarse a Trelew, y como los mismos aumentaban día a día, el entonces intendente Mendizábal llamó a reuniones a los padres con niños en edad para iniciar estudios superiores, con el fin de ver la posibilidad de fundar aquí un colegio secundario que, como era lógico, debía formarse con un fondo de dinero aportado para poder afrontar los primeros gastos y además con ellos demostrar a las autoridades el esfuerzo puesto por Madryn para conseguir la tan necesaria obra.

Poco fue lo que hizo falta deliberar pues todo Madryn coincidía en que se trataba de una obra muy necesaria. El asunto era de cuanto se aportaba pues, si se conseguía recolectar poco dinero, no había esperanzas de poder llevar adelante tal obra. Nadie se animaba a iniciar la colecta o por lo menos, barajar una cifra y fue en ese momento que se escuchó la voz de Martín Betelú, quien hasta ese momento no había hablado y ofreció una cifra para entonces muy elevada, pero que hizo que los demás asistentes para no quedar mal ofrecieran lo mismo.

No fue por equivocación que el señor Betelú dijo una suma elevada, él en esos momentos estaba enviando a su hijo a Trelew y sabía además que el chico estaba todo el día afuera de la casa, lo mucho que costaba en viajes, comida y demás gastos enviar un chico a estudiar y fue gracias a esa suma inicial que recaudó lo suficiente como para gestionar la actual Escuela de Comercio de Puerto Madryn. A esto debemos destacar la muy buena predisposición de la familia Martinelli, quien ofreció su casa particular más las instalaciones de la bien montada carpintería del Sr. Victorio, con lo que se consiguió un edificio que aunque escaso fuera sobrio, de muy buen construcción y así comenzó una firme lucha de todo el pueblo por fundar el colegio. Los profesores se ofrecían gratuitos, una familia ofrecía su casa, y Madryn entero aportaba todo lo que podía. Se formó una comisión muy activa y todo esto en un momento muy oportuno, cuando una revolución nos trajo como gobernador Sidders, que hizo que la tan ansiada escuela afuera una realidad y los chicos que viajaban a Trelew pudieran terminar sus estudios en su pueblo.

Y comienza a funcionar la escuela.

Fragmentos extraídos del libro “El Madryn Olvidado”, de Juan Meisen

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