Los biólogos marinos los estudian por su fascinante inteligencia. Incluso uno de ellos “adivinó” los resultados del Mundial de Alemania 2006. Su nombre en diminutivo es conocido como una marca de adhesivos, pero también puede utilizarse para describir a un eximio arquero. Pero para muchas generaciones, Pulpo es el nombre de una de las pelotas más populares que se patearon en el país. Con un rebote impredecible y enemiga de los portones de chapa, este producto argentino hoy continúa en pie a más de 80 años de su creación.
Gerildo Lanfranconi trabajaba como operario en Pirelli y conocía como pocos el arte de trabajar el caucho. Cuando decidió independizarse, abrió su propia fábrica en Pinto, entre Jaramillo y Manzanares, en el barrio porteño de Saavedra. Ahí nació la recordada pelota en 1936.
Dicen que tenía tal fuerza en las manos que podía levantar él solo los fardos de caucho que pesaban 100 kilos cada uno. Así se había ganado el apodo de “Pulpo”, el cual luego utilizó para bautizar a su icónico producto. El propio Lanfranconi desarrolló el sistema para darle aquel icónico estilo rayado blanco y rojo a cada pelota.
Furor por la pelota Pulpo
Junto a su hermano Arístides fundaron G. Lanfranconi SRL y formalizaron la compañía. A las pelotas se le sumaron otros productos, desde sopapas hasta bolsas de agua caliente y suelas de calzado. También lanzaron su marca de pelotas de tenis Lan-ger (derivado de las primeras letras del nombre y apellido del propio Gerildo).
Dominar la Pulpo no era sencillo, por lo que aquellos que lograban controlarla entonces tenían un éxito casi asegurado con la clásica pelota de fútbol. Producían 5000 unidades por día de diferentes tamaños entre la n° 3 hasta la 7 ½.
Negocio pinchado
Tras el fallecimiento de Arístides y Gerildo en 1967 y 1972, respectivamente, Juan Carlos Lanfranconi, hijo del fundador, se hizo cargo de la empresa. Sus pelotas continuaron inundando las calles y potreros, pero la crisis golpeó a la firma en los 90.
“En la época de (Carlos) Menem era imposible seguir fabricando por los precios y la materia prima”, contó Viviana, hija de Juan Carlos, en una entrevista con Julio Lagos en Radio Rivadavia en 2022.
En 1994 Juan Carlos Lanfranconi decidió abrirse del negocio, sin embargo esto no marcó el fin de Pulpo. De la pyme formaban parte dos familias más: los Moreno, que se ocupaban de la parte contable; y los Cena, que llevaban adelante lo relacionado a lo comercial. Fueron estos últimos quienes mantuvieron rebotando a la pelota.
Qué pasa con la Pulpo hoy
Las hermanas Diana y Susana Cena siguieron produciendo hasta que en 2004 su sobrino, Luis, se hizo cargo. A él se le sumó su hijo, Nicolás, con quien hoy maneja la fábrica en Villa Lynch.
El volumen de producción que antes era diario actualmente pasó a ser mensual. El proceso de producción, aseguraron en diálogo con Enganche, sigue siendo igual que el que utilizaba Lanfranconi, aunque algunos detalles, por ejemplo la pintura, dejó de ser manual.
El artista plástico Miguel Ángel Ferreira desarrollo una exposición llamada “Alma de Pulpo” en 2013 en homenaje a esta marca. La marca también protagoniza el documental “Pelota Pulpo”, dirigido por Ignacio Losada y estrenado en 2017.