martes, 18 de febrero de 2025


El inmigrante ruso Elías Braun llega a Punta Arenas cuando promedia el año 1873 en busca de un horizonte de prosperidad, algo que no halló entre Buenos Aires y Paraguay. Quiere algo más que trabajos de subsistencia en oficios como albañil, pintor, plomero y carpintero.

Lo acompaña su esposa Sofía Hamburger, con quien se había casado en 1861, en Talsen, actual territorio de Letonia. Llegaban esperanzados en aprovechar las oportunidades que ofrecían las políticas del gobierno chileno para reclutar inmigrantes europeos. Cuesta pensar que luego del otorgamiento –a poco de llegar a la capital de Magallanes- de un pequeño terreno en la naciente Punta Arenas, rápidamente la familia comenzó a desarrollar una impresionante acumulación de capital, y por ende, poder económico y político, que perdura hasta el presente.

En Letonia nacieron sus hijos mayores Sara, Mauricio y Oscar, a los que más tarde se sumaron Ana, nacida en Paraguay, Fanny, Juan y Mayer. Audacia y también cierta falta de escrúpulos serían las características que marcarían la conducta de estas familias que llegaron a una tierra virginal y donde todo estaba por hacer. El doctor Francisco Gallegos Celis, de la Universidad Católica de Chile señala que “en pocos años, la familia Braun comenzó a entablar relaciones de amistad y confianza, en especial con otros inmigrantes.

Entre ellos, se relacionaron con el magnate portugués José Nogueira, entonces propietario de una flotilla de veleros, a fines de la década de 1870. Elías Braun se ganó la confianza del lusitano, a tal punto de que este último le confió la atención su almacén naval, donde Sara, la hija mayor mantenía un rol primordial. Hacia mediados de la década de 1880, José Nogueira estaba considerado como uno de los hombres más ricos de la región.

En 1887, con 42 años, desposó a Sara Braun, de 24. Con ello, los Braun Hamburger se perfilaban como una de las familias con más futuro de Magallanes. Hacia el fin de la década, Nogueira pretendió, junto a su esposa y su familia, crear una sociedad que explotara los distintos servicios que ofrecía la zona austral. Pero no llegó a ver ese deseo concretado. Murió de tuberculosis en Arequipa, Perú, en 1893. Tras ello, Sara Braun encabezó el imperio de Nogueira, conformando, junto a su hermano Mauricio y al británico Peter Mc Clelland, la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego. Como es sabido, la nueva compañía conllevó el despegue económico más importante de la Patagonia Austral. En Punta Arenas vivía también otro inmigrante europeo, con iguales o escasos escrúpulos: el asturiano José Menéndez.

La historia relata lo ocurrido en los campos de Tierra del Fuego patrullados por su capataz escocés Alexander MacLennan, más conocido como “Chancho Colorado”, quien fue uno de los más temibles cazadores de nativos. “Hay que meter bala, sale más barato”, decía el escocés –muy afecto a la bebida– cuando hablaba con su patrón sobre controlar a los habitantes originarios. Ellos creían haber encontrado algo que llamaban “el guanaco blanco”, como comenzaron a decirle a las ovejas llegadas a la isla de Tierra del Fuego.

Así cada uno, Menéndez por un lado y los Braun por el otro tenían fuertes intereses en la región austral de Chile y Argentina, disputándose el control económico de la misma. Hasta que el audaz de Mauricio convenció al español de abandonar la competencia. Avanzar sobre la Patagonia argentina para consolidarse dominando los aspectos económicos y políticos.  Es así como nace el 10 de junio del año 1908 la Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia, más conocida como La Anónima. Río Gallegos sería el punto inicial de la expansión de esta empresa que a lo largo de un siglo ha conseguido establecerse en toda la Patagonia Argentina, extendiéndose posteriormente a las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fé, Corrientes y La Pampa.

La capital de Santa Cruz también fue fundamental en el desarrollo económico de la compañía. Acá se había establecido como representante del gobierno nacional el ingeniero Norberto Cobos, responsable de las mensuras de tierras y su reparto. Difícil fue la “relación” de Mauricio Braun con este funcionario. Varios documentos de la época dejan deslizar la sospecha de coimas pedidas por Cobos ante la solicitud de campos que realizaba Braun. También en ese rubro sería impresionante la acumulación de hectáreas que lograra el titular del grupo “La Anónima”.

Mauricio se convirtió en líder y cara visible del grupo y precisamente a él le tocó lidiar con las demandas anarquistas que eran más justas que las demandas del ingeniero Cobos. Los obreros demandaban mejores condiciones laborales, una jornada laboral más acotadas y por supuesto un salario acorde al esfuerzo realizado en los campos santacruceños. Las demandas fueron creciendo paulatinamente hasta el desenlace de las huelgas y posterior masacre en el año 1921, conocidas como la “Patagonia Trágica” o “Patagonia Rebelde”, de acuerdo a sus autores, José María Borrero u Osvaldo Bayer.

Cómo fue la relación del grupo con la población, obligados consumidores ante el monopolio, y también ante los distintos gobiernos que destacaban y en algunos casos admiraban la actuación de la “compañía”, es lo que desarrollaremos en el presente artículo. Corrían los años y de “anónima” no tenía nada la compañía. Antes de concluir la década del 20 se propone la creación de un órgano de comunicación y promoción de sus actividades que destacara –además– el accionar social y cultural de las poblaciones donde tenía sucursales la cadena. Es así que también en el mes de junio, pero del año 1929 nace la revista “Argentina Austral”, cuya importancia como medio de comunicación social, económica y política ha sido analizado en diferentes trabajos académicos.

Por ejemplo, la docente y catedrática Martha Rufini dedicó varios años al análisis del contenido de esta revista, centrándose en aspectos desconocidos o bien ocultos acerca de la importancia estratégica de la publicación. No se trataba de una publicación de avisos tipo ofertas (como las que hace en estos días la misma empresa) ni un convencional ‘house organ’ dedicado a las novedades internas, ascensos, cumpleaños y casamientos, jubilación y fallecimientos de sus empleados.

No, Argentina Austral fue la expresión escrita del pensamiento del grupo empresario, con opiniones claramente manifiestas acerca de temas como “el progreso de la Patagonia”, “el perfil del pionero patagónico”, “la cuestión de las tierras fiscales” y otros de ese mismo tipo. Ruffini dedicó una extensa investigación de varios años al repaso y análisis del contenido de los 428 números de Argentina Austral, y reunió el material en un interesante libro titulado “La Patagonia mirada desde arriba”, con un subtítulo que se refiere a “El grupo Braun-Menéndez Behety y la Revista Argentina Austral, 1929-1967”. Se pregunta “¿a quienes hablaban, los propietarios de la revista, para quienes escribían?” Y se contesta “en primer lugar lo hacían para un público que evaluaban como potencial partícipe de esa construcción ciudadana, un colectivo posible de adquirir modalidades propias de una vida civilizada, poseedor de una cultura mínima – saber leer y sobre el cual los medios de prensa escrita pretendían ejercer influencia”.

Subraya, en ese sentido, que “el resto de la población patagónica quedaba de esta manera fuera de la escena, cuasi invisibilizada”. Ruffini afirma, entonces, que “las escasas menciones referidas a los peones y obreros rurales nacionales y extranjeros, o a los grupos indígenas, suelen orientarse generalmente en función de una estigmatización que pretendía ser difusiva, aludiendo en forma frecuente a su identificación como ejecutores –directos o indirectos- de actos delictivos”.

Durante su dilatada existencia de 428 números a lo largo de 38 años (con una breve pausa entre 1939 y 1941) la revista de La Anónima reclamó insistentemente la privatización de los millones y millones de tierras fiscales, con el objetivo claro de que les fueran vendidas o adjudicadas a la misma empresa u otras asociadas.

El grupo fue crítico con el gobierno de Yrigoyen, que después de las matanzas de obreros tuvo un tibio ensayo para disminuir a los enormes latifundios patagónicos; y aplaudió sin reservas buena parte de la gestión del presidente Agustín P. Justo, durante la década infame, y a su ministro de Agricultura y Ganadería, Miguel Ángel Cárcano, que se propuso favorecer a los terratenientes.

Pero no todas esas gestiones tuvieron resultados satisfactorios -por las propias contradicciones políticas- y Argentina Austral batalló y protestó, y estimuló la creación de la Federación de Sociedades Rurales de la Patagonia, liderada por hombres de la familia Braun-Menéndez Behety, como instrumento de presión. “En 1944 la Federación de Sociedades Rurales de la Patagonia participó de la ofensiva patronal contra el secretario de Trabajo y Previsión del gobierno de facto, coronel Juan Domingo Perón, elevando un memorial al Poder Ejecutivo con críticas al Estatuto del Peón Rural”.

Sin embargo, más adelante, cuando Perón llegó a la presidencia por el voto popular, hubo acuerdos puntuales, como por ejemplo en el apoyo al plan económico anunciado en 1952. Pero hubo también un factor importante de acercamiento entre el grupo y el peronismo, como lo fue la designación de Carlos Emery ministro de Agricultura de la Nación para el período 1947-52. Emery, ingeniero agrónomo, había sido compañero de estudios de Mauricio Braun.

La muerte de Evita ocupó generoso espacio en Argentina Austral, así como también lo tuvo el viaje a caballo desde Río Gallegos a Buenos Aires de una joven santacruceña de sangre inglesa -Charlotte Fairchild- que se propuso llegar a Luján para rezar por la salud de la Abanderada de los Humildes pero no llego a tiempo, pues se encontraba recién en Bahía Blanca el aciago 26 de julio de 1952.

Otro gesto del grupo hacia el poder fue, en junio de 1953, la publicación de la nota sobre el deceso, en Comodoro Rivadavia, de la madre de Perón, Juana Sosa, a quien se calificó como “prototipo de las madres patagónicas”. Por cierto que en septiembre de 1955 La Anónima y su órgano de opinión aplaudieron la caída del peronismo y mostraron adhesión al régimen militar, especialmente cuando en 1956 dispuso la venta de tierras fiscales a sus ocupantes.

En ese lapso, en la transición hacia la asunción de Arturo Frondizi como presidente electo en 1958, el grupo observó con satisfacción y algunos reparos el proceso de instalación de gobiernos provinciales autónomos en Río Negro, La Pampa, Chubut y Tierra del Fuego, lo que le ponía punto final a otra de las prolongadas expresiones de deseos de su línea editorial. En su momento no faltaron alabanzas ni tampoco críticas al frondizismo –que puso el ojo de su plan desarrollista en la Patagonia- y se llegó a decir, en las páginas de Argentina Austral, que el mensaje expresado por Frondizi en diciembre de 1959 en Comodoro Rivadavia fue “el mejor discurso que un presidente ha hecho en el sur”. Hacia el final de su historia la publicación acompañó inicialmente al presidente radical Arturo Illia (1963-1966), pero después se plegó a la campaña en contra de su gobierno, sumando los reclamos de la Federación de Sociedades Rurales de la Patagonia por la difícil situación de la ganadería lanar.

En junio de 1967, ya en tiempos de la dictadura de Onganía, Argentina Austral dejó de aparecer, sin anuncio previo ni explicaciones de ninguna clase. La autora del libro supone que la desaparición de la revista fue obligada por la reducción de costos operativos en el marco de la crisis financiera de la empresa ocasionada por factores operativos, en el marco de la crisis financiera de la empresa ocasionada por factores del comercio nacional e internacional. El rol de la mujeres fue destacado en las publicaciones de la revista en estos términos “fueron mujeres que entregaron a la Patria, al hombre y a los hijos lo mejor de sí mismas” y que, hoy, están injustamente olvidadas.

Con un heroísmo espartano –afirmaba la revista–, tomaron las armas si era necesario para defender su familia, evidenciando el férreo temple de la mujer patagónica. Pero no por ello perdieron su esencia femenina: “Para la rudeza del hombre tuvo la sonrisa y la manera suave y para el panorama adusto tuvo la coquetería de la flor”.

Las mujeres elegidas por Argentina Austral como arquetipo de pioneras eran de ascendencia europea y, de algún modo, se hallaban relacionadas con la Empresa. La segunda representación destacada de la mujer tiene que ver con sus atributos físicos, aspecto que la revista vehiculizó en las competencias para la elección de reinas de belleza. Resulta interesante advertir cómo eran descriptas las Reinas. Se acentuaban sus rasgos europeos en torno a lo físico – “tez blanca y cabellera dorada” –pero, también, se señalaba lo gestual: “Pues la gracia natural, belleza y donaire unido a la perfección y la hermosura de su finísimo tocado, lucido en la ocasión, fueron motivos preponderantes para que fuera justamente admirada”.

La empresa fue propietaria de la aerolínea Austral desde el año 1957 y sus accionistas pertenecían a las familias Braun, Menéndez y Reynal. El nombre “Austral” proviene precisamente de esa identidad patagónica de sus dueños. De todas las empresas aéreas fundadas en esos años, fue la única que subsistió, debido a contar con un capital adecuado, buena administración, una flota razonable, subsidios y hasta inversiones extranjeras, como las realizadas por Pan American.

En el año 1980 fue estatizada por el gobierno militar. La referencia de “La Anónima” es indisoluble del lugar, de la historia, de su presencia en esta región. Incuestionable como factor económico y social. Y también lo es su participación en la política, como ya lo demostraron en casos anteriores.

En la presidencia de Mauricio Macri se contó con la participación del ex jefe de Gabinete, Marcos Peña Braun primo de los dueños, además del secretario de Comercio, Miguel Braun. Ciento catorce años de presencia en la Patagonia con su registro histórico, que como todo lo acontecido en el tiempo siempre es posible de analizar desde las posturas más diversas.

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