
Pese a no ser el nombre oficial, “Cwm Hyfryd” quedo en el uso y la memoria de los galeses de Chubut. Fontana decidió llamarlo “Valle 16 de Octubre” en homenaje a la fecha de 1884, en la que había promulgado la ley de creación de Territorios Nacionales. De algún modo, ambos nombres simbolizan la convergencia de intereses y las miradas de los colonos galeses y del Estado argentino sobre el espacio al que avanzaba; convergencia que había hecho posible la empresa.
El amplio territorio que se abría hacia el oeste del “Valle Inferior” había ejercido una fuerte atracción sobre los colonos galeses desde su llegada a Patagonia. Imaginaban a la cordillera más cerca y accesible. El avance hace nuevas tierras era necesario para afianzar una presencia aun precaria y por los limites productivos de las tierras hasta entonces ocupadas, constreñidas por las bardas y por las falencias técnicas para extender los canales de riego. El 90% de las chacras mensuradas ya habían sido entregadas en 1881 y ello significaba un problema, tanto para nuevas familias accedieran a lotes como para hacer frente a la demanda generada por la posible llegada de nuevos contingentes de migrantes, incluso los que vendrían para la construcción de la línea férrea que uniría el Valle con Puerto Madryn.
Por otra parte, algunos miembros de la colonia pensaban que expandirse hacia un espacio más aislado permitiría manejarse con cierta autonomía para sostener el ideal original de prevención cultural. Esto cada vez se hacía más difícil ya que el Estado argentino materializaba su presencia con instituciones y funcionarios y era factible la posibilidad de que migrantes no galeses se instalaran en la zona.
Las informaciones respecto de la zona cordillerana eran precarias, gracias a relatos de indígenas con los que se contactaban y por noticias de viajeros, como Musters y Moreno. Ello había contribuido a formar un imaginario de montañas, bosques, abundancia de agua y tierra fértil e incluso oro, que les permitía pensar en las posibilidades diferentes a las de la esforzada puesta en producción de su emplazamiento original y además en un paisaje posiblemente más amigable para quienes aún recordaban las verdes tierras de Gales. De algún modo, y según la imagen bíblica que había guiado a los colonos en un comienzo, volvían a marchar hacia la “tierra prometida”.
Durante la década de 1870-80 se habían realizado varios viajes de exploración guiados por intereses comunitarios o personales, con resultados diversos. Los diarios escritos por algunos de los viajeros como Aaron Jenkins, Jhon Murrray Thomas y William Williams dan cuenta que los guiaba fin de buscar recursos, tierras y minerales, para su potencial explotación. Pero hacia 1880 los resultados de esas expediciones parecían magros en cuanto a la calidad agrícola de las tierras relevadas y tampoco era fructífera la búsqueda de oro. Además el contexto regional había cambiado. Las tropas nacionales recorrían ya parte del territorio del Chubut atacando a las poblaciones aborígenes y expandiendo a su paso el horror de la guerra. Ambos aspectos deben haber contribuido para que por unos años no hubiera nuevos intentos de explotación. Recién a fines de 1883, se organiza una nueva expedición con el interés particular de encontrar oro. Jhon Daniel Evans y tres compañeros llegaron hasta el rio Lepa en la zona del Gualjaina y al regreso, la desconfianza de los indígenas provoco la matanza de tres galeses en el área actual de Las Plumas. Solo pudo escapar Evans. Sobre las razones del ataque escribe el historiador gales Glyn Williams (1975 a:104) “la probable causa de este ataque reside en la cruel campaña genocida llevada adelante contra los pueblos originarios de forma independiente por los ejércitos de Argentina y Chile entre 1879 y 1885.
En efecto, ese Oeste en el que residían expectativas convergentes de colonos y gobierno, no era un desierto ni un espacio vacío y virgen sino el ámbito de vida de diferentes grupos tal como lo atestiguara Musters que había acampado, entre otros paraderos, en Esguel Kaik junto con sus compañeros de viaje, las tribus de Casimiro y Orkeke, y encontrado allí numerosos toldos de otros grupos; también moreno quien en 1880 en la misma zona había visitado las tolderías de Inacayal y Foyel y diversos documentos que dan cuenta, por ejemplo, de la realización en 1883 de un gran parlamento indígena en Sunicaparia, valle por el que pasarían los Rifleros.
Entre 1880 y 1885 la situación de la región cambiaba aceleradamente. El Estado Nacional imponía su avance sobre el territorio con el objetivo manifiesto de aniquilar a las poblaciones originarias, imponer su soberanía e incorporar las tierras a la producción capitalista. Buscaba imponer un modelo ganadero extensivo para la Patagonia y un modelo político centralizado que requería la presencia de funcionarios en el territorio y la exclusión del indio sea por expulsión de sus territorios, reducción o confinamiento, deportación hacia otras zonas o eliminación física. Hacia 1884 el proceso de avance del Estado Nacional se acentuaba, en tanto el ejército a través de sucesivas masacres terminaba de someter a los pueblos indígenas destructurando totalmente su forma de vida y reduciendo a los sobrevivientes en campos de concentración en Rio Negro o trasladándolos prisioneros a Buenos Aires. Además las iniciales expectativas de los galeses de una cierta autonomía se desvanecían con la implementación de medidas tendientes a nacionalizar la Colonia como el nombramiento de autoridades nacionales y la extensión del uso del idioma castellano.
El gobierno del presidente Roca buscaba afianzar los limites nacionales ante el espectro de la competencia chilena sobre la Patagonia que, pese a la firma de algunos tratados, como el de 1881, seguía amenazando las aspiraciones del Estado argentino sobre la región y ponía freno a la posible incorporación de extensos territorios al modo de producción capitalista. La necesidad de reconocer el terreno y sus recursos, calcular sus posibilidades económicas y ocuparlo para justificar la posesión, era, para el gobierno, una tarea urgente. Asi, en los recientemente creados territorios de Neuquén y Santa Cruz, los gobernadores Olascoaga y Moyano se lanzaron a expecionar hacia la cordillera, levantar planos y mapas, estudiar suelos y plantas. El coronel fontana debía hacer lo propio en el Chubut y en ese proceso los galeses eran vistos como un excelente instrumento poblacional, un “elemento civilizador del desierto” y posibles defensores de la soberanía territorial.
De esa coyuntura de propósitos e intereses entre colonos galeses y Estado argentino en parte divergentes, porque una mayor presencia del Estado disminuiría la autonomía galesa, pero en otros puntos coincidentes,- la expansión territorial y económica beneficiaria a ambos-, había surgido la expedición de los Rifleros de Chubut y John Murray Thomas había tenido un rol central en promoverla.
Era quien estaba mejor preparado para tener una mirada pragmática y advertir que era necesario y conveniente para ambas partes planificar en conjunto el avance hacia el oeste.
Párrafos extraídos del libro “150 años de Y Wladfa. Ensayos sobre la historia de la colonización galesa en la Patagonia”, de Marcelo Gavirati y Fernando Williams