lunes, 10 de febrero de 2025

 

CLIMA DE INFINITO

“Cada palabra, aunque este cargada de siglos, inicia una página en blanco y compromete el porvenir”. Quien sino Borges pudo arrojar semejante sentencia develando con ella una seriedad y el sentido que tuvieron a lo largo de su vida las palabras y la magia que ellas encierran. Toda una definición para un hombre que paso por este mundo con la noble pretensión de manifestar lo que su interior dictaba, su visión de las circunstancias y su permanente compromiso con los géneros literarios en los que brillo como pontífice.

El premio Fomentor, compartido con Samuel Beckett en 1961 y otorgado por el Congreso Internacional de Editores le valió el reconocimiento internacional definitivo.

A partir de esa circunstancia, comenzó a recibir numerosas distinciones de universidades y gobiernos extranjeros, y gran cantidad de premios, entre ellos el Cervantes en 1980. Su obra fue traducida a más de 25 idiomas. Jorge Luis Borges fue un poeta extraordinario, también fue narrador ensayista, estudioso de la literatura y hábil polemista. Su lírica, tensa, precisa y llena de significaciones, resiste cualquier análisis. Tiene una voz personal que se enriquece con ideas de un hombre universal, elementos estos que le permiten a su vez cantar a los hombres de nuestra historia; asume en toda su extensión las bajezas y grandezas de la condición humana; el verso libre es su escalpelo con el cual singulariza las verdades del hombre y del universo. Su obra poética sobrevive naturalmente al autor adquiriendo con el tiempo una nueva dimensión. Su contenido es inagotable dada la proyección infinita de su temática y la fuerza de su imaginación. Se distinguen claramente dos épocas en su evolución estética; la primera, responde a sus tres primeros libros; “Fervor de Buenos Aires” (1923), “Luna de Enfrente” (1925), y “Cuaderno San Martin” (1929), la segunda y definitiva etapa que lo lleva a un despojamiento en su estilo, a un nuevo empleo de la lengua y a su madurez, llega a partir de “Elogio de la sombra” (1969). Borges corregía permanentemente su poesía para las sucesivas ediciones.

EL VALOR DE LA METAFORA

Como artesano de las letras, construyo un mundo singular y extenso, polémico desde su visión, pero coherente y genial. Sin lugar a dudas estuvo cargado de maestrías, las que nos fueron entregadas a la luz de lámparas que alumbraron sus laberintos de hombre razonable y perplejo ante la lluvia; que gozó con pareja, fruición de Joseph Conrad y de Cervantes; vibró con la lejanía de los sones de Islandia y la precisión de los cuchillos malevos en las sombras. Tal vez hoy rezongaria terco extrañando algunos aires del siglo XIX tal vez repartiría duro y parejo y sin miedo al ridículo en una mesa de política televisiva o declamaría el valor profundo de una metáfora cuando respira. Quién sabe. Lo importante es celebrarlo, porque es importante celebrar la obra de un gran autor, de un poeta inmenso cuya basta dimensión adquiere resonancias insospechadas que no reconocen fronteras y nos invitan a celebrar el arte y su permanente manifestación. Otra bibliografía: “Poemas” (1943), “Poemas” (1958), “El hacedor” (1960), “Obra poética” (1964), “Para las seis cuerdas” (milongas 1965), “El otro, el mismo” (1967), “El oro de los tigres” (1972), “La rosa profunda” (1975), “La moneda de hierro” (1976), “Historias de la noche” (1967), “Obra poética” (1978), “La cifra” (1981), “Los conjurados” (1985).

 

Compartir.

Dejar un comentario