sábado, 27 de julio de 2024

“Dejad esa tendencia de esperarlo todo de los gobernantes y graven en vuestra conciencia la convicción de que ese proceder rebaja el nivel moral de los pueblos”

Leandro N. Alem, discursos escritos (1914)

Los esfuerzos introducidos por la generación que moldeó la Argentina que hoy conocemos, generaron resultados envidiables en campos como el de la educación, el desarrollo y la movilidad social, que han sido logros sorprendentes, rápidos y efectivos.

Si mencionamos la palabra “educación” dentro de las fronteras geográficas de Argentina, muy probablemente alguien en la sala hable sobre Domingo Faustino Sarmiento. El padre del aula, “con la luz de tu ingenio iluminaste, la razón en la noche de ignorancia. Gloria y loor….” Y ya saben el resto de la letra. Este prócer oriundo de San Juan, fue una figura absolutamente deslumbrante, compleja y sin dudas necesaria para la Argentina del Siglo XIX. No cuestionaremos ni por un segundo su aporte fundamental para la educación en nuestro país y en toda Latino América. Pero el relato construido a partir de su figura nos sirve como un buen ejemplo para entender algunos elementos de la argentinidad.

Si hacemos rewind hacia la Argentina de 1882, vamos a ver que durante ese año se celebró el primer Congreso Internacional de Pedagogía y Educación, en la ciudad de Buenos Aires. El destacado evento, organizado por el Gobierno Nacional bajo el estricto liderazgo del Ministro de Justicia e Instrucción Pública, Eduardo Wilde y Onésimo Leguizamón, quien –atención con esto, por favor- renunció a su cargo como Juez de la Corte Suprema de Justicia para presidir el Congreso, fue un antes y un después para la historia de la educación en la Argentina. Entre otras cosas, porque reunió a destacados educadores, intelectuales y pedagogos de todo el mundo, con el objeto de discutir y promover el desarrollo de la educación en el país. Pasaron por esos salones el francés Edóuard Séguin, el alemán Friedrich Froebel y el italiano Francisco Ferrer Guardia, entre otros.

Durante el Congreso, se llevaron a cabo conferencias, mesas redondas y debates sobre diversos temas relacionados con la pedagogía y la educación. Entre los temas tratados se encontraban la formación de maestros, los métodos de enseñanza, la educación de la mujer, la educación técnica y profesional, etc. Como decíamos, este evento resultó un hito en la historia de la educación argentina, ya que marcó el inicio de una etapa de reformas y transformaciones en el sistema educativo del país. Pero lo más interesante tiene que ver con el impacto que generó en la discusión pública, a punto tal que la cuestión educativa fue un tema de debate en los meses previos y posteriores al evento. Esos debates fueron unos de los motivos que llevaron a renunciar al anterior Ministro de Justicia e Instrucción Pública, Manuel Pizarro, en febrero de 1982.

Leguizamón, Wilde, Cané, Estrada, así como el de Sarmiento, tenemos que recuperar todos estos apellidos para hablar de educación y probablemente estamos quedándonos cortos. Sin embargo, el relato se ha simplificado tanto que hasta nos ha hecho creer que con la decisión política de una sola persona, que se puso la educación como objetivo, pudimos lograr transformarnos en un par de décadas, en un ejemplo para la instrucción pública de América Latina.

Hoy, cuando nos duele leer cifras como que el 46% de los estudiantes no alcanzan el nivel mínimo de comprensión lectora primaria, seguramente muchos de nosotros piensa ¿Cuándo vendrá un Sarmiento a ayudarnos? Lamentablemente (o no), para que las cosas cambien –para bien o para mal- se necesitan procesos complejos, serios y que involucren a muchas personas decididas a transformar tal o cual cosa. Esperar siempre al mesías es una característica muy propia –aunque no exclusivamente- del conjunto de elementos que, en el imaginario popular, conforman la argentinidad. Como todas las otras características que mencionamos, no tendría sentido criticarlo como si fuera algo negativo, sino más bien entenderlo en nuestro contexto. Hemos visto también, hace solo algunos renglones, como un conjunto de argentinos trabajando unidos –y con terribles discusiones en el medio- lograron una hazaña asombrosa casi sin precedentes: transformar la educación en la Argentina…..

Textos extraídos del libro “País de Mierda” – Augusto y Mateo Salvatto

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