El fuerte pronto demostró ser ineficaz para los colonos. Se inundaba fácilmente, formándose un lodazal donde hombres y animales se hundían profundamente, por lo que fue abandonado al poco tiempo. Fernando Williams plantea en su libro que, al igual que los colonos puritanos del Mayflower en Norteamérica, la representación territorial de los colonos galeses oponía al desierto Patagónico la imagen del jardín. Williams recopila numerosos ejemplos en que los colonos realizan comparaciones entre el pueblo de Israel cruzando el desierto hacia la Tierra Prometida, y otras imágenes bíblicas y religiosas que comparaban a la Patagonia con el desierto, expresando “… el relato bíblico es el que media la relación con el territorio durante los primeros años del establecimiento de la colonia”.
En oposición al mencionado desierto, el jardín, la chacra cultivada, producto del trabajo, purificador tanto del territorio como de quien lo trabaja, permitía al hombre alcanzar la salvación, recreando el Paraíso en la Tierra, para, en conceptos de Eliade, convertir el Caos en Cosmos. Parte de dicha conversión es modificar el ambiente, en este caso transformar el desierto en jardín.
En un sentido menos espiritual, ser terrateniente era símbolo de la máxima libertad en aquella época. Para los colonos, que en su país no eran dueños de la tierra, dicho símbolo adquiría especial relevancia.
Por otro lado, dieron primacía a la agricultura sobre la ganadería. Desde el principio, la cría del ganado fue solo complementaria a la labor agrícola. Ni los primeros colonos ni la siguiente generación alambraron campos ganaderos, algo que modernamente ha despertado críticas, y que en 1876 motivó sinceros intentos del Comisario Oneto de convencer al Gobierno de desalentar el cultivo casi exclusivo del trigo y enviar más ganado. Pero alambrar los campos atentaba contra la idea de congregarse semanalmente, para el culto dominical, reuniones sociales, intercambio cultural y conservación de la lengua. Algo muy difícil, sino imposible, en las necesariamente extensas y separadas propiedades del campo Patagónico, (tema analizado detalladamente por F. Williams que cita el pensamiento de Matthews al respecto).
Además la ausencia de alambrados y la escases de ganado facilitaron la complementariedad entre los sistemas económico-culturales gales y tehuelche.
Este modelo de ocupación es consecuencia, en gran parte, de la representación del territorio a ocupar que también estudiara F. Williams. Se diferencia notoriamente en sus consecuencias de los sucesos ocurridos en otro sitio –como en Tierra del Fuego- donde el ganado y los alambrados fueron tentación y obstáculo, respectivamente, para los cazadores – recolectores autóctonos, motivando una verdadera persecución y matanza de los mismos por los terratenientes.
Así, la representación del “jardín” o chacra valletana, aunque con límites marcados, que los separaban del desierto, y aún con cercos para contener dentro –o mantener fuera- a los animales, era incompatible con un fuerte defensivo-ofensivo. Y no competía con el modelo económico-cultural de los cazadores-recolectores mesetarios.
Ello permite comprender mejor por qué, cuando el fuerte fue inhabitable, los colonos lo abandonaron sin preguntarse de construir uno nuevo, para ubicarse sobre la loma detrás del mismo.
Algunos se mudaron a sus chacras a fines de 1865 y a comienzo de 1866. Hubo quienes se instalaron a distancia considerable de Trerawson, como John Roberts, Milwr –“soldado”- quien desde mediado de 1866 habitaba su chacra a unos catorce kilómetros de Rawson, frente a la actual Capilla Moriah.
Según Thomas Jones, la primera casa que se construyó fuera del fuerte fue Dyffryn Dreiniog –“Valle Espinoso”- en la ya mencionada chacra de Thomas Davies, Abedár. Casa que, además, parece haber sido la primera de ladrillos de la colonia.
La segunda vivienda fuera del predio del fuerte no era precisamente una casa, sino una tienda hecha de alfombras, edificada en una chacra ubicada “a los tres kilómetros hacia debajo de Trerawson, donde el río toca con las colinas”. Tenía siete habitaciones, y estaba tan bien asegurada que “resistió todos los vientos sin moverse”.
Sus dueños, los tres hermanos Williams de Birkenhead –William, Watcyn y Louiza- le dieron el nombre de Trifa, es decir lugar de los tres. Aunque de reminiscencias orientales esta tienda resulta llamativamente semejante a los toldos Tehuelches de cuero sostenido por postes, con sus compartimientos internos.
Así, los colonos empezaron a vivir sin fortificaciones diferenciándose, su colonia, de otros establecimientos patagónicos, como San José, Florida Blanca, Patagones y Bahía Blanca. Incluso la efímera fortaleza de Villarino (Río Negro) y el pequeño establecimiento de Piedra Buena (Isla Pavón, Santa Cruz), tuvieron foso, muro, cerco de palos y bastiones. Una vez abandonada Caer Antur, la colonia galesa fue la primera no fortificada en la historia de la Patagonia. Este modelo de ocupación territorial, es una prueba adicional, bastante contundente, de las buenas relaciones que, consideramos, en general existieron entre los galeses llegaron de ultramar y los habitantes originarios del actual territorio de la Provincia de Chubut.
Textos de: Asentamiento De los colonos galeses en el Valle del Chubut: antecedentes y primeros 30 meses de su historia – David Williams. Incluido en el libro “150 años de Y Wladfa. Ensayos sobre la historia de la colonización galesa en la Patagonia” – Marcelo Gavirati – Fernando Williams (compiladores) –