sábado, 27 de julio de 2024

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Si alguien te invita a visitar Gaiman en lancha para tomar el té, lo primero que creerás es que el convite es una broma, pero no; porque lo mismo ocurrió cuando lo expresó uno de los cuatro personajes, amigo, que realizaron la hazaña de unir Puerto Madryn con Gaiman. Los tres restantes quedaron absortos pero inmediatamente recogieron el guante, “puede ser… estaría bueno”.

Desde ese momento rondó la propuesta en la cabeza de todos. Fue así como Gabriel Montesino, Néstor Bordenave, Julio Alberto Feijoo, y Martín Fennen se pusieron a trabajar para la travesía. La embarcación sería la de Feijoo “Arabella” (Canestrari) de 5.50 metros de eslora, con un motor fuera de borda de 70 hp.

Bordenave, Montecino, Feijoo y Fennen

La primera tentativa fue el 6 de abril de 1986. La noche anterior el barómetro no pronosticaba un tiempo bueno, pero ellos habían comprobado que en 10 horas podía cambiar. Durante el día anterior prepararon los bidones de combustible, agua, algunos sándwich  y elementos de navegación.

Y llegó el gran día. Pero apenas amaneció surgió el primer inconveniente.  El día no estaba bueno para navegar. Empezaron las dudas y consultas entre los cuatro. Bastó para que uno dijera “… y bueno, probemos” para que todos estuvieran de acuerdo en realizar el viaje. Lo primero fue dar aviso a Prefectura. El rumbo sería directo a Cracker y costear por el Pedral hasta salir al océano. Así partieron muy entusiasmados con el mar algo movido pero a medida que se retiraban de la costa y se acercaban a Cracker el viento se iba incrementando. Muy pronto las olas ya eran inmensas, algunas entre 3 y 5 metros y la lancha se hacía difícil de guiar, por consiguiente decidieron abortar la travesía y ante la imposibilidad de retornar a Madryn, porque el viento lo tendrían de proa, decidieron cruzar la boca del golfo rumbo al noreste.

Después de una demora prudencial por el oleaje fondearon frente a Pirámides donde almorzaron y seguidamente retornaron a Madryn bordeando por la costa norte.

El viento, cada vez más fuerte, dificultaba el avance de la lancha. Por fin luego de varias horas, divisaron Madryn que apenas se veía por la cantidad de arena que volaba y navegando cerca de la orilla llegaron hasta el Club Náutico desde donde habían partido.

Pero cuando se tiene espíritu de navegante no hay nada que detenga al marino. Siete días después volvieron a intentar la travesía siguiendo el mismo rumbo. A las  8 de la mañana, previa comunicación a la Prefectura, comenzó la singladura. El mar estaba planchado, valió la pena esperar una semana. Después de una hora y media ya estaban afuera del golfo y divisaban el faro el Punta Ninfa, navegando por el océano hacia el sur sin ningún contratiempo, acompañados casi todo el recorrido por un grupo de delfines que saltaba constantemente como festejando el encuentro. Contentos, luego de 4 horas, entraban el Río Chubut donde informaron a la Prefectura de Rawson su arribo.

La continuación hasta Gaiman tuvo muchas sorpresas, que si bien lo previeron, resultó aún peor. Al tener el río poco caudal de agua se corría riegos de tocar con la pata del motor los bancos de arena. Muchos pedazos de troncos venían de frente junto a todo tipo de desechos, en los costados había arboles caídos y otros elementos que hacían que la navegación fuera muy lenta porque el motor lo traían destrabado, cosa que si tocaba fondo se basculara solo.

A las 17 horas estaban los 4 tomando el clásico té galés en una de las casas tradicionales que hay en Gaiman. Mientras de que desde la ventana veían, descansado amarrada en la margen del Río Chubut, la fiel “Arabella”, complemento fundamental de la hazaña.

Conclusión: es posible ir de Madryn a Gaiman para tomar un té galés, por consiguiente si te invitan acéptalo.

 

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