
Actor de los polémicos sucesos de los años 20, traducidos en controvertidas obras como La Patagonia rebelde o Los vengadores de la Patagonia. El detonante que provocó el levantamiento masivo de peones rurales principalmente en el territorio de Santa Cruz fueron los paupérrimos salarios que percibían y la ola socialista-anarquista que fue ingresando por Buenos Aires desde Europa.
Como contrapartida estaban los intereses de estancieros británicos, dueños de la mayoría de los campos sureños e influyentes en la economía y en la política porteña.
Para soliviantar a los peones apareció en escena el chileno Antonio Soto, quien llegó a Río Gallegos con una compañía de teatro en 1919. Allí conoció al abogado José María Borrero que dirigía el periódico La Verdad.

Soto cambió el teatro por la política trabajando como estibador y fue elegido secretario general de la Unión Obrera, exhortando a sus seguidores a abandonar el trabajo y presionando a los comerciantes para levantar el boicot. Atacaron las estancias saqueándolas y poco pudo hacer la policía para detenerlos.
El 28/01/1921, el Regimiento de Caballería del Ejército Argentino zarpó de Buenos Aires con la orden de pacificar el territorio, a cargo del oficial Héctor B. Varela, un militar de ilimitado patriotismo, estudioso de la disciplina prusiana, que quería que sus hombres se comportaran como tales.
Al principio, Varela contrarió a los terratenientes extranjeros, porque su programa de pacificación consistía en indultar a todos los huelguistas que entregaran las armas. Pero cuando Soto proclamó la victoria total sobre la propiedad privada, el ejército y el Estado, Varela se sintió ridiculizado y reaccionó con la mayor dureza.
Ese invierno, los huelguistas cometieron vejaciones a lo largo de toda la costa con Soto al frente. En su segunda campaña empezaron a tomar rehenes en las estancias, elucubrando Soto una revolución que se extendería al resto del país. Borrero desertó pagado por los estancieros Braun y Menéndez.
El presidente Yrigoyen autorizó a Varela a utilizar “medidas extremas” para doblegar a los huelguistas. Desembarcó en Punta Loyola el 11/11/1921. Ambos grupos extremistas y exacerbados se enfrentaron con consecuencias que debieron ser previsibles para los políticos de entonces. Los huelguistas se dispersaron sin combatir, mientras el ejército difundía comunicados sobre enfrentamientos armados y arsenales capturados. En cinco oportunidades, los soldados lograron que los huelguistas capitularan, tras la promesa de respetarles la vida. En todas, los fusilamientos comenzaron después. Centenares de hombres cayeron en las tumbas cavadas por ellos mismos o los acribillaban y apilaban los cadáveres sobre hogueras alimentadas por arbustos “mata negra”.
El ensueño de Soto terminó en la estancia La Anita, establecimiento de los Menéndez, cuando sus hombres comenzaron a fugarse al acercarse el ejército.

El 07/12/1921, Varela envió a uno de sus hombres con la propuesta de rendición incondicional y que se respetarían las vidas. Aquella noche, Soto y algunos de los cabecillas escaparon a Puerto Natales. Los chilotes esperaron a los soldados creyendo que los expulsarían a Chile, pero la orden de Varela fue igual a las anteriores. De los 300 hombres que se rindieron, algunos se salvaron por ser mano de obra calificada. Los demás, unos 120, murieron allí.
El resultado regocijó a la comunidad inglesa. El coronel Varela, sobre el que habían recaído sospechas de cobardía, se había redimido con creces. El Magellan Times alabó su “espléndido coraje, en virtud del cual había circulado por la línea de fuego como quien participa en una parada militar (…) Los habitantes de la Patagonia deberían sacarse el sombrero ante el 10 de Caballería, ante esos valerosos caballeros”.
Durante un banquete, que se celebró en Río Gallegos con miembros de la Liga Patriótica Argentina, los veinte británicos presentes, poco versados en la lengua castellana, rompieron a cantar: For he’s a jolly good fellow (Porque es un buen compañero), ante el estupor del patriota Varela. A su regreso, este oficial se encontró con leyendas que rezaban: “Muera el caníbal del Sur”.
El Congreso estaba conmocionado porque la orden de represión fue dada por el propio Yrigoyen, y porque Varela había cometido el error de matar a un funcionario socialista. Entonces se lo designó como director de una escuela de caballería para que se calmaran los ánimos. El 27/01/1923, Kurt Wilkens, un anarquista tolstoiano, mató a tiros al coronel Varela en Buenos Aires. Un mes más tarde, el 26 de febrero, Wilkens fue muerto a su vez en la Cárcel de Encausados por su guardián. Antonio Soto murió de trombosis cerebral el 11/05/1963 y Borrero en 1930 en Santiago del Estero.
Fuente “ Consultor Patagonico” de Luis Colombatto