jueves, 23 de enero de 2025
Artemiso Casarosa y su mujer Ángela Huminahuel, en el centro, junto a hijos, yernos, nietos y vecinos

Según consta en expedientes de la antigua Dirección de Tierras, el italiano Artemisio Casarosa se estableció en 1892 en Barrancas Blancas, unos 10 kilómetros al este del actual pueblo Alto Río Senguer, y se transformó en el primer colono del curso superior del río Senguer. En inmediaciones del sitio donde se estableció, a mediados de 1820 había acontecido una de las cruentas batallas entre tehuelches y manzaneros.

Artemisio nació en 1865, en Marciana, localidad del centro de Italia. Con 18 años de edad abandonó su hogar y se embarcó como polizón con rumbo a Sudamérica. Desembarcó en Buenos Aires, donde permaneció cerca de diez años. Su madre nunca se recuperó del dolor que le causó su partida.

Una vez en Patagonia, a comienzos de la década de 1890, conoció a la manzanera Ángela Huminahuel, con la que formó familia. Angela era hija de Eduardo Huminahuel y Micaela de Huminahuel, familiares directos del cacique manzanero Tramaleo. Para que los manzaneros aceptaran su unión con Ángela, tuvo que participar de un Loncomeo, que es una rogativa ritual. Poco después contrajo matrimonio según las costumbres cristianas. Sus descendientes siempre ignoraron las circunstancias en las que conoció a Ángela. Una nieta se atrevió a indagar en el pasado oculto, a lo que Artemisio le respondió: “Es mejor no hablar, es una historia muy triste”.

En Barrancas Blancas edificó una vivienda de 5 por 35 metros, con paredes de adobe. Constaba de siete habitaciones, dos cocinas y un depósito. En una de las habitaciones habilitó un comercio de ramos generales.

En años posteriores construyó cuatro puestos junto a las márgenes del río Senguer, entre Paso Ingenieros y Paso Moreno; tres de ellos ubicados al este de la casa principal y el restante, al oeste. Uno se lo vendió en 1917 a la Sociedad Industrial del Aisén; otro se lo cedió en febrero de 1918 a un argentino de apellido Eusebio, quien se casó con una de sus hijas; un tercero se lo prestó en noviembre de 1918, por el lapso de un año, al argentino Polonio González y el cuarto se lo vendió en enero de 1919 al español Felipe Gonzalo. También era propietario de un lote ubicado cerca de la reserva indígena de Sacamata, en el paraje Payagniyeo y un puesto camino al paraje rural Pastos Blancos. En total, había ocupado unos 45 kilómetros en torno a las márgenes del curso superior del río Senguer. (Tessart, 1920).

En 1919 poseía 3.400 lanares, 70 caballos de trabajo, 130 yeguarizos y 30 vacunos. También era propietario de un automóvil Case, un Breack, una “americana”, un carro de dos ruedas, un vagón de dos ruedas y una chata de cuatro ruedas que servía para transportar hasta 5.000 kilos de lana.

El matrimonio Casarosa-Huminahuel tuvo 13 hijos: el primero de ellos, Casimiro, nació en 1895; le siguieron Adelina, Ahida, Miguel, los mellizos Amelia y Amelio, Alcira, Aurora, Eugenio, César, Ferdinando, Séptimo y Adriana. Cada uno de los hijos llevaba el mismo nombre que los familiares de Don Artemisio residentes en Italia. Como los Casarosa eran de costumbres profundamente religiosas, los niños fueron educados en establecimientos escolares de la congregación salesiana. Estudiaron como pupilos en colegios de Gobernador Costa, Comodoro Rivadavia, Rawson y Buenos Aires. Doña Ángela Huminahuel tuvo a Séptimo, su último hijo, a la edad de 50 años; por lo que debió amamantarlo su nuera Julieta Danesi, que había dado a luz casi al mismo tiempo.

Artemisio le prohibió a Angela que le enseñara a hablar a sus hijos en lengua indígena, pero ella transgredió la imposición. Los niños tenían derecho a conocer la cultura milenaria de la madre.

En cuanto a sus personalidades, don Artemisio y su mujer eran muy alegres, afectos a una intensa vida social. En su campo solían organizar fiestas bailables, a las que asistían los vecinos. Los bailes se realizaban al aire libre. Debido a su afición por los bailes y sus acostumbradas bromas, las amistades conocían a Artemisio por el apodo afectuoso de “II Matto” (El loco).

En 1895, un brujo indígena llamado Cayupul intentó sublevar a las tribus tehuelches establecidas en el sur del Chubut y norte de Santa Cruz. Según el sacerdote salesiano Bernardo Vacchina, Casarosa resultó víctima de los sublevados por no querer venderles bebidas alcohólicas. En una crónica que escribió Vacchina, casi al comienzo del texto afirma que el comercio de Casarosa fue saqueado, pero más adelante vuelve a referirse al tema y comenta que Casarosa sólo fue amenazado:

“Además algunos indios enojados contra el comerciante Casarosa porque no les quería vender más licores, se fueron amenazándole que vendrá día no lejano en que no le rogarán para comprarle.” (Vacchina, sin fecha)

 

Libro “La colonización del oeste de la Patagonia central”, de Alejandro Aguado

 

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