A la llegada de los españoles al sur de Chile, los mapuches eran agricultores. Habían formado al sur del Bio Bio una de las sociedades más prósperas, hermosas, vitales y armónicas que se tenga memoria en el continente americano. Más de un millón de personas vivían en los bordes de los ríos de la Araucanía. Eran enormes afluentes de agua que bajaban impetuosos de la Cordillera y que se tranquilizaban en los valles hasta llegar al mar. Las canoas, algunas de gran tamaño, los surcaban produciendo un continuo desplazamiento especialmente de mujeres y productos. La población vivía agrupada en caseríos, reuniones de varias casas o rukas mapuches, en las que gobernaba una autoridad. La vida laboral era intensa. Se trabajaba la tierra, las vegas y las colinas suaves, se pescaba y mariscaba en el mar, se cazaban pájaros y animales, se criaban ganados, se los esquilaba y se hilaba y tejía la lana, se producían cántaros y cerámicas de múltiples formas y colores, muchos de ellos de enorme tamaño, se fabricaba todo lo necesario para vivir.
En un día de feria a la orilla del rio Imperial, por ejemplo, convergían las canoas desde kilómetros alrededor, cargadas de sus productos, las pilguas o canastos de piñones venían de la Cordillera de Nahuelbuta y producían el cofque o pan que sería ‘untado’ en los ‘cauceos’ de mariscos traídos por las canoas que llegaban desde Puaucho y las playas de la costa cercana. En el gran Alihuén (o aliwen que significa lugar de reuniones), ubicado posiblemente frente a lo que hoy en día es el pueblo de Carahue, se reunía la multitud a apostar a quien ganaba en el juego del Palín, la chueca de los araucanos. Había jugadores profesionales, que se dedicaban a prepararse para ese deporte. Los caciques se sentaban en grandes tarimas de tablones de madera a observar la multitud. Allí presentaban a sus hijas e hijos para obtener un matrimonio conveniente. Así se iban haciendo las alianzas políticas que mantenían las familias en paz.
Nadie los mandaba. No había autoridad más allá de la familia; familia amplia, compleja, poligámica, patriarcal, como señala hoy día la antropología. Eran linajes enormes que obedecían a un jefe, cabeza, lonco en lengua mapuche, o a un ulmen, un hombre sabio y rico, gordo por lo general, nos dicen las historias, que había procreado una larga descendencia y que ejercía sobre todos ellos, sobre diversas agrupaciones, el poder de la justicia. Hombre importante con derecho de juzgar. Los mapuches habían constituido una sociedad sin estructura estatal. No tuvieron reyes ni señores. Se gobernaban según la tradición, el ad mapu, o “ley de la tierra”. Pero cuidaban mucho de las relaciones con los otros. Fue así desarrollándose lo que denominamos una cultura de la cortesía. Al no poseer Estado, ni gobierno central externo a las familias, requerían de mecanismos sociales que posibilitaran y facilitaran la convivencia. Se valían de instancias, lugares y ceremonias en donde reafirmar permanente y reiterativamente la mutua amistad. A nadie le delegaban el poder. A ninguna autoridad le entregaban la obligación de mantener la paz entre los habitantes. Eran ellos mismos los responsables de la vida pacífica. La lengua mapuche está cargada de conceptos y términos referidos a la vida social. Por ello se reunían tanto y tantas veces. Vivían en reuniones sociales, encuentros, actividades religiosas, ferias y alihuenes, celebrando matrimonios, asistiendo a entierros y funerales, efectuando visitas, las que se realizaban siempre con gran pompa y estilo y que, a veces, duraban semanas enteras. La sociabilidad y cortesía mapuche fue capaz de reemplazar al Estado como institución organizadora, controladora y represiva. La sociabilidad, las comidas, las bebidas, el baile interminable, la vida sexual libre entre los jóvenes, la poligamia como sistema de transferencias y alianzas políticas, fueron algunos de los mecanismos que permitieron que surgiera esa sociedad agraria del sur de Chile antes de la llegada de los españoles.
Esta sociedad instalada en las orillas de los ríos, comunicada entre sí con sistemas de gobierno y producción, es lo que denominamos ‘sociedad ribereña’. Se encuentra en el origen de la cultura mapuche y por tanto, de una u otra manera, en la base de la sociedad y el territorio que ocupa hoy día Chile.
Fragmento del libro “Historia de los antiguos mapuches del sur”, del escritor chileno José Bengoa.