sábado, 27 de julio de 2024

TikTok, la cuarta red social más popular del mundo, entra en 2023 con el temor a ser prohibida en su mercado más lucrativo, Estados Unidos, por motivos de seguridad nacional. Por de pronto, todos los empleados del Estado federal -el equivalente, salvando las distancias, de la Administración central española- tendrán prohibido descargarse esta app en sus dispositivos de trabajo -es decir, propiedad del Estado- a partir del mes de febrero. Así lo ha decidido una ley aprobada por el Congreso y sancionada por el presidente Joe Biden la semana pasada durante sus vacaciones en las Islas Vírgenes.

La prohibición, cuyas especificaciones deberán detallarse entre este mes y el que viene, solo afecta a los empleados del Ejecutivo, lo que deja fuera el sistema judicial y el Legislativo. Pero justo un día antes de que Biden ratifica la ley, el Oficial-Jefe de Administración de la Cámara de Representantes emitió una orden decretando “la remoción, con carácter inmediato, de TikTok de cualquier dispositivo de la Cámara”, alegando “numerosos riesgos para la seguridad”.

Cuatro días más tarde, el 1 de febrero, entraba en vigor la prohibición de tener TikTok en cualquier aparato electrónico propiedad del estado de Texas, el segundo más poblado y con una economía más grande de Estados Unidos. Así, Texas se sumaba a los otros 18 estados del país que han adoptado medidas para limitar el uso de la red social.

Los motivos de las prohibiciones de TikTok se resumen en dos palabras: su dueña es la compañía china ByteDance. Y las empresas de ese país tienen orden de transmitir todos los datos de sus usuarios a las autoridades de Pekín cuando éstas se los soliciten. TikTok afirma que nunca ha hecho eso con los datos obtenidos en Estados Unidos, donde cuenta con 118 millones de usuarios que entran en la app al menos una vez al mes (aunque la media es de 8 veces al día).

Pero la seguridad nacional no lo es todo. También está el dinero. Meta, que está llevando a cabo una más que complicada transición de las redes sociales al metaverso (es decir, a la realidad virtual) y Snap, otra gran red social que está viéndose condenada a un segundo escalafón en el sector, están haciendo una formidable trabajo de lobby para que TikTok sea prohibida en EEUU. Su argumento no es solo empresarial, en el sentido de eliminar a un rival. También lo es geopolítico: si China no permite la presencia de absolutamente ninguna red social occidental en su territorio ¿por qué va EEUU a hacer lo contrario?

Claro que, contra ese argumento, hay otro, político. El Partido Demócrata, que controla el Senado y la Casa Blanca, está dispuesto a apretar las tuercas a TikTok. Pero no quiere prohibirlo. ¿La razón? Facebook es la red social de los viejos; Twitter, la de los colgados de la política; Instagram, la más transversal; y TikTok, la de los más jóvenes. Y los más jóvenes votan demócrata. Si a cambio de su apoyo en las elecciones hay que dejarles viendo videos de bailes mientras el teléfono le pasa todos los datos a una base de datos en China, qué se le va a hacer.

Porque el poder de TikTok es inmenso entre los jóvenes estadounidenses. Según la consultora Wallaroo Media, un 32,5% de sus usuarios en EEUU tienen entre 10 y 19 años de edad. Y su crecimiento, además, es estratosférico. La empresa de medición de audiencias online Comscore, que solo incluye en sus análisis a los mayores de 18 años -o sea, que deja fuera al grupo demográfico más importante de TikTok- estima que entre abril de 2021 y abril de 2022 la audiencia de la app de ByteDance se triplicó.

TikTok ha conseguido ese éxito gracias a sus vídeos cortos hechos por sus usuarios y, sobre todo, a su algoritmo, que, al contrario que los que las demás redes sociales han usado tradicionalmente, no conecta al usuario con personas con las que mantiene lazos de afinidad -por ejemplo, amigos o familiares- sino que lo hace de manera aleatoria en función de las búsquedas previas.

Eso ha disparado la audiencia de la plataforma, así como su capacidad para captar publicidad, y dinamitado el modelo de negocio de Meta (Facebook e Instagram), Snapchat, YouTube (Alphabet, es decir, Google), y otras redes, y ha convertido a ByteDance en una gigantesca máquina de generar ingresos por publicidad.

Hasta ahí, todo es normal en el mundo de las redes sociales. Incluso lo es que haya acusaciones contra TikTok de que espía lo que el usuario hace incluso cuando la tiene desactivada, pero en su dispositivo. O de que su software sea capaz de identificar por las pautas de tecleo quién está usando el dispositivo: si la persona que normalmente lo emplea u otra. Todos esos trucos -otros los llamarán trampas, y algunos, atracos a mano armada de la privacidad- son comunes en internet.

El problema, según EEUU, es que TikTok manda esos datos -o, al menos, puede mandarlos- a China. Y ahí la cosa se complica y mucho, porque Washington está en una Guerra Fría a todos los niveles -incluido el tecnológico- con Pekín. Y lo último que quiere el Gobierno Biden es tener un espía chino en el teléfono móvil de cada joven estadounidense, incluyendo, claro está, trabajadores del Congreso, pilotos de F-35, Marines, agentes de la Reserva Federal, supervisores de Wall Street del Tesoro, o becarios de la Casa Blanca.

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