Otro nuevo año comenzaba para los habitantes de nuestro pueblo y las perspectivas económicas eran iguales, por no decir peores que las del año que fenecía, por cuanto la crisis reinante se mantenía en todo su vigor y en el futuro inmediato no se vislumbraba solución alguna. En ello gravitaba el mal estado en que se encontraba el Valle, cuyas chacras en un porcentaje del 50%, quedaron afectadas después de la inundación de julio del año pasado y cuya economía y bienestar repercutían poderosamente sobre el comercio local. Relacionado con este estado caótico de las finanzas locales, haré referencia a un artículo que en el mes de marzo y bajo el título de “no podemos pagar”, el semanario “El Pueblo” comentaba:
“Hay quienes creen que es necesario considerar al pueblo para que no pague los impuestos gravosos y confiscatorios que amenazan terminar con su poca vitalidad económica”. En otro párrafo expresa: “El angustioso ‘no podemos pagar’, lo ha lanzado el pueblo sin necesidad de incitaciones de ninguna especie y es consecuencia lógica de la voracidad municipal, gravitando sobre el contribuyente y sobre el derecho a la defensa de sus intereses y de la propia vida, pues no es posible pretender imponer al pueblo los mismos impuestos de épocas de prosperidad, aumentados en muchos casos y creando otros nuevos, cuando todo se ha desvalorizado en una proporción del 50% y correspondería la rebaja de los impuestos en la misma proporción”.
“Ni los productores ni los propietarios que no recogen actualmente beneficio alguno, y pierden en la mayoría de los casos, ni el comercio, ni la industria, ni los profesionales que sufren las consecuencias del desastre de las dos grandes fuentes de riqueza del país, la agricultura y la ganadería, necesita de incitaciones para no pagar lo que le es materialmente imposible y es por eso, que han lanzado el grito angustioso de “no podemos”, que nada ni nadie podrá hacer variar mientras no mejoren las condiciones económicas del pueblo”.
Para paliar en parte la gran crisis reinante en la localidad y dando pruebas de amor al prójimo y de un gran espíritu humanitario, la Sucesión Pagasartundúa, propietaria de la Panadería La Unión, volvió una vez más a rebajar el precio del pan a partir del primero de enero, el que quedó fijado en $ 0,20 m/n el kilo. ¡Cuántos chicos habrán podido comer pan en esos tristes días gracias a la generosidad de la Familia Pagasartundúa!.
El año 1933 fue además un año político por excelencia, por cuanto durante sus 12 meses la oposición se la pasó atacando, por medio de volantes y solicitadas que aparecían en los semanarios locales, al señor Martín Cutillo, jefe del partido oficialista y Presidente del Honorable Concejo, quien su vez se deleitaba en contestarlas con términos nada cordiales, situación ésta que allá por el mes de agosto hizo crisis con la acusación que, ante la Justicia Letrada, le hizo el Director del periódico “Orientación”, señor José Evaristo Núñez.
En la denuncia-acusación formulada se involucraba no solo al ex Comisionado Municipal y actual Presidente del Honorable Concejo, sino también a todos sus integrantes. Como era de esperarse el señor Martín Cutillo en nombre propio y por mandato del Honorable Concejo Municipal, entabló una querella judicial contra los Directores de los periódicos “Orientación” y “El Pueblo”.
Todo ello trajo aparejado una investigación a la administración municipal y cuando el 8 de agosto se presentaron en la Municipalidad los contadores designados por el señor Juez Letrado, señores Ramón Zurutuza y Jorge Niño, el Presidente del Honorable Concejo se negó terminantemente a hacer entrega de los libros comunales, invocando los fueros de la autonomía municipal. En vista de ello, se presentaron el jueves 10 de agosto en la Municipalidad, el Comisario Sumariante, Don Arturo López Verde, el que investía una delegación del señor Juez Letrado, acompañado de dos oficiales de policía, los dos contadores designados y varias otras personas. En esta ocasión fueron atendidos por los Concejales señores Davis Owen y Ángel Salvo, quienes también se negaron a hacer entrega de los libros, razón por la que fueron notificados, junto con el Presidente para que hiciesen entrega de la documentación contable, dentro del término de 3 horas, o sea, antes de las 18 horas.
En esta ocasión se tuvo que ceder por cuanto negarse a ello hubiera equivalido a una insubordinación, la cual se hubiera pagado con varios días de arresto. Tal cual ocurre en estos casos, el proceso continuó su curso, culminando en 1934 con la renuncia que a su cargo presentara el señor Martín Cutillo.
Fragmento de Matthew Henry Jones