domingo, 12 de enero de 2025

Jesús Menéndez es el delegado de Y.P.F y de reconocida filiación al Partido Socialista. Ese día, cuando llega a su casa y la esposa le dice que lo había buscado la policía y que debía presentarse en la comisaria, cree que se trata de algún trámite de rutina y se dirige de inmediato hacia la seccional Primera. Es el mes de diciembre de 1950 y, al regreso, iría con su familia a la pileta del barrio Ministro Castro (km.5), para ver al nadador Matías Albornoz, en su intento por quebrar el record mundial de permanencia en el agua.

Al llegar a la comisaria se encuentra con un amigo y compañero de trabajo de Y.P.F, quien promete esperarlo en la estación de servicio ubicada frente a la comisaria. Pero el tiempo pasa y Menéndez no sale. El Amigo, de apellido Del Rio, ingresa y pregunta por el motivo de la demora:

-Acá no entro ningún Menéndez –le responde al oficial de guardia y, ante la insistencia de Del Rio, le advierte:

-Retírese o usted también va a ir preso.

El amigo busca a la esposa de Menéndez, quien también dirige a la comisaria y encuentra el nombre de su marido en el cuaderno de ingresos.

El oficial se niega a dar explicaciones y entonces decide recurrir a Doña Juana, que conoce a Jesús por la participación de ambos en la cooperadora de la escuela 142, en la incipiente zona oeste del pueblo.

Doña Juana no es otra que la madre del presidente Juan Domingo Perón, quien desde su domicilio en avenida Rivadavia, entre Alem y Viamonte, pregunta:

-A Jesucito, se lo llevaron? ¿Cómo puede ser?

Doña Juana Sosa de Canosa llama por teléfono al comisario Cesar Stafforini, interventor municipal, quien al principio niega la detención:

-En 10 minutos lo quiero acá –ordena la madre del presidente. Efectivamente, la liberación se produce:

“Me salve de un viaje gratis a Buenos Aires, en “el avión fantasma”, que por entonces llegaba todos los jueves y se llevaba dos o tres compañeros, generalmente a los que protestaban por mejores condiciones de trabajo; algunos volvían después de muchos años presos y otros, nunca más. Doña Juana no sabía de qué lado jugaba yo, que era socialista y que respeté a Perón porque hizo cosas que eran bandera de nuestro partido. Pero no lleve corbata negra el día de la muerte de Eva: no lo hice ni siquiera cuando murió mi madre”.

Son las 9 de la noche y aún hay tiempo cuando Jesús Menéndez se reencuentra con su familia en su casa: para festejar y olvidar las tenciones vividas, van todos a la pileta a de km.5, a alentar a Matías Albornoz, que está próximo a quebrar el record mundial de permanencia en el agua.

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