miércoles, 5 de febrero de 2025

Muchos aún se cuestionan cómo es Rawson, cómo está integrado lo que podría llamar su organismo, esa cuestión interna y etérea que está en cada individuo y que hacen al funcionamiento de la ciudad.

Esto es un misterio casi inexplicable, y lo que torna más cautivamente las entrañas mismas de un pueblo que vive al ritmo pausado y que sin mirar muy claro el futuro mantiene vivos en el recuerdo hechos que parecen han dejado para la eternidad su marca a fuego.

Las acciones y anécdotas de un grupo importante de pioneros refrescan en forma casi cotidiana, y esto es fácil interpretar, aceptar y comprender, es que en esa época hubo una verdadera transformación social que trajo cosas muy apetecidas por el ser humano: trabajo y dinero… sobre todo mucho dinero.

Pero Rawson, al igual que otros pueblos del Chubut, como Comodoro, Rivadavia, Puerto Madryn y Trelew, fue algo mucho más importante en el contexto de la Nación Argentina, fue la cuna de varios cambios que a pesar de ello y en forma permanente la Nación les dio la espalda.

Rawson es una ciudad que había nacido y permanecía (aún hoy lo está) en el más absoluto de los desamparos. Un pueblo casi sin conducción coherente inexorablemente crecerá, si logra hacerlo como el nuestro, en forma autárquica.

Y esta ciudad, a pesar de todo, impulsó el florecimiento del valle. Desde aquí se movilizaron hombres y maquinarias que fueron a dar vida a otros pueblos de la zona, logrando establecer vínculos que la tuvieron por varias décadas como punto neurálgico para sus propios crecimientos.

Aunque esto estuvo basado, lamentablemente, sobre cimientos de algodón colocados por empresas de afuera que se asentaron en la zona merced a concesiones otorgadas en Capital Federal, donde una vez más nos desconocían como pueblo, dictando pautas y normas en desmedro de nuestra propia organización e idoneidad.

Esto se hizo contemplado con la complacencia de la clase dirigente local, que solamente efectuó cálculos en pesos sin siquiera analizar el futuro inmediato, un futuro de aquellas épocas que es un permanente presente. Un presente que se empeña en recordar las florecientes épocas de la pesca, la industria, de las fábricas como “AgriPesca”. Paso obligado para luego entrar a trabajar en la Administración Pública Provincial, pero que, deliberadamente o no, olvida las 12 horas diarias, las extras y sin goce de remuneraciones,  todo en forma obligatoria para los obreros que dejaban muchas horas del día.

Se trabaja mucho y alcanzaba para poco. Para muchos la década del 60 fue de oro. AgriPesca y luego Flor de Lis simbolizaban la pujanza del pueblo. Desde allí se exportaban las legumbres más grandes que haya visto el valle. Se cosechaban de la localidad 28 de Julio, llegaban a la fábrica, se los fraccionaba y se los cargaba en un camioncito Ford 30 que los llegaba hasta San Antonio Oeste. Y desde allí se transportaba en el tren hasta el puerto de Buenos Aires rumbo a Brasil. Fue una verdadera revolución productiva.

No hubo “verso político”, era una realidad porque había planes de trabajo, mano de obra que aportaba al crecimiento de este pueblo que a lo largo de sus décadas se ha visto despojado por falta de políticas claras.

La cultura del abandono

Según el diccionario de la Real Academia, abandonar significa desamparar a una persona o cosa, desatender, descuidar, dejar de asistir. No es casual que el hombre del siglo XX haya hecho del abandono una forma de comportamiento social.

El Estado debe ser y construirse como idóneo dique contenedor de los males generados por los modelos gubernamentales impuestos en el mundo y lamentablemente en nuestro país. Y por ende, en nuestra ciudad, donde el abandono de sus instituciones, como el de su gente, parece ser la imagen más patética del esfuerzo que supimos conseguir. Y Flor de Lis es una de estas instituciones.

Falta planificación.

La ciudad de Rawson padece, entre otras cosas, una notable falta de planificación productiva. Así como la provincia en general se creó en un momento por la lana, el espectacular crecimiento de Puerto Madryn se produjo por la planta de aluminio Aluar, la explotación de Trelew por el Parque Industrial Textil, la ciudad capital del Chubut, se refundó por la actividad pesquera.

Amén de la industria de la administración pública provincial y nacional nunca explotada (basta con ver el deterioro de los edificios públicos y el éxodo de los organismos a otras ciudades), Rawson tiene en parte su razón de ser en la producción de los productos de mar.

Sin embargo, la planificación en ese sentido es inexistente. Cuando las informaciones nos señalan que estados enteros y soberanos pelean por sus cuencas y riquezas y son su razón de vivir, en esta capital provincial, la falta de planificación obliga a no admitir sobre una tasa de desocupación peligrosamente alta, sin avizorarse el futuro alentador y recordar que todo tiempo pasado fue mejor.

El Templo del Abandono

Uno de los ingresos al centro de Rawson es el fiel ejemplo del inalterable paso del tiempo que nos mostró una época de esplendor y que nos delata una decadencia y una degradación difícil de asumir, como también la ineficiencia o el desinterés de quienes tienen que resolver esa cuestión. La esquina de la avenida San Martín y Bernardo Vachina es hoy el Templo del Abandono y el caldo de cultivo de una tapera que va a pasar a la historia para las futuras generaciones, no por lo que fue, sino por lo que es y que parece, lamentablemente será.

Ese edificio ubicado en las esquinas céntricas de la capital provincial tiene quizás una de las más ricas historias del pueblo, y es un claro símbolo de lo que la historia y los que hacen la historia quiso, al menos hasta hoy, para Rawson.

En la esquina de San Martín y Vachina se levantó la planta procesadora de productos de mar y agrícola, que no tuvo precedentes en la historia rawsense y que pasó, sin dudarlo, a la población entera de un Rawson que recién nacía, esperando desde ese lugar de trabajo, la posibilidad de ingresar a la administración pública provincial o encontrarse con un futuro mejor para ellos y sus hijos.

En esa esquina, que hoy todavía tiene fantasmas de un pasado mejor con la inscripción despintada en las paredes de la marca Flor de Lis, es la puerta de presentación para el ingreso a la ciudad y encierra un símbolo grabado a fuego de la historia de la decadencia de Rawson, capital de la Provincia del Chubut.

Cine Bárbara

Sin embargo, Flor de Lis no fue solo una pesquera en sus principios, allí se encontraba el centro de reunión social más importante del pueblo en la década del 30, cuando funcionaba el Cine Barbara, así, sin acento en la primera A, propiedad de don Celestino Barbara, y que cerró, como las tantas otras cosas en esta ciudad, en 1936.

Ese cine, que tenía estructura de teatro, poseía dos enormes palcos sobre sus paredes, butacas tipo Pullman, un piso de madera, una excelente recámara para la época desde donde se proyectaban los films en blanco y negro, mayormente del Far West americano, sobre una pantalla pintada de blanco sobre una pared ocre.

“Nuestros padres nos llevaron a ver las películas de Cowboy, y realmente se llenaba. Aparte, allí se juntaba toda la gente del pueblo”, nos comenta Miguel, viejo poblador de nuestra ciudad, que ya superó largamente la barrera de los 70 años.

AgriPesca

Años después, y luego de instalarse una carpintería propiedad de Reginaldo Vera, se cristaliza lo que iba a ser un polo productivo de excelencia. No solo para Rawson, sino que se extendería mucho más allá. Las elaboraciones que desde allí se producían iban a tener destino de exportación. Y no había anuncio de revoluciones productivas que apuntalaban tal proceso de comercialización. Nacía entonces la firma AgriPesca, el embrión de una gran fuente laboral propiedad de José Gort y Carlos Ayllón. Este último, con una experiencia comercial previa, como la de ser propietario de un almacén de ramos generales en la esquina de Rivadavia e Irigoyen de la incipiente ciudad, y en donde hizo sus primeras armas.

En Agripesca se elaboraban los productos de mar en el verano, y en la temporada invernal se hacía lo propio con los agrícolas, como legumbres, garbanzos, arvejas y alfalfa que eran traídos del valle inferior del río Chubut, más precisamente desde las chacras del 28 de julio de 2011. Estos dos procesos de trabajo generaron una fuerte oferta de trabajo, basado en dos pilares básicos. La pesca, por intermedio de uno de los barcos apodados “Tucu tucu”, quienes trabajaban el cazón al que se le extraía el hígado y se hacía el aceite de bacalao. Y el procesamiento del langostino, del salmón, la merluza y el pejerrey. Y de la agricultura, donde se trabajaba las legumbres, el garbanzos, arvejas y alfalfa.

En principio, para el congelado de los productos de mar, se colocaba una barra de hielo en el medio del paquete de pescado. Aunque luego se creó una cámara frigorífica a través de Don Francisco Curti. Y se los enviaba vía terrestre, más precisamente con un camión Ford 38 a San Antonio Oeste y de allí por tren a la ciudad de Buenos Aires.

El mismo sistema de transporte se hacía con los productos agrícolas. En donde los garbanzos de primera calidad se exportaban a Brasil. En tanto que los de segunda se quedaban en el mercado interno. A ello se le sumaba un secadero que estaba ubicado frente a lo que era el edificio principal. Y una pequeña planta procesadora de pescado a 100 metros del nivel central. Más precisamente en la esquina de San Martín y Conesa, donde hoy se encuentra el supermercado La Superferia. A mediados de la década del 60 la Agripesca fue adquirida por la firma Flor de Lis. Quien fue la última propietaria del hoy edificio en ruinas. Cerró a finales del 60, aunque oficialmente se dice que fue a principios de los 70. Esta empresa producía ya enlatados en mariscos, atún y pejerrey. Que aún se encuentran diseminados dentro de las estructuras de lirigias. De un emprendimiento que supo tener sus días de gloria en nuestra capital. Y que hoy literalmente se caga a pedazos y que solo sirve para acobijar a aquellos marginales sociales apodados nincheras. Que deambulan por las frías noches de la ciudad. En la actualidad una maraña judicial envuelve toda esta estructura. Protegida por un cuidador que vive en el único sector habitable del edificio. La marca Flor de Lis es propietaria de bancos privados con residencia en Buenos Aires. Entre los que se encuentra el banco Quilmes y cuyos representantes bajan a estas tierras en forma eventual. Cuando necesitan negociar la deuda que posee con los entes prestadores de servicios locales. Así es que por estos días la municipalidad está en plena demanda judicial por el no pago de impuestos. Mecanismos que también habían habilitado el ex intendente Miguel Ángel Ventura. Cuando logró el pago de una suma con una quita importante de intereses. Ventura en ese entonces y al principio de 1992. Hizo que el representante de Flor de Lis se llegara hasta Rawson para abonar lo que debía. Previa amenaza a juicio. Sin embargo luego de los pagos iniciales la historia volvió a repetirse. Y la bicicleta del pago se sucedió hasta estos días sin que se encuentre una solución definitiva a esta cuestión. Hoy Flor de Lis son letras borrosas en rojo sobre la pared de una calle. Como una representación concreta de la decadencia de Rawson. Esas paredes que fueron mudos testigos del tiempo de bonanza. Actualmente solo sirven para la pegatina de fiches publicitarios de algún candidato político de turno. Que promete un futuro mejor para Rawson.

Nota de archivo de “El Informador Capitalino”

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1 comentario

  1. Patricia leiva buvinic on

    Que buena reseña de lo que es Flor de Lis en Rawson, al fin pude encontrar su historia, triste final para algo que fue pujante y gestora de bienestar para muchas familias , y contribuyó al crecimiento de Rawson, .GRACIAS ..

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