Son más de 130 los años desde que la Compañía de Tierras Sud Argentino comenzó a trabajar centenares de miles de hectáreas en el sur argentino, primero en la zona cordillerana del norte de Chubut y sur de Río Negro, y luego también en Santa Cruz, hasta la actualidad que también posee campos en Balcarce.
El origen de la empresa se remonta a la última década del Siglo XIX, cuando el Gobierno argentino, con el fin de poblar la Patagonia como una estrategia para afianzar la soberanía en tierras que estaban en conflicto con Chile, autorizó a esta sociedad a establecer diversas colonias al pie de los Andes.
Desde entonces, fue creciendo fundamentalmente a través de la producción ovina, tanto para carne como para lana, hasta conformar hoy una compañía que es la mayor propietaria de tierras privadas del país.
En los diferentes territorios en los que opera, administra más de 900.000 hectáreas y bordea los 300.000 animales, incluyendo bovinos de la raza Hereford; produce casi un millón de kilos de lana al año, y tiene además plantaciones de pinos que ocupan cerca de 10.000 hectáreas. Para mantener todo esto en funcionamiento, invierte más de U$S 25 millones al año.
En el marco de una visita de periodistas a los establecimientos Leleque y Maitén, Infocampo entrevistó al CEO de la empresa que desde 1991 está en manos del Grupo Benetton, Agustín Dranovsky.
Cómo es producir en explotaciones donde 20.000 hectáreas son apenas un lote, las inversiones actuales y las que proyectan, y los problemas que significa enfrentar conflictos con comunidades mapuches, en boca del ejecutivo.
LOS IMPRESIONANTES NÚMEROS DE LA COMPAÑÍA
– Si tuvieras que resumir en pocos minutos qué es la Compañía de Tierras Sud Argentino, ¿qué dirías?
– Es un grupo de empresas que, dentro del sector agropecuario, está involucrada en distintas actividades: ganadería ovina, bovina, forestación, agricultura y un frigorífico en Santa Cruz. La particularidad es que todo esto se hace en comunidades que no son las típicas en las que están las empresas grandes de producción extensiva. Y eso tiene rasgos diferenciales en relación a las formas de producir, de organizarse, los desafíos climáticos sobre todo en la Patagonia que es muy distinto a Buenos Aires. Eso conforma una organización muy distinta.
– ¿Cómo es administrar una empresa que tiene 900.000 hectáreas y miles de animales?
– Es un desafío desde armar planes productivos en lugares que tienen condiciones difíciles de enfrentar año a año, y que van variando. Es algo que en general les pasa a muchos productores, pero acá en vez de trabajar con campos de 300 hectáreas, los lotes son de 5.000, 10.000 o 20.000 hectáreas. Y esas cosas hacen que la forma de organizarte, planificar, de analizar la oferta forrajera y planificar la rotación de animales, requiera de otro conocimiento distinto al resto del país.
– En total, ¿cuántas cabezas tienen?
– Alrededor de 260.000 cabezas ovinas y unas 22.000 vacunas, distribuidas en la zona de Cordillera, entre Esquel y Bariloche, y el resto en Balcarce.
– La lana es uno de los principales ingresos, ¿cuál fue la producción este año?
– Estuvimos en los 915.000 kilos.
– ¿Cuánta gente emplean de manera directa?
– De manera constante todo el año somos 300 personas, pero durante cinco meses, durante el momento zafrero, el frigorífico trabaja entre diciembre y abril, y en ese momento somos más de 500. Y de manera indirecta, no tenemos maquinaria propia: no tenemos fletes, cosechadoras, pulverizadoras o sembradoras. Eso significa muchas familias que dependen en gran parte de lo que podemos generar, en comunidades que tal vez no hay muchos desarrollos de empresas privadas. Eso es un orgullo y también una responsabilidad de seguir generando oportunidades y puestos de trabajo.
– ¿Cada año, para hacer funcionar toda esta estructura, cuánto invierten?
– Más o menos, dependiendo el año, estamos cerca de los U$S 25 millones, solo para que la compañía se mueva.
– ¿Y cuál es la estimación de facturación para 2022?
– Esperamos estar cerca de los U$S 35 millones.
– Es decir, que hay una gran reinversión.
– Sí, porque en realidad lo que mencioné es solo lo que se necesita para mover la empresa: sueldos, insumos, labores. Pero después está todo lo que se reinvierte en tecnología y demás para seguir creciendo: esta compañía desde que está el holding accionista actual, nunca pagó dividendos, siempre se reinvierte todo en el país.
LOS VAIVENES DEL PAÍS Y EL CONFLICTO MAPUCHE
– El holding forma parte del Grupo Benetton, un gigante global. ¿Cómo es explicarles muchas veces a los accionistas los vaivenes de la Argentina?
– Hay dos cuestiones a tener en cuenta: en primer término, la familia a través de su holding empezó a invertir en Argentina a principios de la década de los ’80; o sea, hace 40 años que está en el país, y ya han vivido todo tipo de crisis, momentos muy buenos, atraso cambiario, mega devaluaciones, inflación. Entonces al tener esa mirada de largo plazo, el entendimiento de las coyunturas puntuales es diferente del que invierte en Argentina buscando una rentabilidad de corto plazo. Al estar tanto tiempo en Argentina, ya conocen lo que puede suceder. De todos modos, en estos años entramos en un proceso de transformación de pasar de ser una empresa familiar a reportar a un holding, y ahí sí, al estar administrado por profesionales y no por familiares, tal vez hay cuestiones más puntuales de la Argentina que son difíciles de interpretar, como los ajustes por inflación o los múltiples tipos de cambio. Pero en definitiva es solo tiempo que uno dedica en una reunión a explicar por qué ciertos resultados se generan o ciertos otros. Lo que veo es que no afecta la voluntad de seguir invirtiendo y buscando aprovechar las oportunidades, y mejorar los sistemas productivos que tenemos. Siempre se está buscando qué podemos hacer mejor o de nuevo. Hay una visión de largo plazo que solo se encuentra a veces con cuestiones coyunturales a sortear.
– Dentro de esas cuestiones coyunturales, es inevitable consultar sobre la situación que han sufrido y siguen sufriendo con tierras ocupadas por personas que dicen representar a la comunidad mapuche. ¿Cómo están trabajando al respecto?
– Tenemos tres casos de usurpaciones dentro de nuestras tierras contra la Cordillera. El manejo es siempre el mismo: a través de la Justicia. Te encontrás con sabotajes, cortes de alambrados, robos de hacienda y lo primero que se hace son las denuncias ante la Policía y la Justicia. Los que tienen que interceder son ellos, no nosotros. En todos los casos que se dan, nuestra prioridad es el personal de la compañía, que esté resguardado y trabaje en forma segura. Esto nos obliga a organizarnos de forma tal que la gente que trabaja todos los días no asuma riesgos innecesarios y se exponga a hechos que puedan llegar a ser peligrosos.
– Pero es inevitable que esto impacte de algún modo en los procesos productivos.
– En ese aspecto, te limita en el sentido del espacio que uno puede utilizar para producir. Por ejemplo, si uno sabe que tiene hacienda en un lugar y hay riesgo de que te la roben, se busca resguardarla. Y si además hay que movilizarla, pero eso genera la posibilidad de que haya empleados que se tengan que exponer a algún atentado. El cambio principal es cómo organizarse para evitar estas situaciones. Y esperar que la Justicia tome decisiones y se ampare en lo que dice la Constitución y la ley, y resuelva en función de eso. Ideológicamente uno puede estar de un lado o del otro, pero las inversiones y la forma de operar de la empresa están dentro de un marco constitucional que no ha cambiado. Lo que esperamos es que la Justicia haga lo que tiene que hacer.
– Bajo este panorama, ¿hay inversiones que se están frenando a raíz de la no solución de estos conflictos? Por ejemplo, la planta proyectada para procesar madera de pino.
– Sí, es un aspecto que se tiene en cuenta, como sucede con cualquier tema que pueda impactar en una decisión de inversión. Te pongo un ejemplo para que se entienda: en la zona de Mascardi (una de las más afectadas por los conflictos con mapuches), una persona que no tiene nuestra escala pero posee un terreno y quiere construir cabañas turísticas. Viendo todo lo que sucede a su alrededor, ¿lo va a pensar o lo va a hacer directamente? Seguramente lo piense, porque hoy no es el momento, el contexto no amerita que haga una inversión con semejante riesgo. En nuestra escala, sucede exactamente lo mismo. Uno tiene la voluntad, puede conseguir los recursos, tiene la materia prima, pero a la hora de tomar la decisión, una cuestión que se mide es qué riesgo voy a asumir. ¿Es el momento o tengo que seguir trabajando con funcionarios nacionales, provinciales o municipales para ver cómo generar el ambiente para que las inversiones se concreten? A la escala que lo quieras poner o comparar, es la misma decisión.
– Pese a todo lo hablado, mencionaste que la mirada del Grupo no deja de ser de plazo. En esos faros largos, ¿a dónde apuntan? ¿Cuál es el plan estratégico?
– El objetivo fundamental es cómo seguir aumentando nuestra producción, cómo aumentar el stock y generar más producción, y qué oportunidades podemos aprovechar dentro de las industrias en las que trabajamos. Miramos constantemente los procesos, las tecnologías que utilizamos, qué hacen otros tanto aquí como en otros países, cómo replicar eso, tanto en los campos como a nivel industrial. Y buscar los talentos, la gente que uno ve con ganas, conocimiento, que le gusta lo que hace, que quiere comprometerse con su trabajo, encarar estos desafíos. Armar equipos basados en los recursos humanos, mirar las tendencias del mercado, y las tecnologías que van apareciendo para poder mejorar, por ejemplo, la genética y lograr que los animales coman mejor y ganen más kilos con el mismo alimento, todo en un marco de conservación y cuidado del medio ambiente. Entre otras cosas, tenemos certificación orgánica. Ese pilar también es importante: la mirada de largo plazo indica que los recursos naturales nos tienen que trascender.