Nicolás Maquiavelo en el Siglo XVI decía: “Se debe tener en cuenta que no hay nada más difícil de llevar a cabo, ni de éxito más dudoso, mi más peligroso de manejar, que iniciar un nuevo orden de las cosas”.
El gobierno de Milei nos anuncia una nueva Argentina a partir del hecho fundacional del historicismo libertario a partir de un shock económico y dos medidas ómnibus. La primera un decreto de necesidad y urgencia y luego un proyecto de ley. Sin embargo, la realidad va demostrando que la revolución anunciada en Argentina debe ser republicana y requiere los clásicos rituales institucionales democráticos del país que morigeran los entusiasmos fanáticos, sea por los frenos judiciales o las negociaciones parlamentarias. En fin, aunque a algunos no les guste es saludable el funcionamiento de los contrapesos de la república.
A 40 días del nuevo gobierno la respuesta unánime de la Argentina corporativa en general viene siendo una sola: desconfianza. Desde el sindicalismo hasta la cultura, desde la oposición en sus diferentes matices hasta los flamantes gobernadores de Cambiemos y desde las cámaras empresarias hasta los colegios profesionales reina una enorme desconfianza y lo peor de todo es que tienen razón. Sin embargo, tener razón no es sinónimo de que esté bien.
Toda la Argentina corporativa ve en las reformas una pérdida de privilegios más allá de que los cambios sean buenos o malos. Es la trampa de la credibilidad y lo peligroso es que el gobierno quede atrapado en la ingenuidad de que el proceso de reformas tenga una inmediata reacción favorable. Esta afirmación se debe fundamentalmente a que la evaluación de las reformas no ocurre en tiempo real y en el medio las reacciones lógicas se traducen en dudas, preguntas y resistencias de todos los afectados de las que tampoco está exento el periodismo y los medios de comunicación, también envueltos en medidas que los afectan terriblemente.
Cuándo cesarán estas reacciones y vendrá la calma? Precisamente cuando las reformas se perciban como definitivas. Hasta que ello ocurra, las reacciones inevitablemente pasarán por el silencio, la resistencia o simplemente algunas de estas frases: “No me gustan las sorpresas”, “no me modifiquen mis hábitos ni las reglas de juego”, “no me digan lo que hacía mal”, “no sé si podré adaptarme a lo nuevo”, “voy a perder los privilegios, el poder y el control”, “no sé qué va a pasar con todo esto” y por sobre todo “el cambio implica muchísimo trabajo: aprender lo nuevo y cómo manejarse”.
Todos en mayor o menor medida comenzamos a experimentar la enorme tristeza de desprenderse de lo conocido y un paulatino temor ante lo nuevo e incierto. Esta alteración del status quo, resulta más evidente en la Argentina corporativa. Sindicalistas, políticos, empresarios de determinados sectores de la economía, gobernadores, actores, profesionales están unidos por una misma sensación que no es otra cosa que la resistencia al cambio y el retorno a la vieja frase “prefiero malo conocido que bueno por conocer”.
No hay duda de que éste es el peor momento del gobierno y su propuesta. Nadie se acomodará a lo nuevo hasta que no perciba que las reformas tienen estabilidad y son definitivas. Esa percepción tarda y tampoco se da de un día para el otro y mucho depende de la actitud del gobierno frente a los reclamos y presiones. Algo de esto estamos viendo con el tratamiento del proyecto de ley en el Congreso donde todos los sectores opositores “dialoguistas” le corren la vara al gobierno todos los días a cambio de los tan ansiados votos faltantes.
Ahora bien, qué puede hacer el gobierno mientras tanto. Esperar no puede porque su lucha es contra el reloj, pero si podría poner una mayor difusión acerca de lo que está ocurriendo. En segundo lugar, explicitar mucho mejor porqué lo están haciendo y cómo lo van a hacer. Por último, clarificar mejor a quiénes va a afectar. Sin esas premisas nadie demostrará capacidad para adaptarse a lo nuevo y menos aún tendrán un deseo por el cambio.
Hasta aquí solo estamos realizando una mera descripción de lo que sucede en la Argentina corporativa y que vemos a diario en todos los medios. Sería aburrido citar solicitadas, protestas, apariciones en redes sociales, entrevistas radiales y televisivas, editoriales de todo tipo, etc. Todas van en el mismo sentido. Sin embargo, qué sucede en el seno de la sociedad común?
Desde el Siglo XIX se comenzó a utilizar el concepto de movimiento social, siempre ligado a un cambio social particular (generalmente revolucionario) con un fin específico (generalmente socialista o comunista) a partir de una identidad de clase o colectivo social en particular para introducir ciertos cambios en la sociedad llegando en algunos casos a crisis sociales severas. Esta idea fue común a los movimientos feministas, ecologistas, obreros, pacifistas, antiglobalización, etc. Es más, rara vez estos movimientos sociales confluyen en partidos políticos salvo que se unan a la aparición de algún dirigente carismático que lo transforme en propuesta política. Léase Peronismo.
Que ha sucedido con Milei y el llamado movimiento social libertario? Su personalidad carismática lo llevó precisamente a nada menos que la presidencia de la Argentina. Este movimiento social, absolutamente distinto a los anteriores, arrancó con dos particularidades: jóvenes y tecnología. Trasversalmente Milei convocó jóvenes entre 15 y 30 años con quienes se comunicó a través de redes sociales tras una idea bastante rara para los clásicos movimientos sociales: anti estatismo, defensa a ultranza del libre mercado, rechazo total al intervencionismo estatal y un odio particular con la clase política corrupta y alejada de la sociedad, que unido a una crisis económica inédita para este colectivo social le permitieron a Milei catalizar el cambio y un profundo desprecio por el orden establecido con una comunicación llana y directa por redes sociales. Milei así se adueñó de la rebeldía juvenil y encontró un método de comunicación que no tiene intermediarios, prescindiendo de la prensa, de las movilizaciones masivas, de partidos políticos y de todo lo hasta ahora conocido. Si bien este nuevo movimiento social contagió a una mayoría trasversal de la sociedad que las encuestas ubican alrededor del 56% en modo alguno nos permite hablar de toda la Argentina.
No es casual que la primera reacción contra Milei se haya iniciado por el movimiento social sindical. Las organizaciones sindicales han sido el más importante movimiento social político de enorme gravitación en los últimos 50 años. Es cuestión de supervivencia y fueron los primeros en reaccionar, aunque a mi juicio sin necesidad. En modo alguno Milei les cuestionó el modelo sindical que mantuvo en su totalidad. Solo tocó algunas clavijas que afectaban su financiamiento.
El miércoles asistimos a la primera batalla de una larga guerra cultural y social por venir. Cientos de micros, pancartas y bombos se movilizaron como una organización militar y llegaron a la plaza del Congreso. Según los organizadores superaron las seiscientas mil personas. Según el gobierno apenas superaron las cuarenta mil y para el gobierno de la ciudad ese número ascendió a 80 mil personas. Acaso importa? Qué representación indica el número de la plaza, en más de 20 millones de asalariados y 47 millones de argentinos, salvo una formidable estrategia de movilización de todo el arco opositor?
Contra lo imponente del despliegue militante se le opuso la realidad de lo que sucedió con el grado de acatamiento al paro. La Argentina vivió como un día casi normal. Según cálculos oficiales el paro solo afectó el 1% de la actividad económica en todo el país. Un verdadero fracaso. Basta con apelar a los recuerdos de huelgas generales en épocas de Ubaldini donde no había un alma en la calle, los comercios bajaban sus persianas frente al miedo de los piquetes de huelga. Ni hablar de colectivos, camiones y trenes obligados a parar en las terminales o en las rutas o empresas y fábricas obligadas a cerrar sus puertas. Nada de eso sucedió y es la buena noticia del cambio. Al fervor militante traccionado con dinero, se le opuso una Argentina que siguió como casi todos los días sin enterarse que había sido una jornada de paro y protesta.
Si tuviera que realizar una evaluación de lo sucedido partiría de la amenaza sindical: paro general con movilización, es paro general con movilización, que no es lo mismo que vivir un día normal de la Argentina con algunos problemas de tránsito por la asistencia de la clásica movilización militante. Si no fuera por el impacto en la prensa en casi todo el país nada fue muy distinto de un día hábil común y corriente. Pero, además, el dato más significativo y sorprendente, es que es la primera vez que se convocó un paro con miedo de sus propios organizadores. Cuidadosos por respetar el protocolo en la movilización, el miedo al acatamiento provocó que la medida de fuerza comenzara al mediodía y durara menos de 12 horas con lo que más que un paro fue una broma de mal gusto. La huelga comenzó a las 12 y a las 15 horas todo había terminado. El transporte público funcionó con normalidad hasta las 19 hs, el aerocomercial hasta las 12 hs al igual que las actividades bancarias, comercial, fabril, postal, de la salud y de la Administración pública. Dicho de otro modo, un día normal. En cuanto a la movilización, que en realidad fue la verdadera apuesta, el acto culminó en el Congreso con la convocatoria además de la CGT, de las demás centrales obreras y todo el arco opositor peronista y de la izquierda, con una fuerte asistencia bonaerense que incluyó al gobernador provincial. A ella se le sumaron todos los movimientos sociales que hicieron su aporte. Si analizamos todos los que convocaron el impactante número de asistentes denunciado por los organizadores quedó diluido en un acto político opositor de escasa concurrencia frente al número de convocantes.
Fuera de todo esto, el verdadero problema ahora es el día después. Qué pasará dentro de pocos días, cuando se diluya en los medios la movilización, los discursos de barricada y la escuálida huelga. Acaso bombardearán la Casa Rosada con papel picado, siguiendo el sarcasmo de Eduardo Van der Kooy en el diario Clarin. O realizarán un paro general de 6 horas durante la noche con movilización por redes sociales. Todos sabemos que los conflictos sin solución deben necesariamente escalar en magnitud hasta ser oídos y la C.G.T. optó por comenzar por el final.
Con el diario del lunes entendemos el poco interés puesto por Milei a la amenaza sindical esperando precisamente lo que sucedió como resultado casi bienvenido. Para colmo horas antes del acto la Cámara de Diputados aprobaba el dictamen en favor de la ley con disidencias que todavía se siguen negociando. Milei necesita mantener la llama encendida y la C.G.T operó como el combustible perfecto.
La Argentina es muy dinámica y todo está agarrado con alfileres. Sin embargo, en esa precariedad algo comenzó a cambiar. El “loco de la motosierra” con el apoyo de la “piba”, que mantuvo cierto orden y ausencia de incidentes, salieron más que victoriosos de la primera amenaza del movimiento sindical más poderoso de la Argentina en los últimos 50 años. Una victoria importante que sin duda tendrá consecuencias en todo el tejido corporativo del país, que observaba la suerte de esta primera embestida, aunque todos sabemos que una batalla está lejos de ganar la guerra.
Por Sergio Marcelo Mammarelli para Infosur.
El autor es abogado laboralista, especialista en negociación colectiva. Ex Titular de la Catedra de Derecho del Trabajo y Seguridad Social de la Universidad Nacional de la Patagonia. Autor de varios libros y Publicaciones. Ex Ministro Coordinador de la Provincia del Chubut