martes, 18 de marzo de 2025
Soldados de Estados Unidos en un glaciar de Alaska

Hace tiempo que el Polo Norte es mucho más que la inmensa capa de hielo y nieve que salta a la mente ipso facto al primer golpe de mención. El notable aumento de la presencia militar rusa en el territorio, sumado a las ambiciones chinas en la región, han convertido el Ártico en un punto estratégico clave al que Estados Unidos está prestando cada vez mayor atención. El Departamento de Estado ha anunciado que creará un puesto de embajador para el Ártico, aunque no se ha hecho público aún el nombre del elegido.

“Una región del Ártico que sea pacífica, estable, próspera y cooperativa tiene una importancia estratégica crítica para EEUU y es una prioridad para el secretario (Antony) Blinken”, indicó el Departamento de Estado a través de su portavoz, Vedant Patel. “Para promover los intereses estadounidenses y la cooperación con los aliados y socios en el Ártico, y luego de extensas consultas con los miembros del Congreso, el presidente planea elevar el puesto de coordinador del Ártico mediante el nombramiento de un embajador general para la región ártica”, todo ello sujeto al visto bueno del Senado.

Sobre el papel, la misión de este nuevo cargo será lidiar con asuntos sobre medio ambiente y desarrollo de esa parte del extremo norte del planeta, además de intereses económicos y seguridad nacional. De fondo, los efectos del calentamiento global sobre las capas de hielo del norte, abriendo la posibilidad de nuevas rutas de transporte que antes eran intransitables y que podrían permitir el paso de embarcaciones comerciales y militares.

El aumento de las temperaturas plantea un nuevo escenario que no solo alteraría el litoral de muchas partes del planeta hacia el sur, de acuerdo a los cálculos de una amplia mayoría de la comunidad científica internacional, sino que puede suponer una verdadera amenaza militar para la primera potencia mundial, especialmente con los vientos belicistas que soplan desde el Kremlin. Rusia, que cuenta con grandes reservas de natural gas en el Ártico, lleva años reforzando su presencia en ese territorio con submarinos y aviones de guerra.

La invasión rusa de Ucrania no ha hecho más que acrecentar la importancia geopolítica de una parte del mundo con ocho naciones sentadas a la mesa en virtud de sus derechos territoriales: EEUU (por Alaska), Canadá, Dinamarca (a través de Groenlandia), Finlandia, Islandia, Noruega, Rusia y Suecia. Constituyen el club del Consejo Ártico, con otras naciones en calidad de observadores entre las que está China, la súper potencia que también se ha fijado importantes metas a lo largo de los 16.000 kilómetros con forman el círculo polar ártico.

UNA FUENTE DE INAGOTABLES RECURSOS
Las ambiciones del gigante asiático pasan por explotar una “Ruta polar de la Seda” que se beneficie de las nuevas vías de navegación a raíz del cambio climático, proyectos de extracción de combustibles fósiles, minerales y nuevos caladeros de pesca, proyectos que podrían suponer un grave amenaza para el medio ambiente. Entre sus planes, construir la flota de naves rompehielos más grande del mundo mientras estrechan la colaboración con sus socios rusos en la zona.

Desde Moscú también han dejado claro que más que una zona medioambientalmente sensible de protección, contemplan el Ártico como un pozo sin fondo de inagotables recursos de cara a sus ambiciones pseudoimperialistas. El presidente ruso, Vladimir Putin, ha convertido en prioridad la explotación de petróleo y gas natural de cara a mantener intacta la dependencia de potencias europeas como Alemania y estrechar aún más sus lazos con China.

Alexander Novak, ex ministro de energía y actual viceprimer ministro ruso, señalaba en verano del año pasado que “la zona ártica tiene un potencial enorme. En términos de recursos, hablamos de 15.000 millones de toneladas de petróleo y cien billones de metros cúbicos de gas. Suficientes para decenas, incluso centenares de años”.

Son motivos de sobra para que EEUU se sienta amenazado. El secretario de Estado, Antony Blinken, indicó en el último Consejo Ártico el año pasado en Islandia que es la “responsabilidad” de los países asegurar que exista una “cooperación pacífica” en la región. Mientras, el secretario general de la OTAN, el noruego Jens Stoltenberg, dijo el viernes en Canadá que Rusia ha reabierto cientos de puestos militares en la región y que la ruta más corta para sus misiles hacia Norteamérica es a través del polo norte, reavivando los temores de un grave conflicto nuclear que, tres décadas después del final de la Guerra Fría, aún sigue latente.

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