En febrero de 1921 el coronel Enrique Mosconi, que desde hacía un año era Director del Servicio Aeronáutico del Ejército, propone al ministro de Guerra la creación de seis líneas aéreas. Entre ellas una a lo largo del litoral patagónico. Al año siguiente insiste en que se establezca un servicio aéreo entre Buenos Aires y Ushuaia que, en su concepto, es “el más interesante y el que recibirá más positivos beneficios”.
El 17 de agosto de 1922 entró en la Cámara de Diputados el proyecto de ley para la instalación de una línea aeropostal y de transporte entre Carmen de Patagones y Ushuaia, con escalas intermedias en San Antonio Oeste, Trelew, Comodoro Rivadavia, Puerto Deseado, San Julián y Río Gallegos. Para Mosconi eran “evidentes los grandes beneficios en el orden político, social y económico, que el funcionamiento de la línea proyectada acarrearía a los ricos y dilatados territorios del Sud, los cuales entrarían por ella en una época de decididos progresos y adelantos”; no obstante, el proyecto no obtuvo sanción.
En diciembre de 1922, personal de la aviación del Ejército efectúa su primer viaje de instrucción a la Patagonia. Los aviones habían sido llevados desarmados hasta Carmen de Patagones y el 3 del mes indicado la escuadrilla, compuesta de cinco aviones, inició su histórico vuelo al mando del capitán Antonio Parodi. Los otros pilotos eran: teniente 1º Jorge Souvillé, tenientes Alfredo M. Paladino y Pedro Castex y el sargento 1º Juan Carrizo. El propósito era unir las poblaciones patagónicas hasta Río Gallegos con escalas en las principales localidades intermedias.
En la primera etapa del vuelo al capitán Parodi se le detuvo el motor y debió aterrizar en una laguna seca cerca de San Antonio Oeste; en Comodoro Rivadavia un viento huracanado casi destroza los aviones que se hallaban amarrados en la pista antes de llegar a Puerto Deseado debieron afrontar una tormenta de granizo que no les dejó un parabrisas entero, llegando con los rostros magullados; en el trayecto a Santa Cruz uno de los aviones se vio obligado a aterrizar por habérsele acabado el combustible y otro por rotura de la tapa del carburador; finalmente, tras superar nuevamente la violencia del viento patagónico, pudieron aterrizar en Río Gallegos el 18 de diciembre.
Pareciera que todos los factores adversos conspiraron contra ese histórico vuelo. En compensación tuvieron en todas las escalas el jubiloso recibimiento y apoyo de todos los pobladores que vieron en ellos, que habían llevado por el cielo patagónico los colores de la patria pintados en el timón de cola de sus aviones, la esperanza de una rápida y eficiente integración a la comunidad nacional.
Diez días permanecieron en Río Gallegos para efectuar algunas reparaciones en las máquinas y dando conferencias a fin de ilustrar a la gente sobre las ventajas de la comunicación aérea. El 28 de diciembre emprendieron el viaje de regreso siguiendo el mismo itinerario.
Fragmento del libro “Patagonia Azul y Blanca”, de Clemente Dumrauf.