Esta primera incursión les sirvió de experiencia. Volvieron a Keppel en procura de consejo de su superior, Waite W. Stirling, quien dispuso que se buscara un lugar apropiado donde instalar las dependencias de una misión y les sugirió que podría ser en el río Santa Cruz.
A mediados de 1862 Schmid y Hunziker se hallaban en la desembocadura del río Santa Cruz; avanzaron aguas arriba hasta frente a un promontorio llamado Weddels Bluff, donde había un cañadón protegido contra el viento, con agua potable, leña y caza. Armaron una casa de madera que traían desarmada. Más de dos meses estuvieron esperando a los indios que no aparecían. Schmid salió entonces a pie en busca de los tehuelches. A orillas del río Gallegos encontró la tribu de Casimiro; se unió al grupo y juntos se dirigieron a Punta Arenas. De allí Schmid se volvió a Santa Cruz.
Al llegar, ya estaba por finalizar el año, su compañero no lo reconoció. La prolongada soledad había trastornado su mente. Felizmente en un breve tiempo se recuperó. Mientras tanto las provisiones, que había dejado el barco al irse, se iban agotando. Afortunadamente, como un regalo de Navidad, llegó la Allen Gardiner que se detuvo allí durante un mes esperando que se acercaran los indios. Como no llegaron, volvió a Keppel el 28 de enero siguiente dejando otra vez solos a los misioneros durante cuatro meses.
A mediados de mayo de 1863 Stirling viajó de nuevo a Santa Cruz. Quería quitarse las dudas que su anterior visita habían dejado en su espíritu. La llegada de la nave atrajo inmediatamente a los tehuelches dirigidos por Casimiro. Se hizo el acostumbrado reparto de regalos, prendas de vestir, azúcar, café, galletas… Los indígenas pedían brandy (alcohol). Se les hizo saber que Stirling quería tener una conferencia (parlamento) con los jefes, propuesta que fue aceptada. Llegado el momento el obispo ocupó el lugar principal y enfrente suyo se ubicó Casimiro. Después de las demostraciones de amistad e intercambio de regalos, habituales entre ellos, “Stirling explicó que su propósito no era ocupar el territorio, poner de manifiesto el poder extranjero, ni aún comerciar, sino enseñarles acerca de otra vida y de un mundo mejor más allá de la tumba”. Para lo cual les manifestó que quería construir “una escuela para sus chicos e invitar a las familias a radicarse cerca de la misión”. Los caciques respondieron que no se oponían a que los misioneros se establecieran, pero se mostraron reticentes en cuanto a promesas concretas. “Casimiro declaró que el lugar era malo para la caza y que, si bien él deseaba que los niños fueran educados, los demás no opinaban igual. La opinión que se formó Stirling fue que estaba tratando de buscar algún medio de aprovecharse de ellos para cimentar su propia autoridad”. Con eso Stirling dio por cumplidos los fines de su visita y volvió a Puerto Stanley, la sede de su obispado. Viajaron también con él los dos misioneros para tomarse un merecido descanso en Keppel. En octubre estaban de regreso en Santa Cruz para continuar su tarea. La lona blanca de la carpa “y la bandera británica flameando en su mástil a manera de bienvenida… daban un aspecto alegre y confortable a la sede de la primera Misión Cristiana Protestante de Patagonia”. Durante su ausencia había arribado a la sede de la misión un lobero norteamericano con un gran cargamento de bebidas, para comerciar. Las consecuencias fueron las previsibles borracheras y peleas se generalizaron y los tehuelches se negaron a volver a la misión “a menos que pudiéramos ofrecerles otra clase de motivos y no hacerlo que simples visitas; querían simplemente, que comercializáramos con ellos, a cambio de pieles y plumas”. En tales circunstancias, considerando que ese era el resultado de un año y medio de trabajo, desarmaron la pequeña construcción y levantaron cuanto habían traído; siguiendo directivas recibidas de Waite Stirling, se dirigieron a Río Negro, donde se encontraron con él, el 13 de octubre.
Fueron luego a San Javier donde estaban acampados los indios para buscar un lugar donde establecer la misión y ponerse en contacto con los aborígenes. El lugar ofrecía notorias ventajas para el establecimiento de una misión; pero no había acuerdo entre los misioneros. Hunziker tuvo una larga entrevista con Stirling, que había escrito un extenso informe sobre el modo de proceder para atraer a los indios a la civilización. Hunziker estaba convencido que los años en que se había dedicado a seguir ciegamente el sistema de la Misión para la conversión de los indios, era tiempo perdido, no obstante continuó trabajando en la misión hasta finalizar el año 1866.
Stirling continuó luego viaje a Bahía Blanca. Lo acompañaban el Dr. Humble y Teófilo Schmid con su señora. Alquilaron una pequeña casa y establecieron “una escuela… Se esperaba que los indios de idioma araucano que vivían alrededor del pueblito bajo el mando de Ancalao, Linares y Coila, mandaran sus hijos a la nueva escuela. Fue un fiasco completo”.319 Hunziker permaneció en San Javier, trabajan- do en la misión, hasta fin del año 1866. “El 20 de diciembre llegó a las Malvinas y se separó de la misión, por no estar completamente de acuerdo con los métodos empleados por Schmid, que eran oficialmente aprobados por el comité”.
“Patagonia azul y blanca”, Clemente Dumrauf