
La vida de Comodoro Rivadavia se ha cruzado con el petróleo en 1907, pero el efecto de esa nueva actividad no se refleja mayormente en el pueblo en los primeros años de explotación.
Las expectativas de los pobladores por un mayor desarrollo, hallan eco favorable en esos primeros años de explotación.
El 13 de abril de 1915, el vecindario presenta un petitorio al Concejo Municipal, para que a su vez lo eleve a las autoridades nacionales, a fin de que se imponga una tasa a la exportación de petróleo, para generar fondos que sustenten el desarrollo urbano.
“Hay pocos capitales, mucho trabajo por hacer y una gran necesidad de obras”, detalla la nota, firmada por representantes de los ganaderos, comerciantes, industriales y vecinos en general.
Entre otras falencias, la nota apunta a la necesidad de crear un hospital; de construir un depósito de aguas corrientes, para captar y filtrar las que hasta ese momento llegan al pueblo, “con gran riesgo para la salud por el modo en que se utiliza”. Menciona además la necesidad de pavimentar caminos del Norte, para unir el pueblo con las petroleras y el Km. 5, donde ya están ubicados los talleres de ferrocarriles. Otra de las necesidades es la iluminación y la apertura de un camino Sur, ya que sólo es posible transitar por la playa y en marea baja.
Todo esto, opinan los esperanzados vecinos, se podría sustentar con un impuesto a la exportación del petróleo, imputándola al gasto de obras públicas del municipio.
La nota conmueve por su humildad e ingenuidad. Piden además los vecinos que, en caso de que hubiese enajenación o venta de la zona petrolífera, el Gobierno Nacional imponga, en los distintos contratos, la obligación a las futuras compañías petroleras, de destinar un porcentaje del tonelaje logrado a las obras públicas necesarias.
Argumentan que si el comercio y la ganadería ya hacen su aporte tributario, sería justo que lo haga también la explotación petrolera.
El Ministerio de Agricultura rechaza la nota por cuestiones formales, pero los vecinos no se rinden y la elevan nuevamente al Gobernador del Territorio Nacional.
En marzo de 1916, una comisión evalúa el tema y responde negativamente. La comisión concluye que el pedido es inviable, ya que el vecindario “recibió y recibirá los beneficios de la explotación fiscal de los yacimientos petrolíferos, no sólo por la valorización de propiedades, sino también con un aumento de población y el incremento del comercio y el bienestar general”.
Dice también, la comisión, que al proveerse de agua a los trabajos mineros, se dejaron valiosas obras de captación y conducción de agua que es aprovechada por el pueblo, “a quien se le vende el agua a un precio muy ventajoso. Se les suministra el kerosene, para iluminación, a un precio más bajo que antes, cuando lo compraban en Buenos Aires. La comisión está estudiando la forma de aprovechar el gas que producen los pozos y una vez llevados a cabo los trabajos, el vecindario tendrá gas para muchos usos domésticos e industriales a bajo costo”,
La respuesta negativa es inamovible, pero la comisión no miente: en 1919 llegaría la distribución de gas al pueblo, siendo uno de los primeros del país en abastecerse con este combustible doméstico.
Fragmento del libro “Crónicas del centenario”.