Los franceses
El más famoso de todos fue, sin discusión, el malogrado Jean Mermoz. Su vida ha entrado ya en la leyenda. El “Memorial” le dedica sus mejores páginas. En la AEROPOSTA ARGENTINA contribuyó principalmente la instalación de la línea Buenos Aires-Asunción del Paraguay. No nos detendremos a analizar sus actividades en ese sector. Pero vamos si a reproducir el relato que hace Fleury de un gesto caballeresco (eran frecuentes en él) que tuvo en ocasión del accidente ocurrido al piloto Ficarelli de la AEROPOSTA ARGENTINA:
“En una escala recibió una dolorosa noticia, Ficarelli, sorprendido por la niebla, en el Paraguay, después de la escala en Posadas, había chocada contra un cerro. Su muerte fue instantánea. Su mecánica sufrió la fractura de un hombre y el pasajero algunas contusiones. Mermoz, al que un fraternal afecto le unía a cada uno de sus ex compañeros, quedó muy apenado”.
Al volver a Buenos Aires fue al escritorio de Almodacid, entonces Director de la AEROPOSTA ARGENTINA, a cuyo cargo estaba la línea al Paraguay, y le dijo: “Voy a pedirle un favor, déjeme un avión para ir a buscar el cuerpo de mi amigo y traerlo aquí cerca nosotros y de los suyos”. Pero -dijo Almonacid- yo no tengo un avión en el que pueda caber un ataúd”. “Ha comprometido su palabra… Deme un Laté 26 y salgo en seguida”. Almonacid respondió en seguida: “Concedido”.
“Se lanzó hacia Asunción a través de una tempestad. Mando a colocar el féretro de pie en el estrecho espacio destinado al pasajero y lo hizo amarrar sólidamente. Emprendió la vuelta en seguida”.
“Su avión descentrado y frenado por la masa que se elevaba por encima del fuselaje, se mostraba reacio a la acción de los comandos, y preso de violentos remolinos navegaba peligrosamente. Al fin llegó a Pachaco y con los pilotos y mecánicos acompañó los restos hasta su tumba.
El piloto Vacket fue Director de las dos líneas de la AEROPOSTA: la del Norte y la del Sur. Antiguo piloto de guerra, había ingresado en la Latecoère en 1922 y fue uno de los que abrieron la ruta de África a través del Mediterráneo, con los antiguos Breguet 14, Renanit 300 CV.
Figaró también entre los primeros pilotos que se trasladaron a esta parte del continente para planear la instalación de la línea transatlántica. Realizó numerosos vuelos de reconocimiento por nuestro país desde la Capital hasta el Paraguay y Brasil, hacia el Norte, y hasta Comodoro Rivadavia hacia el Sur. En 1925 formó parte de la escuadrilla de aviones Brezuet que realizó el primer enlace aéreo entre Rio de Janeiro y Buenos Aires. ¡El viaje duró 36 horas! Descendieron en El Palomar y -dice Fleury- “llegaron tan adelantados sobre el horario previsto, que las personalidades oficiales no habían tenido tiempo de llegar”…
“Por la noche en la Diagonal, el público se arrancaba las ediciones especiales que narraban la formidable hazaña. Un gran banquete reunió en torno a “los héroes del día, el héroe de la guerra, Almonacid, denominado: “El Cóndor de los Andes”, después de su vuelo nocturno sobre las más altas cimas de la Cordillera, y a las personalidades más representativas de “la Argentina”.
Antoine de Saint Exupery, el piloto-escritor, a quien sus camaradas llamaban familiarmente “Saint-Ex”, también fue uno de los que dirigieron las líneas de la AEROPOSTA en sus comienzos. El “Memorial” describe así su llegada a nuestra Capital: En Octubre de 1929 Mermoz recibía calurosamente en el puerto de Buenos Aires a “un fuerte muchacho, de piel curtida, nariz maliciosa y mirada de rara vivacidad. Era Saint Exupery… Como entrada en servicio de nuevos aviones reducido la frecuencia de las “pannes”, el jefe de los osados golpes de mano en el país de los moros había sido designado para dirigir la AEROPOSTA ARGENTINA. Se instaló en una habitación de la Galería Güemes y a la vuelta de sus numerosos viajes de inspección o de reconocimiento de terrenos de aterrizaje allí volvía y obsesionado por la visión de la obra prodigiosa que realizaba con sus compañeros, abría la ventana, contemplaba el cielo en donde la Cruz del Sur se destacaba entre el polvillo dorado de las constelaciones, y donde a veces surgía la amenaza de una tromba de agua empujada por los lejanos vientos de la Tierra del Fuego… soñaba un instante, se recogía a su habitación y bajo la pálida luz de su lámpara de escritorio cubría las páginas blancas con su fina letra. El ruido de los taxis rezagados, última manifestación de la vida nocturna, no interrumpían su inspirada labor. Así nació su libro “Vol de nuit”. Al día siguiente, temprano, subía a Pacheco, donde se encontraba con su Director adjunto, el as de la guerra, Artigan, argentino voluntario en el frente francés donde había obtenido once victorias como piloto de caza, y que compartía con Almonacid una gloria brillante.
Los pilotos argentinos
Y para terminar este yo largo comentario, vamos a reproducir la opinión que merece al memorialista la actuación de los pilotos argentinos: “Entre las dos (Almonocid y Artigan) habían reclutado en los aero-clubs argentinos, pilotos ya entrenados en ese país inmenso los aviadores civiles vuelan continuamente y habían formado un equipo que rivalizaba con el de los franceses. Ficarelli había sido uno de los primeros, Yrigoyen, Seletti, Gross, Palazzo y un descendiente de franceses, hijo de una gran familia argentina, Luro Cambaceres, animados por una ardiente emulación, imbuidos del espíritu de la línea, merecieron muy pronto ser incluidas entre los grandes pilotos de la aviación mundial. Fraternalmente agrupados en torno a Saint Exupery, bajo el signo de amistad francesa, los hombres de la AEROPOSTA ARGENTINA trazaban en el agitado cielo de las pampas los primeros episodios de la historia aeronáutica de su patria.
En esa lista se ha omitido a Pedro Artigas, hermano del as de la gran guerra, piloto de igual mérito que sus compañeros. Fue uno de los que inauguraron la línea al Paraguay y durante varios años prestó servicio en esa línea y en la del Sur.
Otros pilotos nacionales ejercieron también sus actividades en esta última línea: el malogrado Brugo, Emilio Castro, Juan Arfinetti. Todos ellos, lo mismo que Marcelino Mignone que actúa en el Sur, fueron dignos de sus antecesores, los de la vieja guardia, de los que aún siguen en sus puestos, Selvetti, Gross e Yrigoyen.
Extraído de la “Revista Aeroposta” de noviembre de 1938