Se ve a sí mismo como un “hijo de Harlem” con una larga carrera tratando de imponer justicia. Desde el pasado jueves es algo mucho más que eso, un afroamericano de 49 años que ha logrado inscribir su nombre en la historia estadounidense con letras mayúsculas. Pase lo que pase en las próximas semanas, Alvin Bragg será recordado siempre como el fiscal de Manhattan que imputó por primera vez a un presidente de Estados Unidos, enviando un claro mensaje de que nadie, ni siquiera Donald Trump, está por encima de la ley.
La decisión de un gran jurado de imputar al ex presidente por el pago de un soborno a la actriz pornográfica Stormy Daniels para comprar su silencio le sitúan a otro nivel. Trump podría ser arrestado y juzgado por un delito de violación de la financiación de campañas electorales que acarrea una condena de hasta cuatro años de cárcel. No parece que a Bragg le vaya a temblar la mano a la hora de empujar al mandatario a prisión, pese a la mucha presión que enfrenta. El neoyorquino logró recuperar y solidificar los cargos de un caso que parecía carne de archivo a su llegada. Su antecesor en el cargo, Cyrus Vance Jr., trató sin éxito de sacarlo adelante.
Bragg heredó una investigación que llevaba años coleando pero le puso el freno de entrada, preocupado por la falta de solidez del caso. Eso desembocó no solo en una protesta pública sino en la dimisión de dos abogados de la fiscalía que dirigían el caso, Carey Dunne y Mark Pomerantz. Todo cambió tras condenar con éxito a la empresa familiar de Trump por fraude fiscal en enero de 2023, obligados a pagar una sanción de 1,6 millones de dólares. El fiscal consideró que eso le daba pie para proceder con otras partes de la investigación.
El afroamericano ya sabía lo que era lidiar con los manejos de Trump y su organización desde sus tiempos como adjunto del fiscal general de Nueva York, además de demandas del Estado contra el productor y ahora reo Harvey Weinstein, el hombre más visible del movimiento feminista #METoo, y su compañía, The Weinstein Company. En esa etapa se centró en combatir casos de corrupción y delitos bancarios, antes de hacerse a un lado para ejercer como profesor en la New York Law School. En junio de 2019 comenzó a preparar su asalto a la fiscalía de Manhattan.
Su acceso a tan alto cargo no fue sencillo. Bragg se impuso al republicano Thomas Kenniff en noviembre de 2021 tras unas disputadas primarias demócratas, convertido en el primer afroamericano en ser nombrado fiscal del distrito de Manhattan. Juró el cargo el 1 de enero de 2002, ocupando la silla por la que antes habían pasado leyendas como Frank Hogan, en el cargo durante 31 años, o Robert Morgenthau, que ejerció durante 34 años hasta cumplir los 90 años. Su predecesor, Vance Jr., se retiró en 2021 tras 12 años como fiscal.
El de Bragg es un caso excepcional. El afroamericano pasó de un barrio humilde del norte de Manhattan a estudiar Derecho en Harvard, graduado cum laude y doctorado después en la misma institución. El de Harlem ha sido fiscal federal, asistente del fiscal general del estado de Nueva York y el abogado de derechos civiles que representó a la madre de Eric Garner, el joven estrangulado por un policía de Nueva York en 2014. Su caso es muy similar al de George Floyd. Garner suplicaba que le soltaran desde el suelo. Hasta 11 dijo que no podía respirar.
Bragg lleva un año al frente de una oficina que procesa casi todos los casos penales en Manhattan y cuenta con unos 500 abogados. El fiscal de distrito también es una figura política clave, ya que supervisa casos que a menudo involucran a acusados con grandes fortunas y un poderoso lobby detrás. El suyo, además, es uno de esos trabajos que han inspirado multitud de series y películas de Hollywood. Morgenthau fue la referencia para el personaje de Adam Schiff que interpretaba Steven Hills en Ley y orden. Con Bragg tienen material de sobra para estirar la serie aún más.